'Conflicto palestino-israelí': causas y actores habitualmente omitidos

Se escuchan y se leen muchísimas noticias sobre el llamado conflicto palestino-israelí. Muchísimo se escribe sobre el mismo, pero muy poco sobre lo que subyace, como un caldo que alimenta las usinas de una pugna que, comparada con otras contemporáneas, es de relativa baja intensidad para merecer tal atención.

Así pues, ¿qué es lo que no se menciona sobre el conflicto?

Y, ya que estamos, ¿es sólo un conflicto palestino-israelí? ¿O hay otros actores que tienen un cierto grado de responsabilidad en él?

1) Un actor que no se menciona nunca es el Reino Unido, que ejercía un mandato de la Liga de las Naciones sobre un territorio geográficamente denominado Palestina. El mismo, según el Mandato de Palestina, debía convertirse finalmente en el hogar nacional del pueblo judío, en un Estado judío que había de respetar los derechos civilesreligiosos de las comunidades no judías.

Pero los británicos tenían otras ideas. Entre ellas, devolver favores a sus aliados árabes. Así, crearon Transjordania (posteriormente Jordania), violando el mandato de la Liga de Naciones, que volverían a violar al marcharse –siempre renuentes a llevar a cabo una política que se pudiera percibir como contraria a los intereses árabes, aunque respondiera a un mandato internacionalmente legal– y dejar el asunto en manos de la organización internacional recientemente formada, las Naciones Unidas. Que, contraviniendo a su antecesora, propuso una nueva división del territorio, en una nueva concesión a los países árabes (productores de petróleo).

Así pues, ya se ve que desde el inicio ya existen dos actores y una misma causa que se evita mencionar. Como, a su vez, se elude señalar que la violencia árabe contra los judíos comenzó mucho antes de la creación del Estado judío.

2) Los Estados árabes no aceptaron resolución de la ONU que proponía la partición de la porción restante del Mandato y se lanzaron a una guerra de agresión contra el recientemente creado Estado de Israel –que sí había aceptado la partición, aunque iba no sólo en contra de sus intereses, sino de la legalidad–. Era, según Azam Pashá, secretario general de la Liga Árabe, una “guerra de exterminio y una masacre trascendental”. Porque no se trataba de una cuestión de límites o meramente territorial. Era una guerra religiosa: las tierras conquistadas por el Islam son y serán siempre del Islam. Sí, también Al Ándalus.

Otras dos guerras de agresión emprenderían los Estados árabes contra Israel, en 1967 y 1973. En medio, y a instancias  del presidente egipcio Gamal Abdel Naser, fue creada la Organización para la Liberación Palestina (OLP) por la Liga Árabe. Es decir, que ni su organización más importante fundaron los propios palestinos…

¿Por qué sería?

Acaso unas declaraciones de Zahir Muhsein, miembro del Comité Ejecutivo de la OLP, al diario holandés Trau, el 31 de marzo de 1977, arrojen algo de luz sobre el motivo:

El pueblo palestino no existe. La creación de un Estado Palestino es sólo un medio para continuar la lucha contra el estado de Israel.

En realidad, hoy no existen diferencias entre jordanos, palestinos, sirios y libaneses. Sólo por razones políticas y tácticas hablamos de la existencia de un pueblo palestino, ya que los intereses nacionales árabes demandan que postulemos la existencia de un ‘pueblo palestino’ distinto para oponerse al sionismo.

Así pues, ya aparecen otros actores. Principalmente Egipto, Siria, Arabia Saudita, Jordania, Irak, el Líbano… Y una nueva causa: religiosa.

3) La Organización de las Naciones Unidas tomó una decisión trascendental para que el conflicto continuara desde 1948 hasta nuestros días, al enviar un mensaje trágicamente contundente: esta disputa no es como las demás, y una de sus partes tiene preeminencia sobre la otra; una de las partes será la víctima, la damnificada. Lo hacía al crear una agencia exclusiva para los refugiados árabes (entre 700.000 y 800.000) que produjo la guerra provocada por los árabes en 1948: la UNRWA, con una definición, además, ad hoc (y muy laxa) de refugiado –téngase en cuenta, que tan sólo un año antes, la partición de la India para la creación de un nuevo Estado musulmán, Pakistán, produjo ¡unos 14 millones de refugiados!–. La ONU, nuevamente respondiendo a los intereses árabes, sentaba las bases del conflicto y de su narrativa palestina actual.

