Mamdú al Muhaini, redactor jefe de las plataformas digitales de Al Arabiya, sostiene aquí la política mesoriental del republicano es preferible a la de la demócrata, lastrada por su respaldo al acuerdo nuclear con Irán.
En las dos cuestiones más importantes, Trump parece mucho mejor que Hillary. Él rechaza el acuerdo nuclear iraní, que Hillary apoya sin fisuras, y critica duramente el islam político, que también apoya la candidata demócrata (Clinton cree que los Hermanos Musulmanes pueden domesticar el monstruo del terrorismo y proporcionar una nueva alternativa más moderada).
Trump ha amenazado a Irán en Siria y criticado repetidamente el acuerdo nuclear, subrayando que es un fiasco. Asimismo, ha afirmado que las sanciones podrían haber doblegado al régimen de Teherán. Estuvo en lo cierto cuando criticó el islam político diciendo que es una fuente de terrorismo. Es un punto válido que nosotros, los árabes, comprendemos mejor que nadie.
Otro punto positivo es que Trump estará rodeado de valiosos consejeros republicanos. Se espera que sea disciplinado cuando le toque lidiar con la realidad, especialmente cuando lleguen los asuntos controvertidos que no pueden ser resueltos en la práctica. Esto incluye sus opiniones sobre abandonar la OTAN o forzar a los aliados a pagar [por la asistencia militar norteamericana]. Hillary es una política experimentada, pero su cosmovisión es muy similar al de Obama, excepto en lo que respecta a Siria.
Zalman Shoval, exembajador israelí en EEUU, afirma –siguiendo al experto Walter Russell Mead– que las relaciones de las naciones árabes con el Estado judío no se articulan únicamente bajo el prisma del conflicto palestino, como pretendía el fallecido líder israelí Simón Peres. Hay otros argumentos, de carácter estratégico, que pesan más en el juego de alianzas de la región.
Peres consiguió ser testigo de la verdadera esencia de una ironía histórica: un nuevo Oriente Medio está surgiendo delante de nuestros ojos, pero en directo contraste y contradicción lo que él predijo. En su artículo “The Real Middle East Story”, uno de los principales pensadores y expertos en asuntos internacionales, el profesor Walter Russell Mead, considera la diplomacia israelí en Asia, África y Latinoamérica un éxito y afirma que “el prestigio de Israel -incluso entre la gente que lo odia– ha crecido”. Según Mead, el primer ministro Netanyahu ha tenido éxito porque comprende (“mejor que Obama”) cómo funciona el mundo, y que el mundo árabe suní se siente amenazado, especialmente por Irán y por lo que está ocurriendo en Siria. De acuerdo con Mead, el resultado es que el mundo reconoce la importancia de la fortaleza de Israel.
Rusia trata de sustituir a EEUU como potencia dominante en la región. Yaakov Amidror, del Begin-Sadat Center for Strategic Studies, explica las implicaciones que este cambio de paradigma tiene para el Estado judío.
En general, Israel es realista en sus relaciones con Rusia. Trata de comprender lo que puede obtenerse (por ejemplo, una demora prolongada en el suministro a Irán del sistema de misiles tierra-aire S-300) y lo que no (por ejemplo, la completa cancelación de la venta del sistema de misiles S-300).
Israel entiende que no puede detener la cooperación entre Irán, Hezbolá y Siria en la guerra contra los rebeldes (anti Asad). Israel ha sido capaz, sin embargo, de establecer un mecanismo de prevención de conflictos para evitar cualquier incidente que pudiera producirse si Israel y Rusia estuvieran operando en el mismo área sin comunicaciones fiables.
Este mecanismo no es una alianza; ni siquiera un acuerdo de coordinación. Es un acuerdo técnico con el objetivo de prevenir incidentes. Está limitado al estrecho campo de evitar errores en un área donde ambos bandos están activos, cada uno con sus propios propósitos. La significación diplomática del mecanismo de prevención de conflictos no debería exagerarse. Israel no debería confiar en que los rusos limitarán las operaciones de Hezbolá o Irán contra Israel, ni no hacer nada para mitigarlas.
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Fuente: El Medio
