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Gángster acepta a Jesús tras escuchar el testimonio de un excriminal en una secta: ‘Él me amaba’
Mondo vivió en el crimen, buscando consuelo para sus traumas, hasta que aceptó una invitación para ir a adorar a Estados Unidos.
Hasta los seis años, Mondo De La Vega recuerda haber vivido una infancia feliz junto a su familia en una casona en Centroamérica.
“Siempre tuve primos con quienes jugar, una tía o un tío que me daba un abrazo o me contaba un chiste. Todas las noches estábamos juntos para cenar”, dijo Mondo, en una entrevista con CBN News.
Su padre, dueño de una finca cafetalera, estuvo presente en la vida de su hijo. “Él era mi héroe, lo era todo para mí”, dijo Vega.
Hasta que, una noche, la situación de la familia cambió por completo. Mondo vio a su padre atacar a patadas a su madre Silvia.
La violencia doméstica
“Cogió una escoba cercana y comenzó a golpearla repetidamente. Mi padre, mi héroe, el hombre al que idolatraba, cuya voz siempre había sido una fuente pacífica de consuelo para mí, explotó”, recordó.
El niño escuchó una frase de su padre que lo dolió y traumatizó. “Ya no los quiero”, dijo el hombre, refiriéndose a él y a su hermana mayor, Laura.
La violencia en el hogar llenó de odio el corazón de Mondo e hizo una promesa. “Esas palabras me persiguieron y torturaron durante años, hasta el punto de que me dije: ‘Cuando sea mayor, si lo vuelvo a ver, lo mataré’”.
Temiendo que su marido la matara, Silvia acabó huyendo de casa con sus dos hijos. Posteriormente, la familia se mudó a Los Ángeles, en Estados Unidos.
Entrando en el crimen
En el nuevo país, Mondo descubrió el mundo de las pandillas en el condominio donde vivía y terminó involucrándose en el crimen cuando era adolescente, en busca de identidad y afirmación.
“Prometía llenar los agujeros de mi alma y al mismo tiempo echar gasolina a las brasas de ira y odio que ardían en lo más profundo de mi interior”, comentó.
Aunque disfrutaba de la amistad y el sentido de comunidad de la pandilla, el adolescente aún lidiaba con su trauma emocional.
“Detrás de la puerta que manteníamos bien cerrada había un niño destrozado que lidiaba con las emociones, lidiaba con problemas de abandono, lidiaba con el dolor y se preguntaba: ‘¿Quién soy yo?’ Todos sabíamos que estábamos perjudicados”, confesó.
Después de siete años de vivir como un gánster, Mondo comenzó a cuestionar su estilo de vida. “Lo que antes era divertido ya no lo era. La vida se estancó. Nada se sintió gratificante. Había una lucha dentro de mí”, recordó.
Mientras Mondo vivía en el crimen, su hermana y su madre descubrieron el Evangelio, aceptaron a Jesús y comenzaron a orar por la conversión del joven.
Hasta que un día, Laura le predicó a su hermano: “¿Y si Dios es real? ¿Qué pasa si la oración funciona? ¿Qué pasa si tienes un destino diferente?
“Las preguntas traspasaron mi alma, perturbaron mi forma de pensar y entraron en mi ADN”, dijo Mondo.
Amado por Dios
Entonces aceptó ir a la iglesia con su familia. Allí, el joven escuchó el testimonio de un ex mafioso transformado por Cristo y quedó impactado.
“Lo que más me impresionó fue cuando habló del amor que Jesús tenía por mí. Esto era algo que desearía haber compartido con mi padre, pero mi definición de amor quedó muy corrompida por la forma en que nos trató a mi madre, a mi hermana y a mí. Luego, claro, se corrompió aún más con lo que me enseñó la calle sobre el amor”, observó.
Durante la apelación, Mondo se entregó a Jesús. “Fui al altar y entregué mi vida al Hombre que me amaba tanto que murió por mí”, testificó.
El joven abandonó la vida pandillera, fue discipulado y licenciado en teología y arte. El Señor sanó sus heridas emocionales y el ex mafioso perdonó a su padre.
Casi tres décadas después de su conversión, Mondo continúa testificando del amor de Dios.
“Hoy en día, cuando conozco personas que sufren, están solas, rotas y se sienten rechazadas, entiendo que necesito amarlas porque todos estamos luchando con algo. Por lo que pasé, recuerdo nunca dejar de amar a las personas heridas”, concluyó.
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