Irán sustituye a Siria en el Líbano

La década de los 90 del siglo pasado fueron unos tiempos más sencillos para las elecciones presidenciales libanesas. Los quebraderos de cabeza ocasionados por el vacío de poder de los últimos dos años y medio, con sus complicadas mezclas y remezclas de alianzas, sus acuerdos y desacuerdos, sus entendimientos y malentendidos y esa oscuridad e incertidumbre, jamás habrían sido posibles en los 90. En aquellos tiempos, cuando se abría una vacante en la Jefatura del Estado se cubría al instante con una simple llamada a Damasco. Si presentaba obstáculos para los edictos de la Hermana Siria –como era frecuentemente el caso, como cuando se prorrogó el mandato del presidente Elías Hrawi en 1995, o cuando la designación del comandante del ejército Emile Lahud en 1998, a pesar de la prohibición de que los militares fueran candidatos–, la Constitución se corregía. Todo era muy fácil. Como el difunto Ghazi Kanaan, máximo representante sirio en el Líbano, gustaba de decir a los libaneses: vosotros centraos en los negocios y dejadnos la política a nosotros.

Para cuando, en 2008, se produjo el nombramiento (difícilmente se le puede llamar elección) del sucesor de Lahud, esa pax siriana se había descompuesto en cierto modo, con la retirada de las tropas sirias tres años antes, aunque pocos se hacían ilusiones respecto de una merma de la influencia de Damasco en Beirut. Es cierto que la presidencia de Michel Sleiman fue fruto de una decisión no unilateral sino multilateral, a la que se llegó mediante una serie de negociaciones en Doha que incorporaron el punto de vista de varias capitales del Golfo y otras árabes, pero se seguía considerando que Damasco era el primus inter pares indispensable: el eje sin el que todo se descompondría.

Las cosas han sido muy diferentes con Michel Aún, cuya inminente elección daba por segura la semana pasada en un discurso el jefe de Hezbolá Hasán Nasrala, quien confirmó que su grupo parlamentario participaría en la sesión de investidura de este lunes y votaría por el líder del Movimiento Patriótico Libre (el único paso que quedaba, después de que el líder de Movimiento del Futuro, Saad Hariri, anunciara por sorpresa que daría su apoyo a Aún). Esta vez, la palabra Damasco no ha sido prácticamente mencionada a lo largo de todo el proceso. No ha habido visitas degradantes de políticos libaneses a la capital siria para postrarse ante Asad. Ningún periódico ha hablado de ningún veto sirio, o de exigencias que determinaran el destino de Aún. Al contrario. De hecho, si lo reportado por Asafir (por lo general pro Damasco) es correcto, los aliados libaneses más cercanos a Damasco –el Partido Baaz, el Partido Social Nacionalista Sirio, Marada, Talal Arslan, Ahmad Karami y otros– han dado su apoyo al candidato perdedor, Sleiman Frangieh. Esto convertiría la elección de Aún en la primera, desde la de Bashir Guemayel (1982), que sale adelante con la oposición de los aliados de Damasco.

Dicho de otro modo: se trata de un hito en el declive de la influencia siria en el Líbano. Esto sería digno de celebrarse, si no fuera porque es la Guardia Revolucionaria Iraní la que está poniendo los clavos en el ataúd. Lo cierto es que se esperaba desde hace tiempo un golpe blando de Teherán en el Líbano a costa de Siria. Ya en diciembre de 2008, el colaborador de NOW Michael Young escribía:

Siria es incapaz de imponer plenamente su voluntad [en Hezbolá] como antes de 2005. Irán es ahora uno de los principales actores, y los iraníes tienen muchas formas de demostrar a Hezbolá que el poder sirio en el Líbano ya no es lo que era.

Una vez que te pones a buscarlas, empiezas a ver cada vez más señales de todo esto. Fijémonos, por ejemplo, en cómo el poder judicial libanés recientemente pudo (un cínico diría que se le ha permitido) dictar sentencias y arrestos increíblemente perjudiciales contra funcionarios del régimen sirio, empezando por el director de la Oficina de Seguridad Nacional, Alí Mamluk, implicado en los complots de Michel Samaha y la mezquita de Trípoli. No hace demasiado tiempo, esto habría sido impensable. Sin embargo, contrasta con la catatónica reacción del poder judicial ante el mortífero tiroteo contra un estudiante, Hashem Salman, que se manifestó frente a la embajada iraní en Beirut en 2013, que según un corresponsal de Reuters allí presente fue perpetrado por miembros de Hezbolá. Es fácil ver dónde están hoy las líneas rojas. (Es impactante pensar que hubo una época en que el Ejército sirio podía invadir los barrios chiíes de Beirut y matar a los combatientes de Hezbolá en sus mismos feudos. Ahora es Hezbolá quien invade Siria, operando bajo órdenes iraníes, con un apenas disimulado desprecio por el Ejército sirio).

Por supuesto, de aquí no se deduce que el presidente Aún represente algún tipo de amenaza para Asad, ni que este último esté necesariamente molesto con su elección. Aún ha sido uno de los principales defensores del régimen sirio, del que dijo en 2012 que era el más democrático de la región –hizo una visita oficial a Damasco en 2008–. Más importante aún: que Irán le gane la mano a Siria no significa necesariamente que los dos difieran en su visión esencial sobre el Líbano, que sigue bajo las garras del Eje de la Resistencia. La fórmula Ghazi Kanaan podría estar ya tan difunta como su autor, pero los libaneses siguen tan privados como siempre de una vida política independiente.

© Versión original (en inglés): NOW Lebanon
© Versión en español: Revista El Medio

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Fuente: El Medio

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