La influencia de Marruecos en África

El pasado mes de noviembre el rey de Marruecos, Mohamed VI, acudió a la cumbre Unión Africana-Unión Europea en Abiyán (Costa de Marfil) como máximo responsable de la Unión Africana (UA) en materia de migraciones y con un discurso de líder. Era el último fruto de una estrategia que el reino viene siguiendo desde hace varios años para ganar influencia en todo el continente.

Desde su ascenso al trono, en 1999, el Rey ha realizado 46 visitas a 25 países africanos. Ha entrado hace apenas un año en la UA pisando fuerte –salió de su antecesora, la Organización de la Unidad Africana, en 1984 por su desacuerdo con la admisión de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD)– y ha logrado un asiento en su Consejo de Paz y Seguridad. Su rival tradicional, Argelia, terminó retirando su candidatura en el último momento. La cuestión del Sáhara parece perder en la UA la importancia que tuvo en el pasado. Como señaló el propio Rey en la cumbre, ”no es tiempo de políticas de retaguardia, sino de acción”. En la reunión de la UA de la semana pasada en Adis Abeba, Mohamed VI ofreció un mensaje de compromiso con el panafricanismo: “[Marruecos] continuará haciendo suyas las nobles causas continentales y trabajará sin cesar por la consolidación de la paz, la estabilidad y el desarrollo del continente”, dijo.

Por otra parte, las empresas marroquíes ganan terreno en el África subsahariana en sectores como el de la telefonía móvil. Maroc Telecom tiene más de 56 millones de clientes en diez países: Benin, Burkina Faso, República Centroafricana, Costa de Marfil, Gabón, Malí, Mauritania, Níger y Togo, además de en el propio reino alauí. Por cierto, Marruecos se ha aproximado a la Comunidad Económica de Estados del África Occidental y solicitado su ingreso. Los grandes proyectos de obra pública como Tanger-Med y Samma redefinirán el tráfico marítimo a través del Estrecho, con las consecuencias que esto podrá tener para puertos españoles como los de Algeciras, Ceuta y Melilla. Ahora bien, todo este desarrollo se está haciendo con participación de empresas españolas. Hace menos de dos años, el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Manuel García Margallo, inauguró, en compañía de Ségolenè Royal, a la sazón ministra francesa de Ecología, la inmensa planta solar de Noor, que llegará a las 3.000 hectáreas y en cuyo desarrollo participan empresas españolas.

Estos esfuerzos de Rabat por ampliar su influencia en África han incluido el acercamiento a líderes africanos como el ruandés Paul Kagame, presidente de la UA, y el sudafricano Jacob Zuma, cuyo país ha sido un tradicional apoyo para la RASD. Desde las capitales política y económica del reino –Rabat y Casablanca– soplan vientos de pragmatismo. Frente al caos libio y el peligro del avance de las organizaciones terroristas en el África subsahariana, Marruecos se presenta como el modelo de islam moderado, tolerante y comprometido con la promoción de los derechos humanos en la esfera internacional. Sus tropas realizan ejercicios anuales con Estados Unidos –las maniobras conjuntas León Africano– y participan en misiones internacionales. El reino alauí es un importante aliado de la OTAN desde 2004.

En este contexto, el rey Mohamed propuso a la UE “una competitividad compartida, una localización de empresas productivas, una movilidad humana regulada e intercambios culturales fecundos”. En particular, la cuestión de la inmigración –crucial para el futuro de la UE y uno de los puntos de discordia más profundos entre los socios europeos– fue un tema central en su discurso: “Hubo un tiempo en que la inmigración estaba vinculada a los desplazamientos comerciales, las peregrinaciones religiosas o era impuesta por los conflictos y las pandemias. (…) en nuestra época, en el imaginario colectivo, la inmigración está asociada a los flujos de la pobreza, la precariedad, la inestabilidad e incluso la muerte”. Las organizaciones regionales, según el Rey, podrían haber sido eficaces para para hacer frente a esta situación –la referencia a la Unión del Magreb Árabe es evidente–, pero “¡por desgracia, la Unión del Magreb Árabe ya no existe!”. El remate vino a continuación:

Hoy se impone una nueva visión: se trata de hacer de la inmigración un tema de debate sosegado y de intercambio constructivo.

Dejemos de lado ahora las consecuencias que esta posición marroquí puedan tener para España y, en general, para el sur de Europa. Interesa reparar en que Mohamed VI ha alzado la voz para reformular los términos del debate en clave africana –hace referencias al colonialismo, a la contribución de los africanos a la libertad de Europa durante la II Guerra Mundial, a la realidad de las migraciones intraafricanas, etc.–, haciéndose eco de lo que otros Gobiernos africanos piensan, en su calidad de “líder de la UA en la cuestión de la migración”. En su mensaje de la semana pasada, el Rey lanzó una advertencia:

Es tiempo de desmontar, uno a uno, los mitos asociados a la migración. (…) La migración es un fenómeno natural que constituye la solución y no el problema. Debemos adoptar una perspectiva positiva sobre la cuestión de la migración poniendo por delante la lógica humanística de la responsabilidad compartida y de la solidaridad.

En sus palabras, es inevitable atender a la resonancia de discursos como el del papa Francisco durante la ceremonia de entrega del Premio Internacional Carlomagno 2016:

Sueño con una Europa en que ser inmigrante no sea delito, sino una invitación a un mayor compromiso con la dignidad de todo ser humano.

Marruecos está ganando influencia en África a través de la diplomacia, el comercio y las ideas políticas. El Tercer Encuentro Internacional de Artistas, que se ha celebrado hace pocas semanas en Fez, tenía un lema esclarecedor sobre la inspiración que Marruecos está llevando a todo el continente: “África, de los africanos”.

Conviene no perderlo de vista.

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Fuente: El Medio

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