No hubo agencia especial para los refugiados judíos que resultaron de esa guerra y como consecuencia de su expulsión de los países árabes. Para ellos no se pide ni exige reparación alguna. Fueron unos 800.000…

La propia ONU, o bien no supo proteger sus organismos, o los entregó al bloque árabe y musulmán para que los utilizaran como plataforma internacional contra Israel, haciendo pasar resoluciones peregrinas (que serían risibles si no tuvieran como consecuencia la muerte de inocentes) para mentir sobre la historia, para fabricar derechos y crímenes; para banalizar los derechos humanos y el derecho internacional y fomentar el antisemitismo (como en Durban). En la Unesco, en Unicef, en el Consejo de Derechos Humanos. Allí donde dicho bloque tiene una mayoría automática (con la ayuda de los países no alineados, y, como mínimo, de la abstención silenciosa de quienes dependen energéticamente de ellos).

Por otra parte, la UNRWA no sólo se dedica a perpetuar el conflicto multiplicando el número de refugiados, sino que alivia las responsabilidades de los líderes palestinos al hacerse cargo de buena parte de la educación (con contenido estipulado por los palestinos) y la salud de sus ciudadanos. La otra agencia de refugiados de la ONU, Acnur, no brinda estos servicios… Claro, que tiene que atender a todos los refugiados (que lo son según otra definición, más limitante).

4) No han sido pocos los Gobiernos y las organizaciones internacionales que, movidos por muy buenas intenciones o por conveniencias geopolíticas, han intentado resolver el conflicto desconociendo –o haciendo que desconocían– las motivaciones reales que lo alimentan: principalmente, la religiosa. Estos Gobiernos han contribuido a hacer de éste un conflicto sobredimensionado (mientras tanto, en el mundo sucedían las guerras de Corea, Vietnam, Irán-Irak, Afganistán, Sudán –donde tenía lugar uno de los mayores genocidios posteriores a la II Guerra Mundial–, Nigeria, Somalia, Irak, de nuevo Afganistán, Siria…; pero, de una extraña manera, esos conflictos no son tan importantes): en ningún otro hacen tantos esfuerzos, a ningún otro le han dado tanta visibilidad –es decir, tantas posibilidades para evitar su resolución–.

A su vez, la financiación de las instituciones palestinas prácticamente sin ningún mecanismo de control y fiscalización promueve no sólo la corrupción en el liderazgo palestino, sino un conveniente statu quo alimentado por ingentes cantidades de dinero en donaciones y ayuda internacional donde no hay que rendir cuentas al propio pueblo (de todo se culpa a Israel), donde se aplauden los discursos acusatorios contra el Estado judío y se encubren los que se dirigen a los palestinos en árabe; donde se mira para otro lado ante la incitación al odio y la violencia, ante la existencia de un brazo armado (que dice haber lanzado cohetes contra Israel durante el último conflicto en Gaza) en la organización que lidera el presidente de la Autoridad Palestina. ¿Qué incentivo para la paz puede tener el liderazgo palestino? Construir un Estado implicaría, en poco tiempo, la pérdida de gran parte de esa financiación internacional (por ejemplo, ¿cuánto más podría justificarse la existencia de la UNRWA?), la rendición de cuentas ante la sociedad palestina. Y no tendrían, prácticamente, ninguna visibilidad internacional…

5) Los medios sobredimensionan el conflicto al realizar una cobertura ya no sólo sesgada, sino casi obsesiva: según se desprende de la misma, es más relevante, más importante en términos de estabilidad mundial, que lo que acontece en Irak, en Afganistán o en Siria – más recientemente se ha prestado más atención a este último conflicto; pero sólo años después de su inicio, luego de la llegada de refugiados a Europa–. Ni hablar de la prácticamente nula cobertura de los diversos conflictos en África, donde grupos islamistas están llevando a cabo verdaderas carnicerías.

