La última afrenta de Kerry a Israel

Son los últimos días de la Administración Obama, y proliferan los desafíos globales a los intereses americanos. En Siria, que dejará una tacha sangrienta en la reputación de Barack Obama y John Kerry, la matanza continúa. Los esfuerzos para liberar Mosul del ISIS se ralentizan. También siguen ahí el aumento de la influencia de Irán en el Golfo y el Levante, el de la de China en Asia y el Pacífico Occidental, así como el la de la Rusia de Putin en Europa y el Medio Oriente.

Uno podría pensar que cualquiera de esos asuntos podría ser la materia del discurso de despedida del presidente o del secretario de Estado. Pero uno podría equivocarse.

John Kerry pronunció este miércoles el que probablemente haya sido el más importante discurso de la Administración Obama, y el objeto del mismo fue el conflicto israelo-palestino, en especial el crecimiento de los asentamientos israelíes. Así que la Administración Obama termina como empezó: obsesionada con los israelíes y los palestinos, como si su conflicto fuera clave para la paz en toda la región, y como si la construcción de viviendas en los asentamientos y en Jerusalén fuera el mayor obstáculo a un acuerdo de paz.

En su alocución, notable por su extensión, su tono defensivo e incluso estridente, sus ataques al Gobierno de Israel y la ausencia de ideas nuevas, Kerry trató de explicar tanto la decisión norteamericana de no votar la resolución del Consejo de Seguridad de la semana pasada como los ocho años de fracasada política exterior de Obama. El argumento central fue que la solución de los dos Estados es esencial, es posible y está siendo destruida por los asentamientos israelíes. La Administración no vetó la resolución, dijo Kerry, porque era equilibrada: reprendía a Israel por la expansión de los asentamientos y a los palestinos por la incitación a la violencia.

El último punto es significativo, y muestra el error fundamental de la argumentación de Kerry. La resolución del Consejo de Seguridad hará auténtico daño a Israel, porque al considerar todos los asentamientos e incluso la construcción de viviendas en Jerusalén Este una violación de la legalidad internacional abre la puerta a más boicots contra Israel y a la persecución judicial (en tribunales de todo el mundo o en la Corte Penal Internacional) de funcionarios o colonos israelíes. El equilibrio que llevó a la Administración a permitir la aprobación de la misma sencillamente no existe: en ella no hay un llamamiento a los palestinos a que dejen de glorificar el terrorismo mediante la imposición a escuelas y plazas de nombres de asesinos y la celebración de sus logros. La resolución de marras no menciona a los palestinos en ese contexto y simplemente “llama al cumplimiento de las obligaciones contraídas ante la legalidad internacional para fortalecer los esfuerzos en curso para combatir el terrorismo (…) y condenar claramente todos los actos de terrorismo”. En ese texto supuestamente equilibrado, Israel es condenado pero a los palestinos jamás se les critica.

En su discurso, Kerry dijo: “Repetida y enfáticamente hemos enfatizado ante los palestinos que debe ponerse fin a toda incitación a la violencia”. De hecho, se demoró en tales prácticas palestinas, como si repitiendo lo mucho que le disgustan reforzara su posición. Pero resulta que no, porque EEUU se ha estado quejando durante todos los años de Administración Obama y no ha obtenido el menor resultado al respecto. La clave aquí es que los palestinos jamás han sido penalizados por glorificar el terrorismo, y que tampoco lo hizo la resolución de la semana pasada. La resolución dañará a Israel y no hará nada a los palestinos, lo que significa que no es equilibrada y que el argumento de Kerry es falso, así de sencillo.

Kerry reconoció que, por sí mismos, los asentamientos no son “la sola causa, ni siquiera la principal”, del fracaso a la hora de alcanzar un acuerdo de paz, y que los canjes de territorio harían que Israel absorbiera a la mayor parte de la población de los mismos. Desde luego, estuvo en lo cierto al señalar que, cuanto más colonos haya más allá de la barrera de seguridad israelí, más difícil será encontrar apoyo político en cualquier coalición israelí de Gobierno a un acuerdo de paz que signifique su traslado. Estuvo asimismo acertado al sugerir que el fortalecimiento del movimiento colono hace difícil para cualquier primer ministro negociar y desafiar la lógica de una población colona en aumento en zonas que bajo cualquier acuerdo concebible no formarán parte de Israel. Y también hizo sugerencias prácticas para mejorar la vida de los palestinos, por ejemplo mediante la expansión de sus actividades económicas en el Área C, que comprende el 60% de la Margen Occidental.

