Irán toma como rehén a otro ciudadano americano

Irán acaba de condenar a un graduado de Princeton con nacionalidad americana llamado Xiyue Wang a diez años de cárcel. Por espionaje. Su profesor Stephen Kotkin ha declarado al Washington Post que Wang es “inocente de todos los cargos”. Por supuesto que es inocente. Wang es sólo el último en una larga lista de estadounidenses secuestrados por el régimen más pertinazmente secuestrador del planeta.

No olvidemos la crisis de los rehenes de 1979, cuando seguidores radicales del ayatolá Ruholá Jomeini irrumpieron en la embajada de EEUU en Teherán y durante 444 días retuvieron a 53 diplomáticos y otros civiles norteamericanos. Fue un suceso extraordinariamente despreciable que ni siquiera la República Islámica ha repetido.

El arresto y condena de Wang por espionaje forma parte de un patrón que lleva ahí años. Se trata del mismo régimen que condenó al periodista del Washington Post Jason Rezaian por espionaje y que lo liberó –así como a otros tres prisioneros– el año pasado, el mismo día en que el Gobierno de EEUU pagó a Irán 400 millones de dólares. El Departamento de Estado norteamericano dijo que esos 400 millones no eran un rescate porque Washington debía a Teherán ese dinero desde antes de la revolución de 1979, pero el Gobierno iraní lo consideró de todas formas un rescate. “La recuperación de todo ese dinero fue a cambio de la liberación de los espías americanos”, dijo el general Mohamed Reza Naghdi, comandante de la milicia Basij, en la televisión estatal iraní, sin preocuparse por el hecho de que esos “espías” no lo eran en absoluto.

La única circunstancia extraordinaria en el caso Wang es que éste tiene doble nacionalidad sino-estadounidense. El Gobierno iraní por lo general captura individuos con doble nacionalidad irano-americana, presumiblemente porque piensa que puede hacerse con ellos más fácilmente.

Hace dos meses, diplomáticos americanos e iraníes se reunieron en Viena y hablaron de otra remesa de cuatro ciudadanos irano-americanos retenidos en Irán: el galerista Karan Vafadari y su mujer, Afarin Niasari; el empresario Siamak Namazi y su padre, Baquer Namazi. El portavoz del Ministerio de Exteriores iraní, Bahram Ghasemi, confirmó al New York Times que representantes de los dos Gobiernos se reunieron y discutieron sobre el destino de esa gente, y dijo que conversaciones similares tuvieron tugar en el pasado, “con resultados positivos”. Si esos prisioneros fueron detenidos y condenados legal y adecuadamente, ¿a qué se discutir siquiera con EEUU sobre el particular? ¿Qué “resultados” podrían ser “positivos” desde el punto de vista iraní si su régimen no obtuviera algo a cambio?

Incluso si la detención y procesamiento de Wang no formara parte de una bien establecida pauta, siempre habríamos de ser escépticos cuando un Estado policial nos dije por qué mete entre rejas a alguien. A principios de este mismo mes, Lahav Harkov escribió un artículo tremendo en el New York Post fulminando a los comentaristas occidentales que tomaron en serio el alegato norcoreano de que se había sentenciado al estudiante de la Universidad de Virginia Otto Warmbier a 15 años de trabajos forzados porque había robado cartel propagandístico en su hotel.

El régimen forzó a Warmbier a confesar su crimen ante las cámaras. Y Warmbier dijo que había seguido órdenes de su iglesia metodista de Ohio a la hora de robar el cartel. Para qué hablar de la ridícula pretensión de que una iglesia norteamericana haya ordenado a nadie robar un poster en Corea del Norte. Warmbier ni siquiera era fiel de la Iglesia Metodista de la Fraternidad de Ohio, ni de ningún otra iglesia de ningún otro sitio.

Warmbier era judío.

Durante la confesión forzada de Warmbier, o bien el régimen le dijo que dijera que seguía órdenes de su iglesia, o bien Warmbier incluyó esa falsedad fácilmente comprobable para comunicar al resto del mundo que su confesión era una farsa.

“En Corea del Norte, como en la Unión Soviética, no hay nada como un juicio justo”, escribe Harkov. “Es un régimen perverso, y comprar su relato no hace más que reforzarlo”. Lo mismo cabe decir del régimen iraní, y por las mismas razones.

Por otro lado, la CIA no manda a espiar a Irán a graduados sino-americanos. ¿De qué diablos podría enterarse en Irán, o en cualquier otro sitio, un estudiante extranjero que los Gobiernos del mundo no supieran ya?

Desde el mismo momento en que empecé a trabajar en Oriente Medio como periodista, todo tipo de gente me ha acusado de ser un espía. Al principio no sabía ni qué decir. Difícilmente podría convencer a nadie de lo contrario. Aproximadamente un año después, el gerente de un hotel de Beirut prácticamente me suplicó que le consiguiera un trabajo en la CIA. Le dije que ni siquiera conocía a nadie de la CIA, pero le reconocí que él sería un mejor espía que yo. Entonces fue cuando me saltó el chip. Entonces supe convencer a los mesorientales de que no era un espía.

Desde ese día, di en decir lo que sigue:

No sería útil como espía. Soy un hombre blanco procedente de EEUU. En tu país, los espías de EEUU son nativos. Se mezclan con la gente. Hablan su idioma con su mismo acento. Y trabajan en los más altos niveles del Gobierno y del Ejército.

No se precisa ser un experto en inteligencia, ni siquiera leer películas de espías, para saber que así es como funciona el mundo del espionaje. Nada podría tener más sentido, Los periodistas y los estudiantes extranjeros no se mezclan con los locales, casi nunca hablan el idioma local con acento local, no pueden acercarse siquiera a un kilómetro de la información sensible y no pueden saber nada que la CIA no sepa ya.

Alguien como Xiyue Wang o como yo puede ser un analista de inteligencia, desde luego; pero si ese fuera el caso, estaríamos trabajando en Langley, Virginia, no en Teherán, Beirut o Damasco. Y sí, alguien como Xiyue Wang o o como puede ser un reclutador; pero entonces estaríamos ligados a la embajada americana, no a una universidad o a un medio de comunicación.

Por eso es obvio que, aún más que los americano-iraníes usualmente capturados en Irán, Wang es un rehén y no un espía.

© Versión original (en inglés): World Affairs Journal
© Versión en español: Revista El Medio

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Fuente: El Medio

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