‘Banda Stern’: interesante pero tendencioso

El Lohamei Herut Israel (Luchadores por la Libertad de Israel), conocido por su acrónimo Lehi y llamado por los ingleses Banda Stern –de ahí el título de este cómic–, nunca tuvo muchos militantes. En su apogeo no llegaron a ser más de 300, pero su influencia en los fascinantes y convulsos años finales del Mandato británico fue grande.

Los historietistas Luca Enoch y Claudio Stassi nos introducen en un pequeño grupo de judíos que se negaron a apoyar a los ingleses durante la Segunda Guerra Mundial y que por ello se escindieron del Irgún. Cegados por una idea casi mesiánica de Israel, consideraban a los ingleses el principal enemigo y llegaron incluso a ofrecer a la Alemania nazi un pacto para llevar judíos europeos a Palestina, establecer un Estado judío y colaborar con las potencias del Eje en la guerra. Fueron unos apestados para los británicos y para toda la comunidad judía de Palestina. Aunque Banda Stern puede confundir en este importante aspecto.

Su líder fue el carismático Abraham Yair Stern. Yair –en hebreo, “el que ilumina”– nació en Polonia y emigró a Palestina con 18 años. En 1929 se unió a la Haganá, tras los ataques árabes a las comunidades judías, y en 1932 la abandonó junto a Abraham Tehomi para fundar el Irgún, la organización que comandaría Menájem Beguin. En 1941 Yair y unos cuantos fieles se escinden del Irgún y fundan el Lehi con el objetivo de librar una guerra total contra los ingleses. Las acciones del Lehi fueron despiadadas y, además de asesinar a compañeros de filas y a judíos considerados traidores, perpetraron atracos y robos para financiarse. Mataron al conde sueco Folke Bernadotte, que durante la Guerra de Independencia (1948-1949) fue el enviado de la ONU para elaborar un acuerdo definitivo de paz. Otra de sus más famosas víctimas fue Lord Moyne, amigo personal de Churchill. Este asesinato hizo tambalear las fuertes convicciones sionistas del británico más grande de todos los tiempos. El Lehi también colaboró puntualmente con el Irgún, en concreto, en sus dos atentados más famosos: el bombardeo del hotel King David y la masacre de Deir Yasin.

El cómic está prologado por el periodista Marc Marginedas, que, aparte de aportar datos incorrectos (dice que en 2006 Israel aún no tenía medio siglo de historia y lo cierto es que había cumplido 58 años), atribuye a los sucesivos gobernantes israelíes un inexistente influjo Lehi: esa es, a su juicio, la razón de que Israel torpedee los intentos de paz en Oriente Medio. Es cierto que Isaac Shamir, primer ministro de Israel desde 1986 hasta 1992, fue un importante integrante del Lehi; sin embargo, la Haganá (organización en la que militaron la inmensa mayoría de los primeros ministros de Israel) e incluso el Irgún se mantuvieron alejados de la línea fanática de Stern y sus seguidores. Y es que, a pesar de que no queda claro en el cómic, el Lehi fue una loca excrecencia de las organizaciones paramilitares judías activas en Palestina durante el Mandato Británico. Como escribe al final del cómic el mismo Stassi, el Lehi no pudo negociar su papel en el nuevo Estado:

La historia ya iba un paso por delante de estos protagonistas underground, atrapados en su propia utopía violenta, más en el pasado que en el presente de una nación que, después de múltiples trabajos, estaba naciendo.

Es cierto, como se destaca en Banda Stern, que muchos miembros del Lehi fueron amnistiados y se reintegraron en la sociedad –así como muchos del Irgún que cometieron actos terroristas–. Buen ejemplo de ello –además de en Shamir, que después de la independencia se alistó en el Mosad– lo tenemos en Yeoshua Cohen, autor material del asesinato contra el conde Folke Bernadotte, que fundó el kibutz de Sde Boker, en el desierto del Neguev, lugar que Ben Gurión eligió como retiro. Cohen y Ben Gurión se convirtieron en grandes amigos. El Viejo, de hecho, acabó bien con muchos de sus antiguos enemigos, empezando por el más señalado: Beguin. Lucharon por lo mismo, aunque sus métodos eran distintos y hasta antagónicos; pero todo eso quedó enterrado después del Altalena. Tras la rebelión y la lucha paramilitar, todos los combatientes se integraron en las fuerzas armadas del nuevo Estado.

Al cómic le falta paisaje y entorno. Hay escasez de fondo en las viñetas y cierta falta de expresividad en los personajes, aunque se parecen bastante a los miembros del Lehi que recrea. Es una lectura interesante pero incompleta. Da una versión distorsionada de la lucha armada judía en Palestina y hace creer que la del Lehi fue la dominante, lo cual no es cierto. Para una visión más ilustrativa y completa seguimos quedándonos con Mezek.

Luca Enoch, Claudio Stassi, Banda Stern, Norma, 128 páginas.

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Fuente: El Medio

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