Si se hubiera centrado en estas cuestiones prácticas en estos últimos cuatro años, si hubiera hecho su alegato sobre la actividad en los asentamientos sin tonos apocalípticos, y si hubiera alguna vez penalizado a los palestinos por asesinar israelíes y posteriormente glorificar esos crímenes, sus razones podrían ser más persuasivas y recibir una mayor atención. Pero ahora parecen la última defensa de una política que no ha conseguido nada salvo dañar las relaciones bilaterales EEUU-Israel.

Kerry se presentó como un entregado amigo de Israel, pero lo que más poderosamente se hizo patente fue su completo fracaso a la hora de entender cómo se consiguen avances. Tanto él como Obama trataron desde el principio de llegar a un imposible acuerdo omnicomprensivo (como Bill Clinton y George W. Bush), en vez de centrarse en los avances paulatinos que verdaderamente podían conseguirse. Llamar al avance paulatino tres semanas antes de abandonar el poder es una insensatez; él desperdició cuatro años y Obama ocho desechándolos como indignos de prohombres como ellos. En su discurso, Kerry llamó a dar “pasos realistas sobre el terreno” para establecer el camino. Si hubiera dicho eso en 2013, cuando asumió el cargo, o si Obama lo hubiera dicho en 2009, el avance habría sido posible.

¿Pero por qué no es posible un acuerdo omnicomprensivo? Aquí Kerry se mostró desesperanzado. Dijo que se fracasó por falta de confianza mutua entre las partes, no porque éstas estén muy distanciadas. Es un viejo argumento: están muy cerca, los asuntos no son tan complicados, démosles un impulso y pongámoslos sobre la línea. Los líderes americanos llevan intentado lo mismo desde 1967, y no fue tanto la audacia como la vanidad lo que llevó a Kerry a creer que podría tener éxito donde todos sus predecesores fracasaron. Pero las partes están alejadas, muy alejadas, y los parámetros de Kery para la paz lo demuestran; como han demostrado que su Administración, en su búsqueda de la paz, ha fracasado en todo salvo en socavar la posición israelí.

Kerry propuso seis puntos o parámetros para la búsqueda de un acuerdo de paz omnicomprensivo: debe haber fronteras seguras y un Estado palestino viable y contiguo; debe haber dos Estados en los que se garanticen plenos e iguales derechos a todos los ciudadanos; ha de resolverse la cuestión de los refugiados; Jerusalén ha de ser la capital de ambos Estados y no ha de ser dividida; la ocupación debe terminar, Israel debe disfrutar de seguridad y Palestina no ha de ser militarizada; y debe ponerse un punto final definitivo al conflicto que extinga cualquier reclamo.

Lo primero que ha de decirse es que esta fórmula se parece bastante a los Parámetros Clinton del año 2000; no hay nada tremendamente novedoso en esas propuestas. De hecho, exactamente hace 16 años esta semana, Clinton fue más preciso en sus ideas. Por qué es esencial, o útil, restaurar los Parámetros Clinton, pero con más ambigüedad, antes de que Obama deje el poder es un asunto misterioso. La propuesta de Kerry equivale a retrasar el reloj en varios aspectos, y nunca en beneficio del Estado judío. La cuestión de los refugiados es el mejor ejemplo. George W. Bush dijo en 2004: “Parece claro que un marco convenido, justo y realista para una solución de la cuestión de los refugiados como parte de cualquier acuerdo final precisará (…) el establecimiento de un Estado palestino y el asentamiento en él de los refugiados, no en Israel”. Como las últimas palabras dejan claro, no habrá derecho de retorno para los palestinos. ¿Por qué, en vez de andarse con vaguedades, no podía Kerry decir eso?

La Administración también ha retrasado el reloj al acordar que todos los asentamientos violan la legalidad internacional, lo que seguramente hará más difícil para los israelíes aducir que tienen el derecho a conservar algunos en un acuerdo final negociado. La posición norteamericana previa, la de los años de Bush, era que la expansión de los asentamientos no ayudaba, formulación mucho menos perjudicial para la posición israelí. Israel es una democracia que garantiza sus derechos a los árabes israelíes, que tienen 13 representantes entre los 120 miembros de la Knéset [el Legislativo israelí] y se ven protegidos por su sistema judicial. Su prensa es libre. Su población cristiana crece. La Autoridad Palestina no celebra elecciones desde 2006, y ejerce una creciente represión sobre la libertad de expresión y prensa. Kerry no vio la menor razón para decir esto, mientras calumniaba a Israel. La cuestión de los ciudadanos árabe-israelíes no tiene cabida en las discusiones sobre el acuerdo de paz entre Israel y la OLP, y la alusión de Kerry a la misma fue equivocada e injusta.

