La alianza de Estados Unidos con Turquía se desmorona

La relación de Estados Unidos con Turquía ha empeorado sensiblemente en los meses transcurridos desde que Donald Trump es presidente. La dinámica de los últimos años se ha intensificado en las últimas semanas, a resultas de lo cual la relación bilateral parece cada día más conflictiva.

El domingo 8, la misión estadounidense en Ankara anunció que interrumpía los servicios de visado a los no inmigrantes. Esto significa que los turistas o visitantes puntuales que viajen desde Turquía no podrán entrar en Estados Unidos. La embajada de Turquía en Washington respondió enseguida de la misma manera, suspendiendo todas las solicitudes de visado desde Estados Unidos.

El conflicto lo provocó la detención por parte de Turquía de un empleado de la embajada de EEUU, quien, según los turcos, tenía información sobre la implicación de Estados Unidos en el intento de golpe de Estado para derrocar al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, registrado el año pasado. Erdogan insiste en que el golpe fue obra de turcos fieles a Fethullah Gülen, un antiguo imán de 76 años exiliado en Pensilvania. Los insurrectos gulenistas, ha alegado Erdogan, están financiados y apoyados por Estados Unidos.

Turquía detuvo a otro empleado de la embajada estadounidense el lunes 9, junto a su mujer y a su hijo. Al día siguiente, Erdogan declaró en rueda de prensa que los empleados del consulado estadounidense mantenidos en custodia eran espías. Llegó incluso a acusar al embajador saliente de EEUU, John Bass, de sabotear las relaciones bilaterales. Hace unos días, Bass insistía en que Ankara aún no había comunicado oficialmente a la misión estadounidense los motivos de la detención de los empleados de su embajada.

Los diplomáticos occidentales no son los únicos objetivos de la furia de Erdogan. El miércoles 11, un tribunal turco condenó en rebeldía a la periodista de The Wall Street Journal Ayla Albayrak a dos años y un mes de cárcel por difundir propaganda terrorista. El verdadero delito de Albayrak fue entrevistar a miembros del ilegal Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), en una crónica sobre el conflicto de Turquía con los kurdos. Albayrak está a salvo en Nueva York, pero otros cientos de periodistas –tanto turcos como ciudadanos de otros países occidentales– no tienen tanta suerte. “Amnistía Internacional y otras organizaciones de defensa de los derechos humanos dicen que Turquía tiene más periodistas encarcelados que cualquier otro país del mundo”, informó The Wall Street Journal. “Las autoridades han cerrado más de 150 medios al amparo de las órdenes ejecutivas del estado de emergencia, según Human Rights Watch y Freedom House”.

Los arranques coléricos de Erdogan siguieron el jueves 12. En otro discurso, el presidente turco acusó a Estados Unidos de proporcionar “armas gratis a una organización terrorista”, específicamente a las YPG kurdas. Dijo que Estados Unidos había enviado unos 3.500 camiones y cientos de armas pesadas a los rebeldes kurdos “para cercarnos desde el sur”. EEUU ha estado armando a las facciones rebeldes kurdas, incluidas las YPG, sí, pero porque son la fuerza miliciana más capaz contra el ISIS en Siria.

Por muy capaces que sean las milicias kurdas, eso no ha impedido a Estados Unidos desplegar sus tropas en el país. El despliegue ha incluido vehículos de combate Stryker, enviados a la frontera turco-siria en marzo no para combatir al ISIS, sino, según un portavoz de la coalición estadounidense, para, explícitamente, “detener cualquier acción hostil contra la ciudad y sus civiles, posibilitar la gobernanza local y asegurar que no persiste la presencia de las YPG”. Las únicas fuerzas que había que disuadir eran las unidades turcas que llevaban a cabo misiones de combate por tierra y aire contra los kurdos.

Este antagonismo no es precisamente la conducta esperada entre aliados de la OTAN, pero Ankara se está comportando cada vez menos como una capital de la Alianza. El jueves, Erdogan anunció su intención de suspender todas las compras de armas a Estados Unidos. Esta noticia llega tras el anuncio de los planes turcos de comprar a Rusia sofisticados sistemas de misiles tierra-aire S-400. El acercamiento de Turquía, no sólo a Rusia, también a Irán, otro beneficiario de Moscú, ha hecho que los observadores teman estar asistiendo a un auténtico prodigio: la creación de una alianza antioccidental que incluye a un miembro de la alianza occidental.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, insiste en que no está preocupado; Turquía ha tanteado a Francia y a Italia sobre la compra de sistemas similares, y los S-400 no se integrarán en la red colectiva de defensa aérea de la OTAN. Seguramente no aplacó los temores de Stoltenberg el hecho de que la agencia de noticias estatal turca Anadolu publicase un gráfico que mostraba exactamente qué aviones de guerra estadounidenses pueden destruir los S-400 rusos.

Nada agradaría más a los enemigos de Occidente que ver la fragmentación de la OTAN. Aunque Turquía es un aliado sólo en el nombre, seguirá siéndolo en un futuro próximo. Pero la ficción de la alianza estadounidense con el autócrata de Ankara no necesita escenificarse con gestos de falsa amistad. No espere que se vuelvan a expedir visados de un día para otro.

© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio
   

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Fuente: El Medio

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