El odio del Líbano a Israel, síntoma de una disfunción (y 2)


Un odio injustificado

El Líbano no tiene una justificación válida para su odio a Israel. Se suele citar como motivo las diminutas Granjas de la Shebaa –de tan sólo 22 kilómetros cuadrados–, en la frontera con Israel, pero Siria también reivindica ese mismo pedazo de tierra. Además, se sabe que Israel está dispuesto a evacuarlo si pasara a estar controlado por los pacificadores de la ONU. Las Granjas de la Shebaa son una excusa, no una razón.

El Líbano ha sufrido importantes pérdidas humanas y materiales a consecuencia de sus dos guerras con Israel, tras 1949; eso sí sería ciertamente un motivo para su animosidad, si no fuera porque el Líbano fue el principal responsable de ambas.

La primera guerra (1982-1985) fue un intento por parte de Israel de detener los ataques contra sus ciudadanos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yaser Arafat. Si el Líbano se hubiese dedicado a vigilar las acciones de la OLP en su propio territorio, jamás se habría producido. La segunda (2006) fue un intento por parte de Israel de detener los ataques contra sus ciudadanos de la milicia chií libanesa Hezbolá. Si el Líbano hubiese desarmado a Hezbolá cuando desarmó a otras milicias, tras la guerra civil de 1975-1990, tampoco habría tenido lugar.

El Líbano, que tiene un Ejército débil, se podría considerar víctima de circunstancias ajenas a su control, pero no es el caso. El Líbano ha contribuido enormemente a sus circunstancias.

El Líbano eligió ser parte de la coalición árabe que rechazó el Plan de Partición de la ONU de 1947 y atacó a Israel en 1948, creando así el problema de los refugiados palestinos. El Líbano sigue eligiendo mantener a los palestinos en campos con derechos limitados, en vez de integrarlos en la sociedad libanesa, propiciando así las protestas y los deseos de venganza de los palestinos. El Líbano también eligió permitir que los palestinos del país formaran sus propias milicias armadas, que fueron un catalizador para la guerra civil libanesa y dieron lugar a los ataques de la OLP contra Israel.

El Líbano todavía no ha intentado alcanzar una paz definitiva con Israel. Israel esperaba firmar un tratado de paz con Bashir Guemayel, que fue elegido presidente del Líbano en 1982, pero nunca llegó a ejercer porque fue asesinado poco después de ganar los comicios. Su hermano mayor, Amín Guemayel, que fue elegido en su lugar, llegó a un acuerdo limitado con Israel, en mayo de 1983, que estaba muy lejos de ser un acuerdo de paz, y que obviamente no terminó con los ataques de Hezbolá contra Israel.

Provocaciones libanesas

No sólo es que los sucesivos Gobiernos libaneses no hayan impedido los ataques, sino que además han fomentado el odio y la violencia contra Israel.

En mayo de 2008, el recién electo presidente Michel Suleimán alabó la lucha de Hezbolá contra Israel. En julio de ese mismo año, el Gobierno libanés recibió como un héroe a Samir Kuntar, el asesino que mató a sangre fría a un padre israelí y a sus tres hijos pequeños. Kuntar fue recibido personalmente por los tres funcionarios más importantes del régimen libanés: el presidente, Michel Suleimán, el primer ministro, Fuad Siniora, y el presidente del Parlamento, Nabih Berri. Kuntar se convirtió en comandante de Hezbolá y fue eliminado más tarde en Siria, en una operación de las Fuerzas de Defensa de Israel.

Los Gobiernos libaneses han mantenido incluso una política de agresión contra Israel. En 2009, el Gabinete declaró oficialmente que reconocía el “derecho” de Hezbolá a “emplear las armas contra Israel”, a pesar de las objeciones de algunos ministros, que insistían en que “el considerable arsenal” de Hezbolá “debilita la autoridad del Estado”. En 2014, de nuevo, el Gobierno libanés declaró oficialmente: “Los ciudadanos libaneses tienen el derecho de resistir contra la ocupación israelí y repeler cualquier ataque de Israel”.

La retórica antiisraelí también ha calado en el funcionariado no electo. En 2013, en el marco del debate sobre el influjo de refugiados sirios al Líbano provocado por el régimen asesino sirio y los terroristas del ISIS, Abás Ibrahim, director general del Departamento de Seguridad General, insistió en que “el único enemigo del Líbano es Israel”.

Incluso algunos políticos cristianos participan de ese abominable discurso. En 2015 Emile Lahud, expresidente del Líbano, apareció en la iraní Press TV, donde declaró: “Todos nuestros problemas provienen de Israel a través de EEUU”. El día anterior, Michel Aún, excomandante del Ejército libanés, expresó en el mismo programa su apoyo a Hezbolá y se refirió a Israel como “el enemigo”.

Un Líbano dividido, sin verdadera autonomía

A pesar de que el Líbano promueve oficialmente a Hezbolá, muchos políticos libaneses querrían el desarme de Hezbolá, y llevan mucho tiempo diciéndolo. No obstante, suelen reafirmar también el derecho de Hezbolá a combatir a Israel, lo que quita credibilidad a su mensaje.

Antes de convertirse en el primer ministro libanés en 2009, tras el asesinato de su padre, Saad Hariri expresó su preocupación por el arsenal de Hezbolá. Entonces se sospechaba que su padre, Rafik Hariri, había sido asesinado por Hezbolá, sospecha después confirmada por un tribunal respaldado por la ONU. La legislatura del joven Hariri terminó en enero de 2011 a causa de las presiones de Hezbolá. En marzo de 2011, decenas de miles de manifestantes libaneses exigieron el desarme de Hezbolá, coreando: “El pueblo quiere el fin de las armas”; pero en junio se anunció un nuevo Gobierno dominado por Hezbolá.

