MbS está empeñado en que Arabia Saudí vuelva a ser grande

El mes pasado describí la agenda reformista de Mohamed ben Salman como “la verdadera Primavera Árabe”. El príncipe heredero saudí, de 32 años, conocido como MbS, se propone transformar radicalmente el reino ultraconservador, decía yo. Y se propone hacerlo con un movimiento de arriba abajo, de un modo autoritario que sintoniza mejor con el carácter y las necesidades de su pueblo. Sus métodos tienen menos probabilidades de desembocar en el caos y el fracaso de Estado que sucedió a las revueltas populares registradas en todo Oriente Medio y el norte de África entre 2010 y 2012.

Ahora llegan más pruebas de que MbS va en serio con la liberalización. El pasado día 4 las autoridades saudíes levantaron la prohibición que pesaba sobre el cine comercial desde hacía 35 años. Puede que a los americanos que lean la noticia les entre la risa: “¡Arabia Saudí da un paso audaz hacia 1905!”. Pero para los saudíes con pocos lugares para divertirse, quedar con la pareja y socializar, que vuelvan las veladas de cine no es un asunto menor. El anuncio se produce después de la decisión de MbS de conceder a las mujeres el derecho a conducir y a ir a ver partidos de fútbol. Ser joven y mujer en Arabia Saudí ya no será sinónimo de asfixiante aburrimiento.

Hay otras ventajas relacionadas con estos cambios. En primer lugar, al dar más poder a los jóvenes, MbS está reescribiendo el contrato social saudí. Durante décadas, el régimen procuró generosos subsidios vitalicios a cambio de que los saudíes cedieran la mayor parte de sus derechos como ciudadanos. Ese arreglo funcionó durante algún tiempo, pero cada vez es más insostenible, sobre todo si se tiene en cuenta que los precios del petróleo se mueven en torno a los 50 dólares el barril y es poco probable que aumenten en un futuro próximo.

Fue esta acechante crisis económica lo que impulsó a MbS a actuar. Otorgar a los jóvenes saudíes una mayor libertad personal, pensó, ayudará a que se vean como ciudadanos en vez de como súbditos dependientes de los subsidios. En paralelo a esta apertura social, MbS pretende ampliar la aportación privada al PIB, potenciar la participación de la mujer en el mercado laboral y eliminar una serie de ayudas y prestaciones. Éstas son reformas económicas políticamente difíciles. MBS está dorando inteligentemente la píldora.

En segundo lugar, las reformas liberalizadoras de MbS le ayudarán a asegurar su posición. Como decía en noviembre, el príncipe heredero está creando una base permanente de mujeres y jóvenes determinados a verle triunfar. Ahí tienen a un príncipe de su misma edad, que hace promesas audaces y las cumple. Otros príncipes y principitos de la Casa de Saúd serán ahora mucho más reacios a desafiar a MbS, por temor a desatar la ira de esos jóvenes. Se trata de populismo a la saudí.

Por último, está el benéfico impacto de todo ello en las relaciones públicas del reino. El archirrival de Arabia Saudí en la región, la República Islámica de Irán, ya no puede presentarse como un faro de progreso frente a la reaccionaria Riad. Durante años, Teherán trató de ganarse los corazones y las mentes de la región haciendo alarde de sus farsas electorales y de la libertad de las mujeres iraníes para conducir. Pero ahora las saudíes también pueden conducir. E incluso adelantan a sus homólogas iraníes, ya que pueden ir a los campos de fútbol.

A Riad le queda todavía mucho camino por delante. Un asunto importante que hasta ahora no ha tocado MbS es el del estatus de las minorías religiosas. El príncipe heredero puede sacar los colores a Teherán, y reforzar la legitimidad de su régimen, acabando con las restricciones y la maléfica persecución que pesan sobre la minoría chií. Tender la mano a los chiíes y colocarlos en puestos de responsabilidad ayudaría a mitigar la sensación de agravio de la comunidad y la vacunaría contra la propaganda antisaudí procedente de Irán. De igual modo, hace ya mucho que se debería haber permitido a los no musulmanes practicar su fe abiertamente.

Dar estos pasos dentro de un marco autoritario no hará a Mohamed ben Salman ganarse los aplausos de la brigada universalista de los derechos humanos de Occidente. Pero le afianzarán en su condición de figura árabe fundamental de la primera mitad del siglo XXI.

© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio
 

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Fuente: El Medio

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