Judíos en Judea: el futuro de Israel y los ‘colonos’

Yishai Fleisher, portavoz de la comunidad judía de Hebrón, aboga por un replanteamiento integral del conflicto israelo-palestino y pide que se pase definitivamente página en lo relacionado con la solución de los dos Estados.

Israel parece no tener nunca una buena respuesta a las acusaciones contra la empresa de los asentamientos. Cada vez que se escucha la acusación de que robó tierras palestinas, la respuesta de Israel inevitablemente es: “Inventamos el teléfono móvil”, “Concedemos derechos a los gais”, “Fuimos a Haití a ayudar tras el terremoto”. (…)

Esta incapacidad para dar una respuesta adecuada es el resultado de 30 años de mala política que ha presionado a Israel para crear un Estado palestino en el corazón del hogar ancestral judío, en Judea y Samaria, que el mundo denomina Margen Occidental. Esta política ha servido para legitimar la idea de que el territorio de Judea y Samaria es árabe y que Israel es un ocupante intratable. Hoy, mientras Israel está comenzando a dar marcha atrás en la solución de los dos Estados, no es fácil admitir que estábamos equivocados (…)

Pero para nosotros, los colonos, la verdad está clara: la solución de los dos Estados fue mal concebida y nunca se implantará, porque Judea y Samaria pertenecen al pueblo judío. Nuestro derecho a esta tierra se deriva de nuestra historia, de la religión, de decisiones internacionales y de guerras defensivas. Los judíos han vivido aquí durante 3.700 años, a pesar de las repetidas masacres, expulsiones y ocupaciones –por parte de romanos, árabes, cruzados y otomanos–. Y el mundo reconoció la existencia del pueblo nativo judío en esta tierra en la Declaración Balfour de 1917 y los acuerdos de San Remo de 1920.

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El mantra de [John] Kerry de que “realmente no hay alternativa viable” a la solución de los dos Estados se contradice con su manifiesto fracaso. Con una nueva Administración americana en el poder, hay una oportunidad histórica para un debate abierto sobre alternativas reales, sin los tabúes del pasado.

Amos Yadlin, director del Institute for National Security Studies israelí, evalúa en esta nota los aspectos positivos y los riesgos de esta decisión de la nueva Administración estadounidense. Yadlin sugiere que el Gobierno israelí trabaje para que se lleve a cabo de manera que provoque el menor malestar posible.

Sería poco inteligente ignorar los riesgos que implica el traslado de la embajada, incluso asumiendo que los palestinos y los oponentes a esta decisión, tanto en Israel como en EEUU están amplificando esos riesgos. En primer lugar, está la amenaza de una intifada palestina renovada (…)

Otro riesgo para Israel es el deterioro de las relaciones con Jordania y Egipto. La oposición popular a esa decisión en dichos países podría eclosionar, amenazando la estabilidad de los respectivos regímenes.

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Sopesando los aspectos positivos y negativos, la conclusión es clara a favor de trasladar la embajada estadounidense a Jerusalén. Este paso es apropiado y deseable desde la perspectiva israelí si es realizado en el momento oportuno y en el contexto apropiado, de manera que sus ventajas inherentes sean maximizadas y los riesgos minimizados. (…)

La mayoría de los riesgos que se comentan son exagerados y pueden evitarse dando pasos medidos. El proceso político está en suspenso, en cualquier caso; no hay progresos debido a la estrategia palestina, que desde 2008 ha consistido en internacionalizar el conflicto, como sustituto para las negociaciones bilaterales. El traslado de la embajada podría muy bien impactar a los palestinos y llevarlos a repensar su estrategia retomando las conversaciones. De hecho, Mahmud Abás, el presidente de la Autoridad Palestina, fue citado recientemente diciendo –por primera vez en una década– que el tiempo corre ahora en contra de los palestinos.

Aparte de los pasos que Israel debería dar para reducir la posibilidad de que los riesgos se concreten, algunos partidos dentro de Israel deben evitar referirse al posible traslado de la embajada en términos apologéticos. Después de todo, Israel no puede permitirse hacer nada –ni discreta ni públicamente– para evitar que suceda.

El analista saudí Abdulramán al Rachid especula con la posibilidad de que Arabia Saudí, Egipto, Jordania y Emiratos formen un cuarteto defensivo a imitación de la organización atlántica para oponerse al expansionismo de Teherán.

Esos cuatro países árabes han sido aliados durante mucho tiempo. Todos ellos participan en la guerra del Yemen en mayor o menor medida. El Ejército de Emiratos ha estado combatiendo junto a las tropas saudíes sobre el terreno desde el principio, mientras que Jordania tiene fuertes lazos militares con los otros tres países. Sin embargo, incluso con esta cooperación, no podemos mirar esta estrecha relación como algo similar a la OTAN en lo que se refiere al concepto y la naturaleza de los compromisos.

En nuestra región ha existido un gran vacío político y desequilibrios en el poderío bélico, especialmente durante los pasados ocho años. Lo que ha empeorado este desequilibrio ha sido la reducción de los compromisos de EEUU en la región y la firma del acuerdo nuclear con Irán. (…)

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La cooperación militar, bajo cualquier paraguas, es una buena idea y un paso necesario, especialmente si se extiende más allá. Establecer un compromiso para enfrentarse a Irán es un equilibrio esencial para responder a su alianza militar, que incluye a Irak y Siria.

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Fuente: El Medio

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