Venezuela, un Narcoestado al servicio de Irán

John Hannah y Emanuel Ottolenghi, de la Foundation for Defense of Democracies, se hacen eco en este artículo de dos escándalos que vinculan al régimen bolivariano de Nicolás Maduro con el narcotráfico y con la República Islámica.

Un par de historias recientes subrayan la amenaza potencial para la seguridad nacional [de EEUU] que se está cociendo [en Venezuela]. Primero, la designación el mes pasado del vicepresidente de Venezuela, Tareck el Aissami, como capo de la droga por parte del Departamento del Tesoro estadounidense. Segundo, un reportaje de investigación de la CNN que revela que la embajada de Venezuela en Irak supuestamente ha estado vendiendo pasaportes venezolanos y documentos de identidad a nacionales de Oriente Medio, aumentando la preocupante perspectiva de que Caracas esté facilitando la entrada de militantes islamistas en Latinoamérica.

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Los vínculos de Venezuela con el tráfico de drogas son profundos y están bien documentados. La colusión con los cárteles llega a los más altos niveles del Estado. (…) La lista de funcionarios implicados en el narcotráfico incluye también a un exministro del Interior y Justicia, dos altos oficiales de inteligencia que más tarde se convirtieron en gobernadores y, ahora, al vicepresidente El Aissami.

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No menos preocupante es la larga historia venezolana de colaboración con Irán, [en ámbitos como la] evasión de sanciones, la financiación del terrorismo y la subversión ideológica. Durante las presidencias de Hugo Chávez y Mahmud Ahmadineyad, Caracas fue un colaborador clave de Teherán en su esfuerzo por saltarse las sanciones [internacionales]. Los dos regímenes establecieron negocios y crearon instituciones financieras en Venezuela que usaron para lavar dinero iraní, adquirir tecnología [vedada a Teherán por la comunidad internacional] y sobornar a altos cargos venezolanos.

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El país es un Narcoestado fallido, dirigido por una camarilla de avariciosos ideólogos antiamericanos, confabulados con radicales islámicos que rinden obediencia a Irán, el principal Estado patrocinador del terrorismo a escala mundial. Mientras el régimen de Maduro impere en Caracas, la crisis que está consumiendo a Venezuela fortalecerá aún más a los enemigos de Washington en el Hemisferio Occidental. Desarrollar una estrategia coherente para abordar esta convergencia letal de amenazas debe ser una prioridad mucho más alta para los responsables políticos estadounidenses.

Emily B. Landau, del Institute for National Security Studies, se refiere aquí a la estrategia fracasada de Obama para contener la escalada nuclear de Corea del Norte, que su sucesor en la Casa Blanca pretende revertir. Landau considera que ahí hay provechosas lecciones para aplicar en los tratos con Teherán.

Actualmente no hay buenas opciones para hacer que Corea del Norte invierta el rumbo en el ámbito nuclear,  ya sea a través de la diplomacia o de un enfoque más enérgico, lo que aumenta el temor a una escalada hacia la guerra nuclear. Este es el resultado de años de negociaciones fracasadas, seguidos de ocho años de paciencia estratégica, lo que ha proporcionado a Corea del Norte el tiempo necesario para avanzar en sus programas y perfeccionar sus capacidades.

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Si bien un retroceso en la capacidad nuclear de Corea del Norte sigue siendo un objetivo difícil de alcanzar, hay una lección que aprender para negociar con Irán. (…) La lección debe ser clara: el corto y el largo plazo en relación con el acuerdo nuclear no son dos periodos de tiempo distintos. Por el contrario, están vinculados en el sentido de que no hay beneficios a corto plazo (…) si esos años iniciales no se utilizan con eficacia para hacer frente a Irán en el largo plazo. Irán no ha demostrado un giro estratégico en el terreno nuclear y sigue siendo un proliferador decidido.

El Parlamento israelí ha aprobado una norma que prohíbe la entrada en el país de activistas vinculados a la campaña antiisraelí que pide boicot, desinversiones y sanciones para el Estado judío. Sin embargo, Gerald M. Steinberg cree que este es un enfoque erróneo y que tal labor corresponde al ámbito civil, no al político.

El uso de legislación (en especial, de medidas que no pasarán el escrutinio de los tribunales), regulaciones y otros enfoques [políticos] causan un daño significativo a la imagen internacional de Israel. La imagen que emerge es la de un Gobierno poderoso y agresivo que hostiga a las débiles ONG. (…)

En lugar de tratar de usar el poder del Estado contra las ONG que lideran el BDS y las campañas de guerra legal [contra el Estado judío], los políticos israelíes deben dejar el contraataque a las ONG proisraelíes que han demostrado ser efectivas en este frente. En esta lucha de ‘poder blando’, las ONG tienen una gran ventaja sobre los Gobiernos: ellas no tienen que complacer a los votantes y son capaces de construir alianzas con diferentes actores en Israel y en el exterior.

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Fuente: El Medio

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