Turquía y Europa: la Historia se repite

El periodista francés Christian Chesnot cree que Ankara se está comportando como un pollo sin cabeza y que su frenesí internacional trata de ocultar una serie de debilidades tremendas.

(…) este activismo diplomático de Ankara oculta una acumulación de fracasos y errores que llevan a uno a preguntarse: ¿sigue Turquía teniendo una estrategia coherente y racional [en los ámbitos] regional e internacional? Por el contrario, tenemos la impresión de que Turquía está huyendo de sus problemas sin resolverlos con una diplomacia que ha perdido la compostura.

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Débil en sus fronteras orientales, Turquía debe ahora implorar su integración en la Unión Europea. Los europeos no están contentos con el chantaje de Ankara en la crisis de los refugiados sirios. Erdogan sigue jugando la carta de la posición estratégica de su país, como nexo entre Europa y Asia. [Pero] subestima el rechazo masivo que suscita en la opinión pública europea.

En la primera década del siglo, en el ápice de su poder, [Erdogan] era considerado un “modelo”. Hoy, se ha convertido en una fuente de repulsión. En el siglo XIX, el Imperio Otomano era conocido como “el enfermo de Europa”. En los inicios del s. XXI, parece que la Historia se repite.

Eyal Ziser, de la Universidad de Tel Aviv, reflexiona sobre la tensión a que están siendo sometidas las relaciones entre Israel y Jordania, cruciales para ambos países.

Lo sorprendente en la crisis diplomática [entre Jordania e Israel] es, sin duda, los esfuerzos concertados de ambas partes –especialmente, bajo nuestro punto de vista, del régimen jordano– por mostrar contención, apagar las llamas y rebajar el furor que había hecho presa en la capital jordana [luego de que el domingo un agente de seguridad israelí destacado en la embajada de Israel en Amán matara a un ciudadano jordano que previamente lo habría atacado con un cuchillo]. El lunes se dio con una solución que permitió al personal de la embajada regresar sano y salvo a Israel, y podemos asumir que se están haciendo esfuerzos para resolver la crisis del Monte del Templo, que alcanzó su ápice la semana pasada.

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(…) Israel es un socio estratégico de la mayor importancia [para Jordania]. Los jordanos están obstaculizando al Estado Islámico y manteniendo a raya a Irán, mientras Israel provee a Amán de agua y gas y le presta un significativo apoyo en materia de seguridad. Esto es lo que conforma el auténtico interés de ambas partes, y parece que, pese a las tensiones actuales (…), los dos países mantendrán su alianza estratégica, aunque sea entre bambalinas.

Así de contundente se muestra en las páginas del Jerusalem Post Shahín Chaudhri, pues considera que se ha llegado a un punto de no retorno con la República Islámica.

Los detonantes para la guerra son muchos, los líderes se muestran cada vez más impacientes y tempestuosos, y los conflictos en curso hacen que el humo de la guerra sea demasiado denso para detectar las líneas rojas. Arabia Saudí está reforzando sus sistemas armamentísticos con fines tanto ofensivos como defensivos, puede que en el Golfo se preparen aeródromos para futuras operaciones aéreas contra Irán, e Irán sigue desarrollando sus capacidades en el ámbito de los misiles balísticos.

Con el declive de la influencia norteamericana en la región, quizá otras potencias globales como China y Rusia puedan incidir en los factores conducentes a la guerra, aunque el historial de China con Corea del Norte no es promisorio. La guerra será devastadora a escala regional y mundial, pero de todas formas se producirá. Pero puede producirse en los términos fijados por Israel y EEUU o por las temerarias y hostiles potencias regionales.

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Fuente: El Medio

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