Vivir con el ‘no’ palestino

El escritor Moshé Dann advierte de los peligros de mantener artificialmente con vida un proceso de paz estéril y, a su juicio, condenado a la esterilidad por las ideas de fondo del nacionalismo palestino.

En vez de lamentar la ausencia de un “Sadat palestino” dispuesto a hacer la paz, el primer ministro Netanyahu debería explicar por qué este falso escenario [el de las conversaciones con el liderazgo palestino] está condenado a fracasar. Pedir que haya un líder israelí como Menájem Béguin o Isaac Rabín, dispuesto a hacer concesiones territoriales, es peor porque mantiene la fantasía de la ‘solución de los dos Estados’ con respiración asistida, cuando lleva años sin mostrar signos vitales.

Rechazar la paz con Israel es y siempre ha sido fundamental para lo que demandan los palestinos –un Estado independiente– y para lo que significa el palestinismo: la lucha a como dé lugar contra el sionismo. Cualquier compromiso basado en la aceptación del sionismo y del Estado de Israel es, para los árabes palestinos, un imposible. La razón es simple: el nacionalismo palestino –de acuerdo con los estatutos de Hamás y de la OLP– está consagrado a la erradicación de Israel. Aceptar Israel sería negar la razón de ser de la OLP y de Hamás y admitir que quienes se sacrificaron perpetrando ataques terroristas murieron en vano, que el ‘martirio’ palestino es un fraude. Sería el fin de la revolución palestina y de su ideología.

El escritor argentino Marcelo Birmajer tercia en el asunto estrella de los últimos días para afirmar categóricamente que no hay la menor razón para justificar un estallido violencia como consecuencia de la decisión del presidente Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel y trasladar la embajada norteamericana en el Estado judío a la Ciudad Santa.

La decisión de mover la embajada de USA en Israel, de Tel Aviv a Jerusalem, y el reconocimiento de Jerusalem como capital del Estado judío, tomada por el presidente norteamericano Donald Trump, no debiera en ningún caso ser contestada con medidas violentas. En años anteriores, la Unesco, un organismo de la ONU, compuesto por diversas naciones, negó el vínculo histórico entre los judíos de Israel y Jerusalem, falseando incluso las evidencias: sin embargo, esas resoluciones en ningún caso fueron contestadas con violencia por los judíos israelíes. ¿Por qué habríamos de aceptar el vandalismo o la violencia de quienes hoy se oponen a la decisión del presidente norteamericano?

(…)

Durante los años en que, posterior a la creación de Israel, entre 1948 y 1967, la monarquía jordana dominó Jerusalén Oriental, ni los judíos ni los cristianos tuvieron acceso a sus lugares sagrados. Los lugares judíos fueron desecrados. Sólo desde el comienzo de la administración israelí, la ciudad vivió sus primeros cincuenta años de libertad de culto, de expresión y de circulación. Es la única capital del Medio Oriente donde se garantiza la diversidad en todos los aspectos a sus habitantes. Reitero: en ningún caso se puede justificar la violencia como expresión del desacuerdo respecto de esta medida.

Sí, concluye el periodista británico radicado en EEUU Tom Rogan, tras analizar tanto el turbulento contexto político yemení como las imágenes difundidas del estado en que quedó el vehículo de Saleh, que revelarían una pericia, unos procedimientos y unos recursos sólo al alcance –en el contexto yemení– de la Guardia Revolucionaria iraní.

En primer lugar, Irán tenía una razón fundamental para querer ver a Saleh muerto. Después de todo, sólo dos días atrás Saleh abandonó su nunca natural apoyo a los huzis respaldados por Irán y colaboró con Arabia Saudí para poner fin a los dos años y medio de guerra civil en el Yemen. Ese compromiso, saludado por los saudíes, representó un obvio rechazo a Irán y acabó con su ambición de dominar la política yemení por medio del frente conformado por Saleh y los huzis. Haciéndose eco de las preocupaciones de su patrono, los medios iraníes centrados en el Yemen se habían dedicado en los últimos días a bombear propaganda contra Saleh “el traidor”.

(…)

(…) Saleh fue un idiota. Debería haberse ocultado en un lugar seguro antes de desafiar a Irán en lo que más valora: su capacidad para ganarse la confianza de sus aliados y la sumisión de sus enemigos.

En este punto, Saleh olvidó la regla número uno: si juegas con los guardias revolucionarios [iraníes], debes estar listo para matarlos [antes de que te maten ellos a ti].

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Fuente: El Medio

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