Qué pretende Irán con su agitación antisaudí

El analista saudí Alí al Shihabi establece cruciales diferencias entre Arabia Saudí e Irán y rechaza las acusaciones contra el reino wahabí por su supuesta responsabilidad en la expansión del terrorismo islamista. Para Shihabi, Arabia Saudí se limita a protegerse de las agresiones iraníes en la región.

Son los iraníes los agresivos promotores de una teocracia militante en Oriente Medio, no los wahabíes; y están conquistando sus objetivos no con dinero o madrazas, sino con el poder de las armas. Además, Irán se ha beneficiado de la aparición del ISIS, una organización que tiene pocas posibilidades de capturar ninguna ‘cuota de mercado’ entre los chiíes y, en consecuencia, amenaza solo el corazón del territorio suní. (…)

Irán está sosteniendo el argumento de que el wahabismo es la fuente del terrorismo con el propósito específico de socavar la alianza saudí con EEUU, que dura ya 70 años, y volver a la opinión pública americana en contra el reino. Si la alianza saudí-estadounidense se debilita, Irán intentará, bajo el pretexto de la ‘lucha contra el terrorismo’, (…) derribar el orden regional, reemplazando la hegemonía estadounidense y colocando en el poder a sus satélites regionales. En tal escenario, Teherán controlaría de manera efectiva el 50 por ciento de todas las reservas mundiales de petróleo, así como los lugares sagrados del islam.

Los que dudan de la validez de este razonamiento deberían mirar lo que Irán ha hecho, no lo que ha dicho en inglés, a lo largo de los últimos 30 años.

Merve Tahiroglu y Behnam ben Taleblu, de la Foundation for Defense of Democracies, establecen un paralelismo histórico-político entre ambas naciones, cuyo papel en los acontecimientos de Oriente Medio es cada vez más trascendental. El iraní sería el último ejemplo que debería seguir el Estado turco, advierten estos analistas.

Durante la mayor parte del siglo XX, Turquía e Irán siguieron trayectorias comparables de la mano de estadistas modernizadores y prooccidentales. Sus caminos divergieron en 1979 con una sola decisión: abrazar o desafiar a Occidente. Turquía ha prosperado porque eligió trabajar con el sistema internacional. Desde su revolución islámica, Irán ha trabajado contra él. Los resultados para las potencias no árabes más importantes de Oriente Medio no pueden ser más dispares: hoy, una se beneficia de la seguridad del paraguas de la OTAN; la otra es una paria internacional.

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La asistencia americana a los kurdos es en parte síntoma de la confianza menguante de Occidente en la Turquía de Erdogan. El reciente giro autoritario de Ankara no le ha ganado ningún amigo en Occidente, ni su apoyo encubierto a grupos yihadistas en Siria –algunos de los cuales tienen lazos con Al Qaeda–. Alarmados por el deterioro de las instituciones democráticas y el aventurerismo en política exterior de un Estado crucial de la OTAN, EEUU y la UE están cada vez más cansados del islamismo de la que hace una década jaleaban como una democracia musulmana. Crecientemente caracterizada por las diatribas antioccidentales, Turquía corre el riesgo de ser comparado en las capitales de Occidente con el Irán revolucionario.

El académico Eyal Zisser, vicerrector de la Universidad de Tel Aviv, recuerda en esta pieza la manera servil con que los representantes políticos de los israelíes de origen árabe solían acudir a agasajar a tiranos como Gadafi o Bashar al Asad. Su boicot al funeral de Simón Peres demuestra, según Zisser, que prefieren cultivar el radicalismo antiisraelí en lugar de trabajar por el bienestar de sus votantes.

Al decidir boicotear el funeral de Peres, los líderes árabe-israelíes hicieron un mal servicio a los ciudadanos a los que, se supone, han de servir. Fue un gol en propia meta en la batalla de la población árabe por integrarse en la sociedad israelí y conseguir todos los derechos del Estado. El boicot, en realidad, fortalece la tesis de todos los que en Israel afirman que la lucha de los diputados árabes contra el Gobierno israelí y las instituciones no es por conseguir derechos o la [completa] integración, sino un combate nacionalista en el que están frente a frente contra el Estado mismo y todo lo que significa.

Pero parece que los líderes árabes en Israel han perdido el tren. El sector árabe-israelí puede votarles cada cuatro años pero, en términos cotidianos, creen en Israel, están cada vez más plenamente integrados en la estructura de la sociedad. Esto queda claramente demostrado por el hecho de que la mayoría de las autoridades locales árabes acudieron al Peres Center for Peace para presentar sus condolencias. Ellos conocen la diferencia entre la retórica estridente y los esfuerzos por mejorar las condiciones de vida de la población árabe.

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Fuente: El Medio

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