En las páginas de Israel Hayom, Haim Shine se muestra contrario a la aplicación de la máxima pena incluso en casos como el de la escalofriante matanza antisemita de Halamish, que ha conmovido a la sociedad israelí.
(…) por mucho que comprenda lo que motiva tales demandas, creo que la ejecución de terroristas sería un error.
Uno de los principales objetivos de la pena de muerte es disuadir a [potenciales] criminales. Pero los terroristas palestinos están embarcados en operaciones suicidas. Cuando se disponen a perpetrar sus crímenes, saben, y quizás desean, que no saldrán vivos. Su infame aspiración es convertirse en mártires. Esto quiere decir que la pena de muerte no tendrá en ellos un efecto disuasorio. De hecho, el mantenerlos entre rejas es un peor castigo para ellos, dado que les priva de las vírgenes que les han sido prometidas. (…)
(…) la Misná nos dice que es demasiado incluso la ejecución de una persona cada 70 años. Israel no debería perder de vista su propia tradición.
Otro propósito de la pena de muerte es procurar una herramienta para [dar satisfacción a] nuestra natural necesidad de venganza. Pero también esto es incongruente con nuestros valores como pueblo.
En el mismo diario, el más leído de Israel, Zvika Fogel, general en la reserva del Ejército israelí, sostiene una opinión diametralmente opuesta.
La pena capital para terroristas no es sólo una condena a una determinada acción individual, sino un componente de nuestra disuasión nacional. Un terrorista al que no se mata en un ataque debe ser golpeado y humillado, como hicieron los americanos con el dictador iraquí Sadam Husein. La pena para todo aquel condenado por terrorismo ha de ser sabida por todo el mundo. La única cuestión objeto de debate debería ser el método de ejecución: el ahorcamiento o la silla eléctrica. Por lo demás, a las familias de los terroristas no se les debería permitir levantar tiendas de duelo y sus hogares han de ser urgentemente demolidos.
A veces, y por extraño que pueda sonar a algunos oídos, debemos levantarnos y matar, o condenar a muerte, para que podamos seguir viviendo.
Es la contundente acusación que formula el periodista saudí Ahmad al Farraj en las páginas del medio saudí Al Arabiya, gran rival de la catarí Al Yazira.
Qatar no sólo crea y apoya plataformas mediáticas que son asimismo respaldadas por Irán, sino que compra medios y escritores occidentales (…) Sí, no se sorprenda. Los medios occidentales no son tan puros como pensamos o queremos pensar. El ser humano, con independencia de su nacionalidad o color de piel, se torna débil ante el poder del dinero y los gobernantes de Qatar son generosos en este punto.
(…)
Los fondos que Qatar gasta en sus plataformas mediáticas y los sobornos que generosamente paga a periodistas árabes y occidentales no le salvará de sus responsabilidades por apoyar el terrorismo (…) ¿Es Doha consciente de ello?
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Fuente: El Medio
