Los auténticos asentamientos ilegales

Mientras la comunidad internacional sigue vapuleando a Israel por construir en los asentamientos judíos, los palestinos están acometiendo calladamente la construcción de barrios enteros en muchas partes de la Margen Occidental y Jerusalén. Además de pasar por alto el palestino, Occidente ha soslayado claramente una diferencia entre ambos empeños: mientras que las labores de construcción en los asentamientos y en los barrios judíos de Jerusalén se llevan a cabo desde hace mucho tiempo dentro de la legalidad y con los pertinentes permisos emitidos por las autoridades correspondientes, las palestinas son ilegales en todos los aspectos.

Con esta empresa que desarrollan entre bastidores, que no cumple ni siquiera los mínimos estándares exigidos por los ingenieros, arquitectos y planificadores de viviendas, el objetivo de los palestinos es crear realidades irreversibles sobre el terreno.

Una vuelta rápida por las áreas que rodean Jerusalén por el norte, el este y el sur permite ver las colosales construcciones que se están acometiendo. En la mayoría de los casos, estos edificios, de gran altura, se han plantado unos junto a otros sin licencia, sin una adecuada planificación o sin atención a las medidas de seguridad.

El asentamiento judío de Amona, en el centro de la Margen Occidental, hogar de 42 familias, es actualmente objeto de una encendida polémica en Israel y en la escena internacional. En 2006, la Corte Suprema de Israel dictaminó que es ilegal bajo la legislación israelí porque está ubicado en tierras privadas palestinas. En 2014, la Corte ordenó al Gobierno israelí que lo evacuara y demoliera totalmente en un plazo de dos años.

Como demuestra Amona, en Israel nadie está por encima de la ley. Israel presume de un poder judicial independiente sin parangón en el mundo. 

Sin embargo, mientras en Israel se intensifica el debate sobre el destino de Amona, los palestinos burlan las leyes y las regulaciones en materia de construcción acometiendo la construcción masiva de barriadas y edificios ilegales. Al parecer, los asentamientos sólo son “un gran obstáculo para la paz” cuando son los judíos quienes los construyen.

En los últimos años, los palestinos, con la ayuda de los donantes occidentales que sólo consideran anatema que construyan los judíos, están trabajando día y noche para crear realidades irreversibles no ya con viviendas unifamiliares, sino con moles de gran tamaño. La mera magnitud del empeño plantea una cuestión: ¿quién ha estado financiando estas colosales ciudades dentro de ciudades? ¿Y por qué? Hay buenas razones para creer que la OLP, algunos árabes y musulmanes y sobre todo la Unión Europea están detrás del esfuerzo palestino.

Irónicamente, todo esto está teniendo lugar pese a que significa que los palestinos están robando tierras a su propio pueblo.

Los palestinos están construyendo sobre todo en la denominada Área C de la Margen Occidental, que, según los términos de los Acuerdos de Oslo, se supone es de control exclusivo de Israel. El bum constructor ha hecho eclosión en numerosos barrios –y aldeas–  de los alrededores de Jerusalén, en el norte, el este y el sur, lo que deja a la ciudad con una única opción, expandirse hacia el oeste; en efecto, se está levantando un enorme cinturón de cemento para rodear Jerusalén y cercar a los judíos.

Se ha disparado el número de barrios árabes del entorno de Jerusalén con edificios de gran altura. Algunos están separados unos de otros por unos pocos pasos, y la mayoría carece de sistemas de saneamiento adecuados. El precio de los apartamentos oscila entre los 25.000 y los 50.000 dólares. Estos precios son irrisorios en comparación con el coste real de los apartamentos en los barrios, tanto árabes como judíos, legales de Jerusalén. Hoy, es casi imposible comprar un piso de tres habitaciones en la ciudad por menos de 250.000 dólares.

Los nuevos barrios se ubican en Kufr Akab, Samiramis, Kalandia, Beit Hanina, Shufat, Ras Jamis y Anata, en el norte de Jerusalén. En el sur y en el este han aparecido nuevos barrios de manera notablemente repentina en Ras al Amud, A Tur, Al Zaim, Jabal Mukaber y Um Tuba. Estas zonas se encuentran dentro de los límites municipales de Jerusalén. Sin embargo, al no frenar la construcción ilegal y permitir el asedio de la ciudad desde el norte, el este y el sur, las autoridades municipales, si no toman medidas inmediatamente, estarán admitiendo que Israel ha perdido la guerra contra la construcción palestina ilegal.

