El sionismo tiene que mirarse el ombligo

El pasado 27 de septiembre la Organización Sionista Mundial (OSM) conmemoró el 120 aniversario del Primer Congreso Sionista, celebrado en Basilea el 29 de agosto de 1897. El escenario de la conmemoración fue el Monte Herzl, cementerio militar donde está enterrado el líder del movimiento sionista Theodor Herzl, de quien ya hemos hablado, y personalidades del Estado de Israel como Isaac Rabín o Golda Meir.

El premier israelí, Benjamín Netanyahu, alabó la figura de Herzl en estos términos:

Las ingeniosas profecías de Herzl continúan sirviéndome como guía y brújula. Somos un pueblo y también somos una nación. Caminamos todos sobre el puente que lleva desde el Primer Congreso Sionista hasta hoy, establecimos un país libre, fuerte y progresista. Israel es una potencia mundial en auge, verdadera luz para las naciones (…) Israel no decaerá y la memoria de Herzl perdurará siempre.

Por su parte, Abraham Duvdevani, el presidente de la OSM, proclamó:

El sionismo no termina aquí. Debemos continuar con la empresa sionista, que es la base de nuestra existencia.

Tanto Netanyahu como Duvdevani tienen razón. 

Parece que ha pasado una eternidad desde que Herzl escribiera: “En Basilea creé el Estado Judío”; medio siglo después, el deseo se hizo realidad. Pero 120 años, en términos históricos absolutos, es muy poco tiempo. El balance del movimiento sionista, impulsado y sostenido por el esfuerzo tenaz e ininterrumpido de Herzl, es positivo, sin ningún género de dudas. El coste, sin embargo, ha sido enorme. La sangre, el dolor, las guerras, el terrorismo, la tensión y la crispación han signado el camino que se ha dejado atrás.

Aunque Israel goce hoy de una posición que ninguno de sus líderes habría alcanzado a imaginar hace diez, veinte o treinta años, no digamos esa generación de gigantes que fundó el Estado, existen aún muchos desafíos, internos y externos, ante los cuales el movimiento sionista tiene algo que decir, y algo que hacer. En tal sentido, las palabras de Duvdevani tienen que ser acompañadas de reflexión, proyectos y acciones. La OSM tiene un departamento de educación que, a lo largo y ancho del planeta, promueve los valores sionistas y la aliyah (inmigración a Israel), y en Israel se llevan a cabo proyectos interesantes, pero que no van al quid de la cuestión: el sionismo como movimiento tiene que renovarse.

Se sigue hablando de diferentes sionismos: el socialista (el que propulsó Herzl, antaño mainstream y ahora en retirada), el revisionista (del cual Netanyahu y su partido son herederos), el cultural (que ha quedado en los libros de Ahad Aham y en muchos israelíes que, sin saberlo, son sionistas culturales) y el religioso (indudablemente, en total expansión); y esto es así porque sigue vigente el intenso debate de cómo debe ser el Estado. Es un debate normal y sano en cualquier sociedad libre y democrática, es cierto; pero el sionismo debe remangarse, intentar integrar a todas las corrientes y mirarse un poco el ombligo.

El sionismo como idea, aunque no tuviera tal definición, existe desde el mismo momento en que las tropas de Tito conquistan Jerusalén y derrotan a los judíos. Ya dentro de los muros de la ciudad, diferentes facciones judías estaban enfrentadas por sus diferentes concepciones del mundo. Desde entonces, la idea de regresar ha permanecido arraigada en el corazón y en la mente de los judíos, como una aspiración vital y como un elemento identitario central. Ahora que ya se ha regresado, ahora que el Estado judío está consolidado, es hora de mejorarlo.

Los Estados-naciones, como creaciones humanas, son imperfectos. El Estado de Israel también lo es (el momento catártico en que Golda Meir se percató de que no estaba en el Camelot judío es algo que muchos aún no han experimentado) y por ello necesita arreglar muchas cosas continuamente. Es un mandamiento que proviene de la misma Cábala: Tikun Olam (arreglar el mundo); los sionistas podrían poner su granito de arena, pues, para arreglar el Estado (Tikun Mediná).

El presidente de la OSM dice que la empresa sionista debe continuar porque es la base de la existencia de Israel. Pues bien, dicha empresa no termina con la creación del Hogar Nacional Judío, de lo contrario quedará relegada a los museos y a las celebraciones.

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Fuente: El Medio

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