Asad gasea a su pueblo… con ayuda externa

Una vez más, circulan por internet imágenes terribles de un posible ataque con armas químicas en Siria. El escenario es la zona oriental de Guta, a las afueras de Damasco. Tanto el lugar como el momento elegido para este aparente crimen de guerra son simbólicamente importantes. Y aunque se pondrá el foco inmediato sobre el dictador sirio, Bashar al Asad, y su determinación de gasear a su propio pueblo, para cualquier solución a largo plazo hará falta entender el papel de los Estados canallas que lo apoyan.

Fue hace un año, la mañana del 7 de abril de 2017, cuando la Administración Trump castigó con ataques aéreos al régimen de Asad en el aeródromo de Shairat por su ataque con gas sarín de unos días antes. Esos bombardeos selectivos eran un mensaje para Asad: deja de utilizar armas de guerra prohibidas contra tu propio pueblo. Asad se mantuvo impasible.

Asad no había acatado un acuerdo previo, negociado por la Administración Obama y Rusia con el fin de acabar con su arsenal químico. El acuerdo se alcanzó tras un ataque con un gas nervioso perpetrado también en la zona oriental de Guta el 21 de agosto de 2013. El Gobierno estadounidense determinó que el régimen de Asad había sido el responsable y que “habían muerto 1.429 personas (…) incluidos al menos 426 niños”.

Sólo unas semanas después, en septiembre de 2013, EEUU y Rusia acordaron unos “protocolos especiales” para la “rápida destrucción del programa sirio de armas químicas y una estricta verificación posterior”. El secretario de Estado John Kerry afirmó en 2014 que el acuerdo había funcionado; “hemos acabado con el 100% de las armas químicas”, dijo. Eso, naturalmente, no era cierto, o al menos era altamente engañoso, ya que Asad conservó la capacidad para regenerar y emplear ciertas armas.   

Ahora, un año después de que EEUU intentara castigar a Asad con ataques aéreos, y en el mismo suburbio aterrorizado en 2013, el régimen sirio parece haber vuelto a las andadas.

Aún no se han confirmado muchos detalles sobre este último ataque. Pero el mundo ya ha aprendido algunas lecciones valiosas respecto a la conducta de los actores canallas en lo que respecta al uso y desarrollo de armas prohibidas.

Nadie pone en duda realmente que Asad ha seguido utilizando armas químicas incluso después de haberse comprometido a renunciar a ellas. Como el Departamento de Estado se apresuró a señalar el pasado día 7, EEUU ha llegado a la conclusión de que el régimen de Damasco fue el responsable del ataque con gas sarín del 4 de abril de 2017 en Jan Sheijún, el mismo tipo de incidente que hizo que la Administración Trump ordenara el bombardeo de Shairat. Y tanto el Gobierno de EEUU como la ONU han descubierto que los esbirros de Asad utilizaron otras armas químicas, en concreto bombas de gas cloro, en más de una ocasión. Aunque algunas de esas bombas impactaron en áreas controladas por rebeldes yihadistas, también mataron a civiles indiscriminadamente.

El principal apoyo internacional de Asad, Vladímir Putin, no le ha obligado a dejar de utilizarlas. Tampoco Irán, implicado de lleno en el conflicto sirio, donde sus fuerzas combaten junto con las de Asad. De hecho, el eje Asad-Putin-Jamenei tiene una legión de apologetas en internet que aduce que los ataques con armas químicas no son en absoluto obra del “presidente” sirio. Esta nociva defensa de asesinos de masas se puede encontrar fácilmente en las redes sociales.

Las cosas se ponen aún peor, ya que al parecer otro Estado canalla ha facilitado a Asad la adquisición de armas químicas: Corea del Norte. Esto es especialmente preocupante si se considera que ambos países ya habían trabajado antes en un reactor nuclear, destruido por los israelíes en 2007.

En marzo, la ONU publicó un informe sobre la actividad de Corea del Norte en

proyectos de cooperación militar prohibidos (…) que se extienden desde África a la región de Asia-Pacífico, [y que incluyen] la actual cooperación en materia de misiles balísticos con la República Árabe Siria y con Myanmar [Birmania], el tráfico generalizado de armas convencionales y ciberoperaciones para robar secretos militares.

La ONU rastreó una serie de visitas realizadas por oficiales norcoreanos a territorio sirio y descubrió que al país de Asad habían acudido “múltiples grupos de técnicos en misiles balísticos”. Citando información de inteligencia de “un Estado miembro”, la ONU explicó que esos técnicos “siguen operando con armas químicas y plataformas de misiles en Barzah, Adra y Hama”. El régimen de Asad intentó desviar la acusación afirmando que los norcoreanos estaban allí simplemente para “entrenar a atletas y gimnastas”.

Pero la ONU documentó nuevos detalles sospechosos, como cargamentos y transferencias ilícitas y desconocidas hasta entonces. “Las investigaciones de la ONU sobre (…) cargamentos de armas no reportados hasta la fecha y la cooperación con empresas ficticias de entidades señaladas entre 2010 y 2017 resultaron nuevas pruebas de vulneración del embargo de armas y otros, también mediante la transferencia de artículos útiles” para los programas de misiles y armas químicas.

En una de esas transferencias, los norcoreanos suministraron a Asad “válvulas de resistencia especial y termómetros que se sabe que se emplean para los programas de armas químicas”. También se interceptaron cargamentos sospechosos de ladrillos y azulejos que podían ser utilizados como parte de un programa de armas químicas. Aunque la ONU constató que estos materiales específicos no estaban prohibidos, un Estado miembro señaló que “pueden ser utilizados para construir (…) las paredes internas de una fábrica de sustancias químicas”.

La ONU encontró especialmente sospechoso que las compañías ficticias norcoreanas estuviesen haciendo negocios con el Centro de Investigación y Estudios Científicos (CIEC) del régimen sirio, que supervisa el desarrollo de armas químicas de Asad.

El Departamento del Tesoro estadounidense sancionó a 271 empleados del CIEC tras el ataque con gas sarín de abril de 2017 en Jan Sheijún aduciendo que ese centro es “el organismo del Gobierno sirio responsable de desarrollar y producir armas no convencionales y los medios para distribuirlas”, y que los trabajadores sancionados “tienen experiencia en química y otras disciplinas relacionadas o han trabajado para el programa de armas químicas del CIEC al menos desde  2012”.

Por lo tanto, la conclusión de la ONU de que Corea del Norte ha estado trabajando con el CIEC es especialmente digna de mención.

EEUU y sus aliados seguirán enfrentándose a apabullantes desafíos a la hora de contener a los Estados canallas y sus desarrollos de armas prohibidas. Como demuestra el caso sirio, la proliferación a menudo implica a varios Estados canallas. Los ataques con armas químicas de Asad son principalmente cosa suya, pero no opera en solitario. Tiene amigos fuera de Siria que están dispuestos a ayudarle.

© Versión original (en inglés): The Weekly Standard
© Versión en español: Revista El Medio

NOTA: Este artículo se publicó originalmente el pasado día 8, el mismo día del gaseamiento de Guta por parte de las fuerzas de Asad y mucho antes de los bombardeos de represalia de EEUU y sus aliados.

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Fuente: El Medio

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