Hezbolá: el agente, emisario y mazo de Irán en Medio Oriente

Durante tres décadas, Hezbolá (o Partido de Dios, en árabe) mantuvo un enfoque único como un grupo militar que combatía a Israel. Construyó una red de búnkeres y túneles cerca de la frontera sur de Líbano, entrenó a miles de combatientes comprometidos con enfrentar al ejército israelí y reunió un arsenal de cohetes capaces de llegar lejos en el Estado judío. 


Una valla con la imagen de Hassan Nasrallah, el líder de Hezbolá, al centro, en Beirut, Líbano Credit Sergey Ponomarev para The New York Times

Sin embargo, al tiempo que Medio Oriente ha cambiado —con conflictos que a menudo no tienen nada que ver con estallidos de violencia relacionados con Israel—, Hezbolá también se ha modificado. Ha ampliado su esfera de operaciones con rapidez; ha enviado legiones de combatientes a Siria; ha mandado entrenadores a Irak; ha respaldado a los rebeldes de Yemen; ha ayudado a organizar un batallón de militantes provenientes de Afganistán que pueden pelear en casi cualquier parte.

En consecuencia, Hezbolá no es solo un poder en sí mismo, sino también uno de los instrumentos más importantes de su patrocinador, Irán, para conseguir la supremacía regional. Hezbolá participa en casi cualquier lucha que le importe a Irán y, lo que es todavía más relevante, ha ayudado a reclutar, entrenar y armar a una diversidad de nuevos grupos militares que también promueven la agenda iraní.

Un tanque Merkava israelí con el cañón torcido está en exhibición en un museo de guerra administrado por Hezbolá en la población de Mleeta, en el sur de Líbano. CreditSergey Ponomarev para The New York Times

Fundado con la asesoría de los iraníes en la década de 1980 como una fuerza de resistencia contra la ocupación israelí en el sur de Líbano, Hezbolá se convirtió en el prototipo de esas milicias que ahora Irán respalda por toda la región. Hezbolá ha evolucionado hasta convertirse prácticamente en el brazo virtual de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, pues proporciona el tejido conectivo para la creciente red de poderosas milicias.

Meses de entrevistas con funcionarios, combatientes, comandantes y analistas de nueve países, así como con miembros de Hezbolá, revelan una organización con nuevos poderes y alcances que no ha sido ampliamente reconocida. Los dirigentes iraníes confían cada vez más en ella para lograr sus metas.

Irán y Hezbolá se complementan uno al otro: ambos son poderes chiitas en una parte del mundo predominantemente sunita. Para Irán —una nación persa en una región mayoritariamente árabe—, Hezbolá no solo proporciona pericia militar, sino también a líderes que hablan árabe y agentes que pueden trabajar con facilidad en el mundo árabe. Por su parte, la alianza para Hezbolá significa dinero para operar una amplia red de servicios sociales en Líbano, formada por escuelas, hospitales y tropas de reconocimiento, así como armas, tecnología y salarios para sus decenas de miles de combatientes.

La red que Hezbolá ayudó a construir ha modificado los conflictos en la región. En Siria, las milicias han tenido un papel fundamental apoyando al presidente Bashar Al Asad, un importante aliado de Irán. En Irak, están peleando contra el Estado Islámico y promoviendo los intereses iraníes. En Yemen, han tomado la ciudad capital y han arrastrado a Arabia Saudita (enemiga de Irán) a un costoso atolladero. En Líbano, transmiten noticias a favor de Irán y organizan fuerzas para luchar contra Israel.

Nasrallah en un mensaje televisado durante un mitin en junio en Beirut CreditSergey Ponomarev para The New York Times

Los orígenes de esa red se remontan a la invasión estadounidense a Irak en 2003, cuando Irán convocó a Hezbolá para que ayudara a organizar a las milicias iraquíes chiitas que en los siguientes años mataron a cientos de tropas estadounidenses e iraquíes.

Las guerras recientes han permitido a Irán revivir y expandir esa red, y algunos de los grupos que Hezbolá entrenó en Irak ahora están devolviéndole el favor enviando combatientes a Siria.

