La quinta guerra de Obama

Barack Obama llegó al poder con el mandato de poner fin a las guerras estadounidenses en Irak y Afganistán, subsiguientes al 11-S. Dejará el cargo dentro de tres meses habiendo sido el presidente durante la proliferación de los conflictos de EEUU en Oriente Medio y Asia.

Hay que añadir el Yemen a esa lista. Recientemente, ante el tremendo desinterés de la opinión pública estadounidenses, tres navíos de EEUU que se encontraban cerca de la costa del Yemen fueron atacados repetidas veces con sofisticados misiles antibuques. La Casa Blanca respondió con misiles de crucero dirigidos a instalaciones de radar ubicadas en el propio Yemen. El viernes 14 por la tarde, la Casa Blanca envió una carta al presidente de la Cámara, Paul Ryan, en la que le informaba oficialmente de que el presidente había dado orden de utilizar la fuerza militar amparado por la autoridad que le confiere la Ley de Poderes de Guerra.

Estados Unidos lleva años efectuando ataques con drones contra Al Qaeda en el Yemen, pero atacar instalaciones gubernamentales ahora controladas por la milicia huzi es una novedad. Los huzis, una fuerza respaldada por Irán, tomaron posiciones del Gobierno en el noreste del país en 2014, lo que complicó la misión de EEUU. La aventurada intervención de Irán valiéndose de una milicia local era una previsible consecuencia de la rehabilitación de la República Islámica por parte de la Administración Obama, que buscaba no sólo firmar un acuerdo nuclear con Teherán, también delegar la seguridad iraquí a la potencia chíi después de que EEUU retirara sus fuerzas de la región. Tras la caída de la capital yemení, Saná, en manos de los aliados de Irán, Arabia Saudí –el principal competidor de Irán por la hegemonía regional– encontró la situación tan inaceptable que intervino militarmente en el conflicto (con el apoyo de la Casa Blanca). Y la Administración Obama ha tenido el cuajo de llamar a este torpe manejo de la resolución de conflictos en Oriente Medio “poder inteligente”.

Este no es el único conflicto exacerbado por Irán que Estados Unidos trata de contener. Las fuerzas aéreas y las fuerzas especiales de EEUU trabajan constantemente en Siria para tratar de volver a meter la pasta de dientes en el tubo de esa brutal guerra civil. Las fuerzas iraníes intervinieron en ella con el fin de apuntalar a su aliado, Bashar al Asad, en 2012: otra descarada expansión de la influencia iraní en la región a la que Estados Unidos dejó sin respuesta. Ahora hay cerca de 6.000 soldados estadounidenses en Irak, tras la retirada total de 2010. Esos soldados tienen el encargo de asesorar a las fuerzas de seguridad iraquíes para la derrota de las milicias del ISIS, pero la misión de asesoría se suele parecer mucho a las operaciones en el frente y ha tenido como resultado la muerte en combate de varios soldados estadounidenses.

Obama emprendió una misión humanitaria en los cielos de Libia en 2011 que se transformó rápidamente en una serie de operaciones de combate contra las milicias islamistas que llenaron el vacío dejado por el régimen del difunto Gadafi. Recientemente, Estados Unidos llevó a cabo veinte ataques contra las milicias del Estado Islámico en las inmediaciones de la ciudad portuaria de Sirte, en lo que ha sido descrito como uno de “los bombardeos más intensos desde el comienzo” de la operación Odisea Luminosa, hace dos meses.

Y no nos olvidemos de Afganistán, la guerra que, según decía Obama al iniciar su mandato, había sido desatendida por George W. Bush. Para junio, los talibanes ya controlaban más territorio que en cualquier otro momento desde la invasión de EEUU en 2001. Los combatientes talibanes están participando en estos momentos en una ofensiva que tiene como objetivo la captura de Lashkar Gah, capital de la provincia de Helmand. La misión en Afganistán dirigida por la OTAN explicó que para responder a esta ofensiva habían enviado asesores occidentales a ayudar a las tropas afganas, en sus esfuerzos para asegurar la provincia vecina de Farah. Todo esto sucede mientras persiste una implacable campaña terrorista de mortíferas bombas y fusilamientos en ciudades como Kabul y Kandahar. Las operaciones de combate estadounidenses en Afganistán terminaron oficialmente en 2014.

Se ha convertido en una broma recurrente señalar que el Comité del Premio Nobel de la Paz concedió a Obama su distinción en 2009 por el mero hecho de no ser George W. Bush. Que la broma esté un poco trillada no le quita validez. Bush fue ridiculizado en su momento como un agresor de gatillo rápido, pero Obama ha demostrado que la irresponsabilidad de un comandante en jefe estadounidense es una amenaza mucho mayor para la estabilidad y la paz internacionales. El próximo presidente heredará no dos, sino cinco conflictos candentes contra una pluralidad de enemigos, de los cuales algunos cuentan con Estado propio. Queda por ver si acusarán a sus predecesores de haber manejado con torpeza y negligencia los asuntos geopolíticos estadounidenses.

© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio

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Fuente: El Medio

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