Abás, igual de malo que Arafat

En el Jerusalem Post, David M. Weinberg arremete contra el presidente palestino, por su nula intención de llegar a un acuerdo con Israel, y contra la comunidad internacional, por bailarle el agua y no exigirle responsabilidad alguna.

Cuando los críticos de Oslo aportaban evidencias de lo que hacía Arafat eran tachados de enemigos de la paz. Cualquier atención prestada a los ‘errores’ de Arafat era considerada una distracción de la necesaria concentración en hacer avanzar el proceso de paz.

El mismo proceso patético se sigue con Abás. Su extremismo es ignorado, su obstruccionismo es pasado por alto, su corrupción es tolerada y su represión de sus críticos demócratas es peligrosamente dejada de lado.

En línea con el artículo de Leandro Fleischer que publicamos ayer, el abogado Eric Scharf escribe en el diario costarricense La Nación un artículo propalestino nada convencional.

Apoyo al pueblo palestino. Por eso, condeno enérgicamente la ideología de Hamás y la Yihad Islámica de utilizar el terrorismo para intentar alcanzar sus objetivos. Si los líderes palestinos realmente quieren paz para su pueblo, ¿por qué se niegan a sentarse en la mesa de negociaciones con Israel, en lugar de optar siempre por el camino del terror y la violencia?

(…)

Reconozco y suscribo la imprescindible necesidad del pueblo palestino de tener su propio Estado. Por eso, no entiendo por qué Hamás destruyó la infraestructura productiva que Israel les dejó al desocupar Gaza, en vez de aprovecharla para generar empleos y vivienda. Si los líderes de Hamás efectivamente quieren establecer un Estado palestino, ¿por qué utilizan cemento y acero para construir túneles de terror destinados a atacar y secuestrar a civiles israelíes, en vez de utilizarlos para levantar escuelas y hospitales para su pueblo?

El diario colombiano El Espectador ha entrevistado a Dina Siegel Vann, del departamento latino del American Jewish Committee (AJC), a propósito de la visita curada esta semana por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, a Colombia. Destacamos una de sus respuestas.

Israel es una nación que se desarrolló a base de ingenio, ante la necesidad de dar respuestas a problemas urgentes. No nos olvidemos que se trata de un país que fue creado en un territorio árido, rodeado por enemigos que buscaban (y todavía buscan) su aniquilación. Las energías del naciente estado fueron orientadas hacia dos frentes: el desarrollo científico-tecnológico para maximizar el uso de recursos escasos como el agua y las tierras aptas para la agricultura, y la creación de un sistema de defensa moderno y efectivo.

La fortaleza de la economía israelí es hija de estos dos pilares. Desde los inicios de la década del 60, Israel viene ofreciendo cooperación a muchos países en África, Asia, Europa del Este y América Latina en áreas tales como manejo del agua e irrigación, desarrollo urbano-rural integrado, mejoramiento de la producción agrícola-ganadera, creación de emprendimientos productivos, fortalecimiento de los sistemas educativos, integración social, promoción y administración de la inmigración, desarrollo del turismo, investigación, tecnología, ciberseguridad, seguridad urbana y, por supuesto, defensa.

Si bien el tema seguridad –muy importante por cierto, ya que ayuda a salvar vidas– es el que recibe mayor atención mediática, la cooperación entre Colombia e Israel abarca todos estos rubros. De todas formas, no hay que perder de vista que el posconflicto presenta otros desafíos a la seguridad. A mi modo de ver, la sociedad colombiana no debe permitir que los espacios que deja vacantes la guerrilla sean ocupados por bandas criminales, como tristemente ha ocurrido en países de América Central. Pero somos optimistas de que la paz abrirá muchas más oportunidades para la cooperación entre Colombia e Israel.

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Fuente: El Medio

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