Más que solo una alianza política, Hezbolá y sus aliados tienen nexos ideológicos profundos con Irán. La mayoría defiende el Wilayat Faqih, el concepto de que el líder supremo iraní es la mayor autoridad política y la principal autoridad religiosa. También proclaman su objetivo de combatir los intereses israelíes y estadounidenses, al tiempo que argumentan que cubren los huecos dejados por los gobiernos débiles y luchan contra los yihadistas sunitas, como Al Qaeda o el Estado Islámico.

Muchos se preguntan qué harán estas decenas de miles de combatientes experimentados cuando las guerras en Siria e Irak terminen. Los líderes de Hezbolá han dicho que podrían desplegarse en futuras guerras contra Israel.

Pero la creciente influencia de Teherán ha provocado que tanto Irán como sus aliados se conviertan en un objetivo de las acciones militares y diplomáticas de Arabia Saudita, Israel y Estados Unidos —países que consideran a Hezbolá una organización terrorista—.

Las banderas de Líbano y Hezbolá afuera del montañoso complejo de búnkeres en el museo de guerra operado por Hezbolá al sur de Líbano. CreditSergey Ponomarev para The New York Times

Una guerra sin fronteras

Hezbolá está activo en tantos lugares y contra tantos enemigos que sus detractores se burlan llamándolo “el Blackwater de Irán”, en referencia a la tristemente célebre empresa mercenaria estadounidense.

En los últimos años, gran parte del mundo se ha enfocado en los yihadistas sunitas que han viajado a Siria e Irak para unirse al Estado Islámico. En cambio, se ha puesto menos atención a la forma en que Irán ha estado operando, reclutando, entrenando y desplegando a combatientes de todo el mundo chiita.

Irán reunió a los combatientes con dinero en efectivo y llamados religiosos, oponiendo con gran eficacia una yihad internacional contra la otra.

Seguidores libaneses de Hezbolá con fotos de Nasrallah en un mitin en junio en un suburbio de BeirutCreditSergey Ponomarev para The New York Times

Phillip Smyth, un investigador de la Universidad de Maryland que estudia a los grupos de militantes, dijo que había más de 10.000 combatientes iraquíes en Siria durante la batalla por Alepo el año pasado, además de miles de otros países.

Funcionarios iraníes coordinaron las fuerzas terrestres junto con el ejército sirio y la fuerza aérea rusa mientras que Hezbolá proporcionó comandantes de campo que hablaban árabe, dijeron los combatientes.

Los líderes de la milicia iraquí defendieron su papel en Siria argumentando que fueron a proteger sitios sagrados y a luchar contra los terroristas por petición del gobierno sirio.

“Si alguien pregunta por qué fuimos a Siria, pregúntale qué ha permitido a los estadounidenses ocupar países”, dijo Hashim al Musawi, un vocero de la milicia iraquí en Siria.

Un centro de operaciones de Hezbolá, oculto en lo profundo de un montañoso complejo de búnkeres, en el museo de guerra operado por Hezbolá al sur de Líbano. CreditSergey Ponomarev para The New York Times

Sangrando por Asad

Al ampliar su alcance regional, Hezbolá ha hecho su mayor inversión extranjera en Siria —y ha pagado los costos más altos: le ha causado numerosas pérdidas y compromisos financieros cada vez más grandes—, y su intervención ahí ha reconfigurado al grupo.

Sus líderes han descrito la guerra como una conspiración por parte de Israel, Estados Unidos y Arabia Saudita para usar a los extremistas con el fin de destruir a Siria y debilitar el eje proiraní en la región. Esto, desde su perspectiva, hace de su intervención una extensión de la “resistencia” en contra de Israel.

Pero ese argumento no convence a muchos en la región, quienes ven a una fuerza militar creada para combatir a Israel dirigiendo ahora sus armas contra otros musulmanes.

Hezbolá fue a Siria a sabiendas de que, si Asad caía, perdería a su único Estado árabe patrocinador, así como la ruta de transportación de armas desde Irán. Así que Hassan Nasrallah, secretario general de Hezbolá, consultó con oficiales de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, y se comprometieron a apoyar a Asad, de acuerdo con funcionarios iraníes y analistas cercanos al grupo.

Desde entonces, Hezbolá ha desplegado hasta 8000 combatientes en Siria, según los analistas. Ahora, con la amenaza inmediata de que Asad se vaya, muchos sospechan que Hezbolá mantendrá una presencia constante en ese país: ha organizado milicias entre los sirios, ha evacuado a comunidades fronterizas que considera amenazas para Líbano y ha establecido una vertiente de sus Exploradores Mahdí, una inversión a largo plazo en la formación de combatientes.

