¿A vueltas con el mantra "paz por territorios"?

Caroline B. Glick critica en este artículo la visión del negociador jefe nombrado por Trump para el conflicto palestino-israelí, Jason Greenblatt. Según Glick, Greenblatt sigue creyendo que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) quiere intercambiar paz por territorios, esquema ya fracasado por decisión de los líderes palestinos.

La misión de Greenblatt es, aparentemente, reinstaurar el (…) proceso de paz entre Israel y la OLP.

[Ese] proceso de paz (…) murió hace 17 años.

(…)

En los 17 años transcurridos desde que Arafat mostró sus cartas, ni él ni su heredero Mahmud Abás han hecho nada que indique que la OLP ha cambiado de posición. Al contrario, los líderes de la OLP han dejado claro una y otra vez que la decisión de Arafat de rechazar la paz en favor de una guerra interminable contra Israel no fue una casualidad (…).

La OLP no quiere un Estado. Si fuera así, habría aceptado la soberanía sobre Gaza hace 12 años, cuando Israel se retiró y se llevó a sus ciudadanos. Si hubiera querido un Estado, Arafat y Abás habrían aceptado las repetidas ofertas de Israel de crear un Estado a lo largo de los años.

La OLP que saluda Greenblatt en marzo de 2017 es la misma organización terrorista de cuando Arafat anunció su formación, en diciembre de 1964.

Dada esta inmutable realidad, resulta profundamente destructivo para Israel seguir hablando de boquilla de un falso proceso de paz. Y sin embargo, eso es precisamente lo que el primer ministro Benjamin Netanyahu está haciendo.

Israel Ptichi es el padre de una de las siete niñas que asesinó en 1997 un soldado jordano, en una matanza que provocó gran consternación en el Estado judío. Ptichi recuerda con emoción el gesto del monarca tras el crimen y lamenta que su ejemplo no sea seguido por jordanos y palestinos.

En la conmoción y el horror del duelo por las siete muchachas que fueron asesinadas (…), también tuvimos que lidiar con el odio incomprensible de algunos sectores en Jordania: diputados que elogiaron los asesinatos en el Parlamento (…), cientos de abogados que se apresuraron a defender al soldado, jordanos que pedían la cancelación del tratado de paz y el propio soldado, que lamentó que se le encasquillara el arma y no pudiera asesinar a más chicas israelíes.

En el mar de nuestra angustia apareció el líder jordano, el rey Hussein, que visitó las casas de las víctimas para disculparse personalmente por ese acto (…) del soldado bajo su mando y nos dijo que lo sentía de corazón, como si fueran sus propias hijas. De acuerdo con nuestra tradición judía, lo obsequiamos con pan y sal y repetimos la bendición especial reservada para cuando se está en presencia de un rey, en la que damos gracias al Señor por otorgar Su dignidad a la carne y la sangre del monarca. El rey se sentó en el suelo con las afligidas familias, una imagen de virtud y humildad que dejó una impresión duradera en todos los israelíes.

(…) es mi deseo que, así como tocó nuestros corazones con su decencia, el espíritu del rey Husein penetre en el alma de jordanos y palestinos, de manera que adopten su manto de paz y sepan que, como él dijo, todos somos “miembros de una misma familia” y que “si hay algún propósito en la vida [sea el de] asegurarse de que ningún niño sufre de la manera en que lo hizo nuestra generación”.

A juicio de la periodista turca Verda Özer, Turquía debe jugar un rol fundamental como intermediario entre Occidente y el mundo musulmán.

La política islamófoba en Europa y el actual discurso político en Ankara han colocado a Turquía como uno de los dos bandos en conflicto. Pero hay un hecho que no deberíamos olvidar: la propia esencia de Turquía.

Turquía tiene un carácter único que no tiene ningún otro país en el mundo, al conectar Europa y Asia no sólo geográficamente. El país ha estado vinculado al hemisferio occidental de una u otra forma desde el siglo XIX. La pertenencia de Turquía a la OTAN y al Consejo de Europa son dos ejemplos entre otros muchos. Por otro lado, es también parte de Oriente Medio y del mundo islámico. Es, en consecuencia, el único miembro musulmán de la familia occidental.

Esto es lo que hace que Turquía no sea uno de los polos en conflicto, sino un país que reúne los dos polos en sí mismo. Esta característica, a su vez, carga a Turquía con una misión única y muy importante: reducir la brecha y conectar los dos bandos, en lugar de ser uno de ellos.

La entrada ¿A vueltas con el mantra «paz por territorios»? aparece primero en Revista El Medio.

Fuente: El Medio

Share Button

Otras Noticias