Los políticos libaneses volvieron a discutir sobre el arsenal de Hezbolá en 2012, porque a algunos les parecía que “muchos libaneses sospechaban cada vez más de las armas de Hezbolá”.

En marzo de 2013, y de nuevo en junio de 2013, Ziad al Kadri, joven diputado del partido suní de Hariri, criticó a Hezbolá y le acusó de “querer convertir el Líbano en un campo de liquidación para ajustar cuentas regionales”. En agosto de 2013 el líder libanés cristiano Samir Geagea, presidente de las Fuerzas Libanesas (organización otrora dirigida por Bashir Guemayel), reaccionó al discurso antiisraelí del líder de Hezbolá acusándolo de “arrastrar el país a la guerra contra los deseos de sus líderes”.

El Líbano había tenido un Gobierno de unidad nacional desde febrero de 2014, con miembros de Hezbolá y del partido de Hariri, pero en enero de 2016 el entonces ministro de Justicia, Ashraf Rifi, miembro del partido de Hariri, dimitió. Esto se produjo después de que Arabia Saudí cancelara un acuerdo valorado en 4.000 millones de dólares en ayudas al Ejército libanés por la falta de apoyo del Líbano a Arabia Saudí contra Irán, el patrocinador de Hezbolá. Rifi dijo que Hezbolá es “un partido armado que domina sobre las decisiones del Gobierno”.

En febrero de 2016, Saad Hariri, que ya no vive en el Líbano, acusó a Hezbolá de querer convertir el Líbano en una “provincia iraní”. La condición del Líbano como carne de cañón para Irán se confirmó en julio, cuando Hosein Salami, el segundo al mando en los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), declaró:

En el Líbano hay más de 100.000 misiles Qasam listos para su lanzamiento, (…) listos para borrar para siempre del mapa ese punto negro y maligno de la geografía política [Israel].

La falta de autonomía del Líbano también la confirmó el exministro Marwan Hamade, aliado de Rafik Harari, que dijo que el Líbano había querido negociar la paz con Israel pero que Siria bloqueó todo el diálogo. Hamade declaró:

Aunque Hariri y su bloque deseaban normalizar y desmilitarizar el Líbano tras la retirada de Israel del sur del Líbano, en 2000, Hezbolá y Siria querían lo contrario.

Los verdaderos problemas del Líbano

La fractura entre las facciones pro Hezbolá y anti Hezbolá está creciendo y está desgarrando el Líbano. El Parlamento ha sido incapaz de pactar un nuevo presidente después de que se agotara la legislatura de Michel Suleimán, en mayo de 2014. Puesto que las tres posiciones más altas de la política libanesa están divididas constitucionalmente entre un presidente cristiano, un primer ministro suní y un presidente del Parlamentario chií, este punto muerto significa que durante dos años los cristianos no han tenido ningún representante a ningún nivel.

Sin embargo, la disfunción política del Líbano va mucho más allá de una crisis constitucional, y afecta a la vida diaria de la población. Según informó The New York Times,

con un nuevo Gobierno dominado por los aliados de Hezbolá (…) la censura ha ido en aumento. Los ministros suníes del Líbano –tradicionalmente moderados– se han visto cada vez más confrontados por los extremistas, como los mulás salafistas en Sidón y Al Qaeda en la ciudad septentrional de Trípoli. (…) Los grupos cristianos también se han unido a las peticiones de censura.

Esto ha dado lugar a que “un desfile de artistas abandonara el país”. La disfunción afecta incluso a la salubridad pública: en el Líbano no se recogió la basura durante casi un año, desde julio de 2015 hasta marzo de 2016, cuando por fin se aplicó una solución temporal.

En mayo de 2016, el popular periodista Nadim Koteich declaró su apoyo a que Israel se anexionara los Altos del Golán tuiteando que la ciudad siria de Alepo, devastada por la guerra, habría estado mejor bajo ocupación israelí. El atrevido tuit de Koteich (posteriormente borrado) demuestra que, a pesar del dominio de Hezbolá sobre la política libanesa, muchos ciudadanos se oponen a la irracional posición antiisraelí.

Es muy probable que algunos de los nueve atletas de la delegación olímpica libanesa no fuesen antisemitas, y que hubiesen acogido de buen grado la interacción con los atletas israelíes. Sin embargo, también son conscientes del poder de Hezbolá y de las consecuencias de enfrentase a su autoridad.

Las dificultades del Líbano son más profundas que la cuestión de si sus atletas deben o no evitar a los israelíes. La ocupación israelí de un trozo de tierra disputado, las Granjas de la Shebaa, que suponen el 0,2 % del territorio, difícilmente justifica la existencia de una milicia independiente que es más poderosa que el Ejército libanés y que tiene una desmedida e indebida influencia sobre el país.

Si los Estados árabes, entre ellos el Líbano, no hubiesen atacado el nuevo Estado independiente judío en 1948, y si el Líbano hubiese prevenido los ataques terroristas contra Israel lanzados desde su territorio, los dos países no se habrían cruzado ni una sola bala. Hoy, el Líbano estaría disfrutando de unas relaciones diplomáticas con Israel y de los beneficios de un fructífero comercio.

© Versión en inglés: Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio

“El odio del Líbano a Israel, síntoma de una disfunción (1)”.

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Fuente: El Medio

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