Y se sobredimensiona una narrativa que dice que los palestinos son las “víctimas” (incluso cuando atentan) y los israelíes la encarnación misma del mal.

El conflicto, así, ha devenido un producto (sí, un producto; ya hace tiempo que ha dejado de ser información para pasar a ser un estimulante de las emociones) mediático muy fácil de vender: el público, en su mayoría, está predipuesto a una narrativa. Y además es muy fácil de elaborar: nadie exige veracidad.

6) Las ONG han encontrado un verdadero filón: siempre hay fondos para el activismo propalestino (que siempre resulta tener una rancia tintura muy conocida en Europa); provenientes, en España, por ejemplo, del Ministerio de Exteriores, de Gobiernos de autonómicos, municipales, de la Unión Europea… Pero, un segundo, ¿ONG no son las siglas para referirse a las organizaciones no gubernamentales?

Para estos activistas, además, este es un conflicto ideal. No se trata de Siria, de Afganistán, Irak, el Yemen, donde su vida valdría menos que una moneda de céntimo, donde no tendrían cobertura mediática. No se trata, siquiera, de Ucrania… Y, además, da la casualidad de que en esos conflicto no hay un Estado judío involucrado…

7) Otro actor del conflicto es Irán, principalmente a través de Hezbolá, creado por la Guardia Revolucionaria iraní. El grupo terrorista libanés ha atacado Israel tanto desde el Líbano como en el extranjero, en Europa y América.

Conflicto palestino-israelí… Cada vez más, parece una contracción de la realidad. Una síntesis que no sirve mucho para alcanzar la paz, porque siempre que se ha encarado un proceso de conversaciones se partía de una suposición errada: no es un conflicto territorial (no para una de sus partes, la árabe), sino religioso. Algo que lo hace más complejo, o más difícil de resolver. Máxime cuando se ha magnificado, cuando los líderes palestinos dicen y prometen a su pueblo que no aceptarán menos que todo, del río Jordán al mar; cuando un organismo internacional crea un número creciente de frustraciones y rencores; cuando la prensa parece decir al mundo que este conflicto es el nudo gordiano que, una vez desatado, traerá paz y prosperidad para todo el mundo, y que quien ata firmemente dicho nudo es Israel.

Lo llamativo es que los palestinos que mueren a manos del Ejército sirio o del grupo terrorista ISIS no importan (o no tanto); no llegan a las portadas; no son objeto de resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Acaso los palestinos no importen tanto como el hecho de que del otro lado de la ecuación hay un Estado judío… Tampoco parecen importarles a sus hermanos árabes. De hecho, cuando Jordania ocupó Cisjordania –este nombre fue dado por Jordania al territorio ocupado y posteriormente anexado– entre 1948 y 1967 no se planteó en ningún momento establecer allí un Estado palestino. Tampoco lo hizo Egipto mientras ocupó Gaza durante el mismo período.

Es más, los palestinos parecen no importar a los propios palestinos… Cuando se fundó la OLP, en 1964, su carta estipulaba, en el artículo 24:

Esta organización no ejerce ninguna soberanía sobre Cisjordania [ocupada en ese momento por Jordania], en el Reino Hachemita de Jordania, en la Franja de Gaza [ocupada por Egipto] o en la zona de Himah. Sus actividades se llevarán a cabo a nivel popular en las áreas liberacionales, organizativas, políticas y financieras.

Clarito. En 1968 modificaron la Carta (el artículo 24 se transformó en una fórmula de corrección política y respeto a los derechos humanos) para incluir dichos territorios entre sus exigencias inamovibles…

Tan poco interesan, que el presidente Mahmud Abás declaró en 2013:

Rechazamos [que los refugiados palestinos en Siria renunciasen a sus reclamos de ‘derecho de retorno’ para poder ser acogidos en Cisjordania ] y dijimos que es mejor que mueran en Siria a que renuncien a su derecho de retorno.

Claro que no hay derecho al que renunciar, puesto que no existe tal derecho. Lo  que sí hay es una utilización política del sufrimiento y la muerte de los palestinos por parte de su liderazgo.

Lo dicho: conflicto palestino-israelí suena cada vez más inapropiado

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Fuente: El Medio

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