Alberto Fernández, vicepresidente del Middle East Research Institute, cree que se impone una ardua tarea de reconstrucción de lo destruido por el grupo yihadista, una labor en la que EEUU debe implicarse a fondo y que debe tener por gran objetivo el retorno de las comunidades no musulmanas expulsadas por los criminales.
El sedicente califato del Estado Islámico se está desmoronando, si acaso demasiado lentamente. Tristemente, sin embargo, su colapso definitivo no será el final de la historia. Dejará detrás una insurgencia todavía letal que casi seguro intentará llevar a cabo ataques terroristas en todo del mundo y dejará una amplia huella de destrucción física y vidas devastadas desde Alepo hasta Ramadi.
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Pero debemos considerar nuevas maneras de que los líderes musulmanes muestren apoyo concreto para restaurar lo que el EI trató de exterminar. Incluso la resurrección de una sola comunidad sería un mensaje potente de solidaridad y diversidad en un Oriente Medio que se está convirtiendo cada vez más en monocromático. (…)
En (…) Israel, un kibutz incorporó y homenajeó a los supervivientes del levantamiento del gueto de Varsovia y a otros partisanos judíos. Imagine la resurrección de una comunidad no musulmana que el Estado Islámico haya tratado de exterminar. Qué poderoso mensaje se enviaría al mundo. Y el mensaje resonaría incluso más fuerte si esta tarea se hiciera con el apoyo de los Estados musulmanes.
David Andrew Weinberg, de la Foundation for Defense of Democracies, cree que EEUU debe presionar a Arabia Saudí para que cambie los mensajes integristas de los manuales escolares que utiliza exporta a otros países musulmanes.
Hasta 2015, el currículum saudí era tan austero que el Estado Islámico utilizaba los libros de texto del reino en las escuelas del territorio que había conquistado. (…) Los manuales saudíes para este año académico hacen llamamientos a la matanza de gente involucrada en un abanico de actos no violentos considerados inmorales por las autoridades religiosas saudíes, [como] el adulterio, las relaciones homosexuales, el rechazo o la burla del islam e incluso la “brujería”. (…)
Washington tiene influencia. Arabia Saudí está tan impaciente por recomponer su deshilachada alianza con EEUU que el hijo del rey [Salman] incluso llegó recientemente a atestiguar el “profundo respeto” por el islam del presidente [Trump] y a respaldar su política de inmigración. (…) Trump debe incidir en que, en 2006, el reino aseguró a EEUU que para 2008 eliminaría todos los pasajes que promoviesen el odio o menospreciasen a otras religiones. (…)
Sería justo también pedir a Riad que dé otros pasos fundamentales contra el adoctrinamiento extremista, como acabar con la concesión de licencias de emisión a los canales salafistas que emiten mensajes de odio al exterior y con los privilegios (…) a los clérigos que propagan la intolerancia.
En The Washington Post, Charles Krauthammer destaca la importancia crucial que el Reino tiene en la pacificación de Oriente Medio.
El Estado Islámico es suní, Al Qaeda es suní, 15 de los terroristas del 11-S eran saudíes y la expansión de las madrazas con financiación saudí alrededor del mundo ha inculcado durante décadas un venenoso wahabismo que ha alimentado el terrorismo islamista. (…)
Un efecto secundario saludable es la posibilidad de una distensión con Israel. Eso sugeriría un acercamiento externo a la paz árabe-israelí: un acercamiento entre los Estados suníes e Israel (el exterior) podría presionar a los palestinos para llegar a un acuerdo (el interior). Es una estrategia de largo alcance, pero es mejor que todas las demás. (…)
Irónicamente, la amenaza iraní que creció con Barack Obama ofrece una oportunidad única para una colaboración árabe-estadounidense e incluso árabe-israelí. Con el tiempo, tal cooperación podría aclimatar a los pueblos árabes gradualmente a una posición no beligerante hacia Israel, lo que a su vez podría persuadir a los palestinos para que hagan algunas concesiones, antes de que sus colegas árabes se cansen finalmente [de ellos].
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Fuente: El Medio