También trató injustamente Kerry a Israel, en la misma manera en que lo hizo Obama durante su discurso de El Cairo en 2009, al igualar lo desigual de una forma que desafía la moralidad. En su discurso, Obama notablemente habló del Holocausto y luego dijo: “Por otro lado, es igualmente innegable que el pueblo palestino –musulmanes y cristianos– ha sufrido…”; como si la ocupación israelí de la Margen Occidental fuera moralmente equivalente al genocidio nazi. En sus declaraciones, Kerry denunció el terrorismo y dijo: “La más reciente oleada de violencia palestina ha incluido centenares de ataques terroristas a lo largo del último año, y comprendido apuñalamientos, tiroteos, ataques con vehículos y con explosivos…”. Asimismo, señaló que los líderes palestinos no condenaron los ataques terroristas y pusieron a plazas públicas el nombre de terroristas. Pero después añadió que, “al mismo tiempo” (el “por otro lado” de Obama), el número de colonos sigue creciendo. Así que, de nuevo, la Administración presenta la construcción de viviendas en la Margen Occidental y los actos terroristas como moralmente equivalentes.

La cuestión que más claramente muestra que las partes están muy alejadas y que el acuerdo de paz no está próximo es Jerusalén. Kerry propuso que compartieran una ciudad indivisa que sería la capital de los dos países. ¿Cómo se hace eso? No dio la menor pista. Kerry cerró su discurso con una previsible referencia a su asistencia, junto con Obama, al funeral de Simón Peres en el cementerio del Monte Herzl de Jerusalén, pero no dijo nada del infame incidente que generó. El elogio fúnebre de Obama fue divulgado por la Casa Blanca con un el encabezado “Jerusalén, Israel”, pero después lo corrigió tachando la palabra Israel. Parece que Kerry y la Administración Obama eran y son incapaces de decir en qué país está enterrado Peres.

Kerry declaró que la resolución de Naciones Unidas de la semana pasa, que considera la construcción de viviendas israelíes en Jerusalén Este “una flagrante violación de la legalidad internacional”, no es nada novedosa y que esa siempre ha sido la posición norteamericana. Y que de ninguna manera prejuzga las negociaciones sobre el estatus final de Jerusalén. Pero esa es precisamente la cuestión: EEUU está diciendo que Israel no tiene derecho al Muro de los Lamentos y que debe negociar por él.

En la semana pasada se dio a conocer en la Ciudad de David de Jerusalén un camino restaurado de 2.000 años de antigüedad que conduce al Muro de los Lamentos. El camino es de unos 45 metros y fue construido cerca de la Piscina herodiana de Siloam, donde los fieles se lavaban antes de llegar al Templo. La piscina es mencionada en el Libro de Isaías y en el evangelio de San Juan, y el camino empieza justo al sur de la Ciudad de David y llega a los pies del Arco de Robinson del Muro Occidental. Pero no hay de qué preocuparse: los israelíes pueden tratar de negociar el control del lugar con la OLP, y EEUU no hará nada para sugerir que Israel debería tener soberanía sobre el mismo, o sobre el propio Muro Occidental, ya puestos.

Kerry concluyó su discurso declarando: “Definitivamente, ha llegado la hora de que israelíes y palestinos tomen decisiones difíciles por la paz”. Ciertamente, es así, pero las probabilidades de que tal ocurra disminuyen cuando una Administración no ejerce la menor presión sobre la parte palestina y respalda su recurso a Naciones Unidas mientras se niega a mantener negociaciones cara a cara con los israelíes. En los 70 minutos de apología pro vita sua de Kerry no hubo tiempo para que dijera que en dos ocasiones, en 2000 y 2008, Israel hizo serias ofertas de paz, que fueron de igual modo rechazadas por los palestinos. Kerry no dijo que, durante ocho años, la Administración Obama ha tratado sin el menor éxito de llevar a los palestinos a negociaciones serias, y que él mismo ha fracasado a la hora de implicar al presidente palestino en cualquier esfuerzo serio por la paz. Kerry no ha explicado por qué no ha conseguido nada y por qué al final su Administración, por usar la gran frase de Daniel P. Moynihan, se ha “unido a los chacales” en las Naciones Unidas.

Hubo cierto patetismo en ese último discurso de Kerry. Dijo que no quiere dañar a Israel, del que afirmó es “un país especial al que inmediatamente admiré y llegué a amar”. Pero el daño que le ha hecho está ahí; y si él no puede comprenderlo, los israelíes sí.

© Versión original (en inglés): The Weekly Standard
© Versión en español: Revista El Medio

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Fuente: El Medio

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