Isaac Rabin: soldado, líder, estadista

Isaac Rabin tuvo una notable carrera como político y como militar israelí. Desempeñó papeles cruciales en la guerra de independencia de su país y en la de los Seis Días, y fue primer ministro en dos ocasiones, 1974-77 y 1992-95, año este último en que fue asesinado en Tel Aviv, al término de una manifestación. Rabinovich tiene buenas credenciales para firmar esta biografía, habiendo servido con Rabin como embajador de EEUU (1992-96) y como jefe negociador con Siria (1993); es además un prolífico estudioso que escribe regularmente sobre el Medio Oriente de nuestros días (especialmente sobre Siria) e interactúa con la élite laborista israelí. Aunque ha producido un muy ameno repaso de la vida de Rabin, estas páginas apenas aportan nuevo material histórico ni ayudan a comprender la compleja personalidad del estadista.

En el apartado de los elementos positivos, tenemos que Rabinovich desaprueba los intentos de presentar a Rabin como Mr. Paz en vez de como Mr. Seguridad. Correctamente lo describe como “un líder centrista preocupado por la seguridad de Israel”. Con todo, este recuento adolece de bastantes inexactitudes, buena parte de las cuales son fruto de los prejuicios del autor.

Así, Rabinovich escribe que Rabin “finalmente rechazó” un plan de 1974 que habría permitido a Jordania tomar la localidad de Jericó, en la Margen Occidental, a cambio de un tibio compromiso de no beligerancia por parte de Amán. En realidad fue el rey Husein quien difirió la toma en consideración del plan hasta después de la cumbre árabe de Rabat de octubre de ese mismo año, en la que se reconoció a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como “el único representante legítimo del pueblo palestino”, lo cual socavó la legitimidad de Jordania para llegar a un acuerdo con Israel.

Asimismo, la operación aérea emprendida durante las primeras horas de la guerra de 1967 se denominó Moked, no Kurnass. En cuanto a la referida conferencia de Rabat, tuvo lugar a finales de octubre de 1974, no en septiembre-octubre. Y la mayor manifestación política de la historia de Israel tuvo lugar en el año 2000, contra el plan de Ehud Barak de dividir Jerusalén; no fue, pues, la que se celebró contra la supuesta responsabilidad del Gobierno israelí en la matanza de Sabra y Chatila, perpetrada por milicias cristianas libanesas.

El autor delata su tendencia política al criticar a Rabin por no adoptar decisiones “audaces” o emprender más “iniciativas diplomáticas”, expresiones preferidas por los izquierdistas israelíes que consideran insostenible el statu quo con los árabes. Ganar tiempo y esperar a que los árabes cambien y acepten a Israel ha venido siendo la estrategia sionista desde los tiempos de David ben Gurión. Además, Rabinovich apenas critica los riesgos que en materia de seguridad asumió Rabin al aceptar los Acuerdos de Oslo, que según su discípulo Ehud Barak tenían “un montón de agujeros” y eran “como un queso suizo”.

Por otro lado, la disposición de Rabin a retirarse de las líneas de 1967 en sus negociaciones con Siria no suscita discusión sobre las potenciales repercusiones, teniendo que los problemas ahí, con con radicales chiíes y suníes presionando contra la frontera israelí, son tan evidentes. Finalmente, el desprecio del autor por el primer ministro Netanyahu y por los sionistas religiosos (un grupo mucho más plural que como se pinta en estas páginas) es muy llamativo y evoca la frustración de la izquierda israelí ante unos cambios, en la sociedad y en la política locales, que ya no puede controlar.

Al autor también malinterpreta la posición de Rabin ante la primera intifada y la cuestión palestina. Rabin jamás creyó que sólo podía haber ahí una solución política. Para Rabin, cualquier solución política había de descansar en la superioridad bélica de Israel, y en su uso ocasional. En la mente de Rabin, el poderío militar y los esfuerzos diplomáticos no estaban desconectados.

Con la imprevista muerte del estadista, Rabinovich cree que “Israel empezó a apartarse de la vía de Rabin”. Esto es engañoso. Se ignora el hecho cierto de la ambivalencia de Rabin en sus relaciones con Yaser Arafat por el fracaso de este último tanto a la hora de intercambiar territorios por seguridad (que no por paz) como a la de abolir las cláusulas de los estatutos de la OLP que llaman a la destrucción de Israel. Claramente, Rabin tenía dudas sobre las bondades de Oslo; sabía que los Acuerdos eran crecientemente impopulares y que él podría perder las siguientes elecciones como consecuencia de ello, como mostraban las encuestas.

Al fin y a la postre, Isaac Rabin fue una figura trágica. Un elemento singular de esta tragedia es que un asesino impidió que un político-soldado honesto y preocupado por la seguridad corrigiera el rumbo que había seguido.

Itamar Rabinovich, Yitzhak Rabin: Soldier, Leader, Statesman, Yale University Press, 2017, 304 págs.

© Versión original (en inglés): Middle East Forum
© Versión en español: Revista El Medio
 

La entrada Isaac Rabin: soldado, líder, estadista aparece primero en Revista El Medio.

Fuente: El Medio

Share Button

Otras Noticias