Alarmado por la construcción ilegal en curso, el alcalde de Jerusalén, Nir Barkat, tomó la insólita medida de solicitar al Tribunal Superior permiso para demoler 14 estructuras construidas ilegalmente en el este de la ciudad.

Más importante aún es saber que no hay una crisis de vivienda para la población árabe. No es una crisis de vivienda árabe lo que está propiciando esta ola de construcciones palestinas ilegales. Más bien, el objetivo es político: demostrar al mundo que Jerusalén no es una ciudad judía sino árabe. En general, los apartamentos siguen vacíos: simplemente, no hay una verdadera demanda.

¿Quién está detrás de esta insólita ola de construcciones ilegales? Según los habitantes árabes de Jerusalén, muchos de los contratistas son en realidad ladrones de tierras y maleantes que echan mano de terrenos de propiedad privada palestina o cuyos propietarios viven en el extranjero. Pero también señalan que la UE, la OLP y algunos Gobiernos árabes e islámicos están financiando el proyecto.

“Localizan una parcela vacía y se trasladan allí rápidamente para apoderarse de ella”, dijo un residente cuya tierra fue confiscada por los contratistas ilegales.

Te dicen que, si no te gusta, vayas al juzgado, sabiendo que para cuando hayan acabado los procesos legales les habrá dado tiempo a construir un edificio e incluso vender algunos de los apartamentos.

Muchos árabes que poseen tierras se sienten impotentes. Nos dicen que es su deber nacional construir todo lo que puedan en terrenos vacíos, porque si no serán los judíos los que lo hagan.

Los palestinos calculan que en los últimos años han logrado construir más de 15.000 viviendas ilegales en los alrededores de Jerusalén, dentro de un plan para rodear la ciudad. Hasta la fecha, se sigue construyendo sin descanso. Parte de la financiación proviene de la Autoridad Palestina (AP) y algunos países árabes e islámicos, entre ellos Qatar, Arabia Saudí, Emiratos, Kuwait y otros países ricos en petróleo del Golfo. Sin embargo, los palestinos siguen quejándose de que la financiación árabe e islámica es menor de la esperada.

En el Área C, que comprende el 60% de la Margen Occidental, la Unión Europea, que condena duramente que se construya en asentamientos judíos aduciendo que es ilegal, financia abiertamente la construcción ilegal palestina. La UE alega que su financiación de la construcción palestina entra en la categoría de “ayuda humanitaria” y la ampara el derecho internacional.

El verdadero objetivo de la UE es ayudar a los palestinos a crear estas realidades irreversibles sobre el terreno, en previsión de cualquier posible acuerdo de paz entre los palestinos e Israel. Tiene el propósito de facilitar la misión de los palestinos de apoderarse del mayor territorio posible, aunque eso signifique financiar la construcción ilegal o proveer casas móviles a las comunidades palestinas de la zona.

En resumen, son la UE y algunos países árabes y musulmanes los que están pagando la construcción de los asentamientos palestinos ilegales, mientras exigen que Israel deje de construir nuevas viviendas para familias judías en barrios de Jerusalén o en los asentamientos ya existentes en la Margen Occidental.

La hipocresía y la pura maldad de la UE y el resto de la comunidad internacional en la cuestión de los asentamientos israelíes son deslumbrantemente transparentes. Sin embargo, también estamos siendo testigos de la hipocresía de muchos en los grandes medios occidentales, de esas decenas de corresponsales que ven con sus propios ojos el aumento de los asentamientos palestinos en cada parte de Jerusalén pero optan por informar únicamente de las construcciones judías.

Cuarenta y dos familias judías de Amona han captado la atención del mundo, pero ¿qué piensa el mundo de la apropiación palestina de territorios? Es hora de hacer frente a esta traición, ilegalidad y doble moral y exigir que también los palestinos cesen en la construcción de asentamientos ilegales, concebidos con un único objetivo: predeterminar el resultado de cualquier acuerdo de paz.

© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio

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Fuente: El Medio

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