Los turcos han votado por enterrar su democracia

Zaytung, una popular web humorística turca que publica informaciones siguiendo la máxima de “Noticias honestas, imparciales e inmorales”, publicó recientemente una con este titular: “El sistema presidencialista influye en el Fenerbahçe” (un popular club de fútbol turco). La pieza decía que el último decreto firmado por el presidente, Recep Tayyip Erdogan, dicta que a partir de ahora el Fenerbahçe debe salir al campo con un centrocampista en vez de con dos.

Erdogan domina Turquía desde hace más de quince años, pero para él no es suficiente. Tras ganar holgadamente las elecciones presidenciales del 24 de junio, transformó enseguida el régimen parlamentario turco en uno de tipo presidencial sin apenas controles y contrapesos. Se ganó la facultad para hacerlo en el referéndum de abril de 2017, pero sus nuevos poderes no entrarían en vigor hasta después de las presidenciales.

La lira se devaluó aún más frente a las grandes monedas occidentales y el mercado local de valores cayó rápidamente después de que Erdogan pusiera a su yerno, Berat Albayrak, a cargo del tesoro y las finanzas del país. En un decreto presidencial se anunció que Erdogan nombraría personalmente al gobernador del Banco Central (que, en teoría, debería seguir siendo independiente), así como los vicepresidentes de la referida entidad y a los miembros de la comisión de política monetaria.

Erdogan, sin duda el líder más popular y divisivo de la Turquía moderna, ya ha gobernado durante más tiempo que Atatürk, el fundador de la república. En 2023, cuando expire su mandato presidencial, Erdogan habrá gobernado por espacio de 21 años, frente a los 15 de Atatürk. Y en 2023 podrá ser elegido otro mandato de cinco años.

El nuevo Gabinete de Erdogan está conformado principalmente por recién llegados, entre los que se cuentan cuatro empresarios: un turoperador –a cargo del turismo–, el propietario de una universidad –ministro de Educación–, una empresario –ministra de Comercio– y el propietario de un hospital –ministro de Sanidad–. El resto son en su mayoría tecnócratas.

Dos elementos clave del Gobierno no han cambiado: el ministro de Exteriores, Mevlüt Çavuşoğlu, y el de Interior, Süleyman Soylu. Çavuşoğlu hizo más de secretario que de ministro a cargo de elaborar leyes en el anterior Gabinete, a menudo se dedicó a labores de protocolo y a aplicar las directrices de Erdogan. Seguirá haciendo lo mismo. En cuanto a Soylu, es un político de la entera confianza de Erdogan que ha librado una dura guerra contra los militantes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en Turquía y contra los militantes kurdos en el norte de Siria e Irak. Junto al comandante de la Gendarmería, general Arif Çetin, desde 2017 ha llevado a cabo dos operaciones militares contra objetivos kurdos en el norte de Siria, con sólo unas pocas bajas turcas. El Ejército turco dice que sólo en lo que va de año ha neutralizado a casi 5.000 terroristas, la mayoría en Siria. Que Soylu haya vuelto a ser nombrado ministro del Interior muestra el aval de Erdogan a su belicosa política kurda.

Erdogan nunca ha ocultado su apetito por un régimen unipersonal irrestricto. En su campaña electoral prometió una “Turquía fuerte con un liderazgo fuerte”, mientras que su principal rival, Muharrem Ince, prometió una vuelta al régimen parlamentario. Erdogan obtuvo un 52% de los votos e Incem, un 31%.

Erdogan, ahora jefe del Estado, del Gobierno y del partido en el Gobierno, dirigirá, además del Gabinete, una serie de consejos presidenciales que recomendarán políticas e inspeccionarán los ministerios en materia de ciencia, tecnología e innovación; economía; seguridad y política exterior; justicia; cultura y artes; sanidad y seguridad Alimentaria, políticas sociales y Administración local. Estará a cargo del patrimonio nacional, el Ejército, los servicios de inteligencia, la industria de defensa, los asuntos religiosos, el multimillonario Fondo de Riqueza, el Consejo de Seguridad Nacional, la Junta de Inspección del Estado y el Directorio de Comunicaciones.

Pero no es suficiente. Puede parecer una broma, pero el presidente turco también tendrá autoridad para fijar los precios de los fármacos y las multas de tráfico a los motoristas que no conduzcan con neumáticos de invierno en carreteras nevadas. Inspeccionará e impondrá restricciones de vuelo y fijará las tarifas para las inspecciones de vehículos, nombrará a los miembros de las juntas de seguridad vial, decidirá sobre incentivos de inversión y fijará la ubicación de las zonas de libre comercio (decreto presidencial nº 703).

Además, Erdogan tendrá la exclusiva autoridad para nombrar a los presidentes e integrantes del Directorio de Asuntos Religiosos, la Junta de Educación Superior, las universidades, la Junta Nacional de Exámenes Universitarios, el canal público TRT, la Agencia Nacional de Inteligencia, la Junta Estatal de Inspección, la Autoridad de las Radiotelecomunicaciones, el Fondo de Seguros Bancarios, la Agencia Estatal de Emergencias, la Administración de Ingresos del Estado, el Instituto de la Seguridad Social, la Agencia Turca para la Cooperación y el Desarrollo, el Instituto Estatal de Estadística, las juntas de inspección de los ministerios, la Autoridad Estatal de Vivienda, la Agencia Estatal de Patentes, la Agencia Turca de Energía Atómica, las agencias de desarrollo regional y el instituto estatal de investigación científica (Tubitak).

En dos votaciones diferentes, la primera en abril de 2017 y la segunda en junio de 2018, los turcos eligieron transformar radicalmente el régimen que su padre fundador, Atatürk, estableció en 1923. Han optado por un presidente ejecutivo fuerte, un autócrata grotesco, frente a un sistema parlamentario con controles y contrapesos. Irónicamente, votaron democráticamente a favor de un régimen antidemocrático.

La votación del 24 de junio convirtió la presidencia ejecutiva de facto de Erdogan en una de iure. Erdogan está contento, como lo están sus adeptos. Pero hay una pregunta que sigue sin respuesta. ¿Qué pasará después de Erdogan? ¿Quién gobernará Turquía, y cómo, con tal exceso de poder en sus manos? El propio Erdogan no tiene respuesta para eso.

© Versión original (en inglés): BESA Center
© Versión en español: Revista El Medio

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Fuente: El Medio

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