Sin embargo, algunos analistas dicen que el grupo ha perdido 2000 combatientes o más en Siria y que más 4000 han sido heridos, una pérdida sustancial para una fuerza que, según los analistas, puede echar mano de un máximo de 50 mil combatientes.

Algunos combatientes de Hezbolá dirigieron una visita de periodistas libaneses y extranjeros en julio por la frontera entre Líbano y Siria. CreditSergey Ponomarev para The New York Times

Recursos debilitados

Desde hace tiempo Hezbolá ha destinado una gran cantidad de recursos a mantener a las familias de sus combatientes muertos. También se ocupa de los heridos, aunque representan un desafío distinto, pues regresan a sus comunidades como recordatorios del costo de la guerra.

Mantener a todas esas familias es costoso y ahora hay más personas en la nómina de Hezbolá que nunca antes. Participar en una guerra y otras operaciones internacionales también aumenta los costos, en un momento en que Estados Unidos ha puesto en su mira las finanzas del grupo.

Los líderes de Hezbolá han reconocido que la mayor parte de su presupuesto es dinero en efectivo proveniente de Irán. Sin embargo, los habitantes de las comunidades de Hezbolá afirman que han sentido apuros en meses recientes, con menos dinero en la economía conforme el partido recorta gastos.

Una cueva que alguna vez fue usada por un grupo de milicias sirias cerca de la frontera entre Líbano y Siria. Fue tomada por Hezbolá. CreditSergey Ponomarev para The New York Times

El éxito de Hezbolá ha hecho que sus enemigos se multipliquen. Mientras más crece, más quieren destruirlo. El movimiento prohíbe a sus combatientes hablar con extraños, pero a través de un conocido hablé en abril con dos de ellos, que aceptaron hablar con la condición de mantener su anonimato.

Uno, con una pistola en el cinturón y motas blancas en su negra barba, me mostró videos de sí mismo combatiendo en Siria. Dijo que se unió al partido a los 15 años para pelear contra Israel. Le pregunté si pelear contra otros musulmanes en Siria era distinto de combatir a Israel, pero dijo que se trata de la misma batalla: “Para nosotros nada ha cambiado; seguimos siendo la resistencia”.

“Si no fuera por Hezbolá”, añadió, “Siria ya habría caído hace tiempo”.

Combatientes de Hezbolá escoltaron un convoy de periodistas en julio, cerca de la frontera entre Siria y Líbano.CreditSergey Ponomarev para The New York Times

En casa

Desde Beirut Hezbolá realiza las operaciones políticas, sociales y militares de largo alcance que le dan poder en casa y una creciente influencia en el extranjero. Hezbolá no controla el Estado tanto como mantiene el poder que necesita para bloquear cualquier esfuerzo por socavar su fuerza, según diplomáticos y funcionarios libaneses.

Su centro de operaciones está en los suburbios al sur de Beirut, que sirven como cuartel general del partido y distrito diplomático virtual para sus aliados regionales. Al interior, los burócratas de Hezbolá dirigen un sistema de escuelas privadas y una red de servicios sociales. Hay una presencia permanente de representantes de las milicias iraquíes y los rebeldes hutíes de Yemen. Varios canales de televisión satelital operados por Hezbolá y sus aliados cubren la región con noticias proiraníes.

Al ampliar su alcance regional, Hezbolá ha hecho su mayor inversión extranjera —y pagado los costos más altos— en Siria, y su intervención ahí ha reconfigurado al grupo. CreditSergey Ponomarev para The New York Times

El poder de Hezbolá al interior de Líbano enfrenta pocos obstáculos. Sin embargo, sus actividades en el extranjero siguen siendo inquietantes para muchos libaneses y su fuerza plantea riesgos para el país.

Tiene más de 100.000 cohetes y misiles apuntando hacia Israel, además de 30.000 combatientes entrenados y una cantidad menor de reservistas, dijo el general brigadier Ram Yavne, comandante de la división estratégica del ejército israelí. Israel también afirma que Hezbolá está tan integrado al Estado libanés que podría no hacer diferencias entre ellos en una guerra

Fuente: The New York Times Via Fuente Latina

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