Eso es, al menos, lo que sostiene el analista David Singer, que ve en los últimos movimientos –directos o indirectos– de Washington, Jerusalén y Amán claros indicios de la superación definitiva del Proceso de Oslo.
La [reciente] visita de tres días a Israel del asesor de Seguridad Nacional del presidente Trump, John Bolton, indica que Jordania reemplazará a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en las negociaciones con Israel para resolver [las disputas sobre soberanía territorial] en Judea y Samaria (la ‘Margen Occidental’), Jerusalén Oriental y Gaza (los “territorios en disputa”), al amparo del plan de paz de Trump.
La visita de Bolton [se produjo] luego de que un exembajador jordano, Walid Sadi, señalara (…) que Jordania está preparada para llenar el vacío diplomático generado por el colapso de las negociaciones entre Israel y la OLP, que en estos 25 años no han dado frutos. La OLP se niega a negociar el plan de Trump.
(…)
Dos pueblos, el árabe y el judío, necesitan dos Estados, no tres, en la antigua Palestina.
Mordejai Kedar, profesor de la Universidad Bar Ilán, sostiene que las diferencias entre las dos principales organizaciones palestinas son tan sustanciales que hacen imposible un auténtico entendimiento entre ambas.
La ley islámica diferencia entre ‘tlak raji’, un divorcio revocable, y ‘tlak baan’, un divorcio definitivo, irrevocable. (…)
(…) el divorcio entre Hamás y Fatah, el Gobierno de Gaza y la Autoridad Palestina (…), es irrevocable. Todos los intentos palestinos, egipcios y jordanos en pro de la reconciliación (…) han fracasado miserablemente y seguirán haciéndolo. (…)
Son numerosas las razones que hacen imposible el compromiso entre los dos movimientos (…) Ideológicamente, Hamás es la rama palestina de la Hermandad Musulmana, organización que se opone vehementemente al nacionalismo que se abrió paso en el mundo árabe en los albores del siglo XX. La Hermandad ve en el nacionalismo una traición al islam, porque los nacionalistas creen que la nación es más importante que la creencia religiosa (…) Los Hermanos, en cambio, creen que “Alá es nuestro único objetivo, el profeta [Mahoma] es nuestro modelo, el Corán nuestra Constitución, la yihad nuestra forma de vida, y morir por Alá el cumplimiento de nuestros más exaltados deseos”.
(…) durante más de treinta años, los dos grupos han trabajado por separado, y la mayoría del tiempo han sido hostiles el uno con el otro. Ni siquiera su odio compartido a Israel y su común deseo de destruir el Estado judío (…) han conducido a la reconciliación.
David M. Weinberg, vicepresidente del Jerusalem Institute for Strategic Studies, da cuenta en este artículo de una visita que ha hecho recientemente a Escandinavia y da una serie de consejos a los amigos de Israel que viven en el Viejo Continente.
Los amigos de Israel en el extranjero no necesitan disculparse todo el tiempo en nombre de Israel. No necesitan pedir perdón por afirmar que la sociedad israelí tiene más fibra moral que la mayoría, o por insistir en que los árabes reconozcan a Israel como hogar nacional del pueblo judío. No necesitan pedir perdón por la vigorosa defensa que hace Israel de sus ciudadanos frente a los túneles del terror y las marchas hacia la frontera en Gaza de Hamás, frente a los misiles de Hezbolá en el Líbano, frente a las bases iraníes en Siria.
(…)
Cuando hablas de los derechos nacionales del pueblo judío en su patria ancestral, sobre el derecho de los israelíes a vivir sin miedo, sobre la manera en que la sociedad israelí comparte los mismos valores creativos, constructivos y pacíficos celebrados por la gente de bien en todo el mundo, puedes al menos conseguir cierto respeto reluctante hacia Israel, y en numerosos casos echar abajo iniciativas del BDS [movimiento israelófobo que busca la marginalización del Estado judío mediante una campaña de boicot, desinversiones y sanciones].
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Fuente: El Medio
