Obama y el intolerable ataque de la ONU a la legitimidad de Israel

La Resolución 2334 del Consejo General de la ONU que condena la construcción de viviendas en la Margen Occidental, incluida Jerusalén Este, es en sí misma ilegal, injusta e inmoral. No promueve, sino que perjudica, la causa de la paz, y dará lugar a más odio, violencia y muerte en Israel e incluso más allá de sus fronteras.

Jerusalén Este y toda la Margen Occidental constituyen un terreno disputado, y no ocupado, como insiste falsamente la ONU. El estatus final de esos territorios debe ser acordado por las partes en negociaciones bilaterales, de acuerdo con los Acuerdos de Oslo, jurídicamente vinculantes y que ahora el Consejo de Seguridad desprecia.

En su discurso tras la aprobación de la resolución, la embajadora de EEUU ante la ONU, Samantha Power, reafirmó la política de su país de bloquear “cualquier resolución que consideremos vaya en detrimento de la seguridad de Israel”. Pero su decisión de no bloquear la 2334 hace precisamente eso. Los líderes palestinos ya han celebrado la votación del Consejo de Seguridad como una victoria para ellos y una derrota para Israel. Históricamente, cada una de esas victorias les ha impulsado a incrementar la violencia contra Israel. Esta resolución, y la absolutamente garantizada negativa de Israel a aplicarla, será sin duda utilizada para justificar una escalada del odio, la violencia y los asesinatos.

Es exactamente este tipo de actitud por parte de organismos internacionales como la ONU y la UE, así como de líderes políticos y asociaciones pro derechos humanos, lo que ha conducido a una ronda tras otra de brutalidad palestina en la Margen Occidental y en el propio Israel, y a ataques terroristas lanzados desde Gaza, el Sinaí, Siria y el Líbano.

El patrón es conocido: responsabilizar a Israel por el fracaso del proceso de paz, condenar sus acciones militares y políticas y, casi como una ocurrencia sobrevenida, reprender de manera simbólica y genérica a los palestinos. El resultado es siempre el mismo: la agresión palestina, la acción defensiva israelí y la muerte y el sufrimiento consiguientes en ambas partes. Si esto no va en detrimento de la seguridad de Israel, cuesta imaginar qué podría hacerlo.

La violencia no se detendrá en las fronteras de Israel. Extremistas de todo el mundo verán avivado su odio a los judíos con esta resolución, pues encontrarán en ella justificación para la comisión de criminales ataques yihadistas.

Esta resolución también dará alas al movimiento BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) en todo el mundo, lo que resultará en un mayor aislamiento y demonización del Estado judío. Aumentará el creciente antisemitismo en Occidente, donde hoy los judíos y sus comunidades son sometidos a intolerables maltratos psicológicos, físicos y verbales, especialmente en los campus universitarios.

Lo que no se va a conseguir es estabilidad o progreso alguno en el proceso de paz. No son los denominados asentamientos lo que han socavado u obstaculizado la paz entre israelíes y palestinos. Ha sido la absoluta intransigencia de los líderes palestinos; su negativa a hacer concesión alguna en pro de la paz y su inflexible rechazo a un Estado judío con independencia de cuáles sean sus fronteras. La violencia árabe –no provocada– contra los judíos en el territorio de Israel ha persistido durante los siglos XIX y XX, mucho antes de la fundación del Estado o el comienzo de los asentamientos en la Margen Occidental.

Al margen de lo que quiera creer el Consejo de Seguridad de la ONU, el desmantelamiento de todos los asentamientos no nos acercaría un solo paso a la paz. De hecho, nos situaría más lejos, ya que los palestinos se sentirán victoriosos y empujados a su único objetivo, que es la dominación árabe sobre todo el territorio, desde el Jordán hasta el Mediterráneo.

De modo que, ¿cuál es el verdadero propósito de la Resolución 2334 del Consejo de Seguridad? Algo contra lo que nuestra organización, Friends of Israel Initiative, ha venido luchando desde que fue fundada por el expresidente del Gobierno español José María Aznar: la deslegitimación de Israel. Incluso el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, ya en el tramo final de su mandato, reconoció la semana pasada el grotesco prejuicio y la hipocresía de la ONU hacia Israel, que llega a “arruinar la capacidad de la ONU para desempeñar su función con eficacia”.

Los sucesivos presidentes de EEUU han buscado proteger a Israel de este malhadado prejuicio –que sólo él, de entre todos los países, tiene que afrontar–, a menudo vetando resoluciones injustas del Consejo de Seguridad que señalan a Israel como blanco de los ataques internacionales. Hasta ahora.

No es bueno que el equipo de Obama intente hacer creer que la abstención se decidió sobre la marcha. Más bien, fue planeada hace tiempo. Hace un año que conocemos la intención del presidente de golpear a Israel de esta precisa manera y en este preciso momento. Creemos que habría hecho lo mismo de haberle sucedido Hillary Clinton, en vez de Donald Trump. Las indudables dificultades que esta decisión impone al próximo presidente se consideran secundarias ante la necesidad de asestar un último golpe a Israel y apuntalar el legado obamita.

Seguimos confiando en que, como ya ha anunciado, el presidente electo, Donald Trump, actúe decididamente para mitigar el daño causado a Israel y aumentar la estabilidad entre las partes. Además de a analizar con dureza a la propia ONU, queremos instarle a que no se siga incentivando y financiando la violencia y la intransigencia palestinas resultantes de las políticas erradas de Obama y de muchos otros líderes del mundo, sobre todo de Europa.

También juzgamos sumamente necesario redoblar los esfuerzos globales contra el pernicioso movimiento BDS, que, como ya hemos señalado, se verá reforzado por la Resolución 2334. La campaña del BDS es un cáncer racista que no busca una solución de dos Estados, sino la destrucción del Estado judío mediante la discriminación y el boicot, y alienta el antisemitismo allá donde asoma la cabeza.

A pesar del insólito ataque del presidente Obama y el Consejo de Seguridad de la ONU, seguimos viendo un futuro más luminoso que nunca para el Estado judío, especialmente con el apoyo y la protección que esperamos de la Administración Trump. Pero también apelamos a los demás líderes democráticos del mundo, a menudo cegados por décadas de propaganda antiisraelí. El Estado de Israel necesita y merece su apoyo, así como el de EEUU. Israel es el único país democrático y liberal de Oriente Medio, y todo el mundo puede disfrutar en él de la libertad y la igualdad, con independencia de su raza, religión, sexo u orientación sexual. Además, para cualquier país de Occidente, y también para muchos de Oriente Medio, Israel sigue siendo un aliado crucial contra el terrorismo y la inseguridad globales.

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Fuente: El Medio

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