Qué ver hoy en el legendario puerto de Jaffa

El viejo puerto de Jaffa ya se menciona en el Antiguo Testamento. Alcanzó relieve en el reinado de Salomón, lo utilizó Herodes para traer madera del Líbano y de él partió Jonás en su azaroso viaje al vientre de una ballena. Los judíos sostienen que la ciudad fue fundada por Jafet, hijo de Noé, cuando se calmaron las aguas tras el diluvio.  


Resulta difícil de probar, pero en un ánfora de barro hallada en Egipto aparecen inscripciones que relatan cómo un comerciante de ese país fue robado y abandonado en las playas de Jaffa hace cuatro mil años. O sea, que ya tiene una edad…


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Las viejas ánforas de antaño sirven ahora como elemento decorativo en Jaffa/ Foto: F. López-Seivane

Este legendario puerto no es hoy más que una reliquia, pero ha sido remozado con mimo y reproduce exactamente las dimensiones y el lugar que ocupó históricamente. La difícil maniobra de entrada siempre tuvo fama de estar sólo al alcance de los navegantes mas avezados. Para confirmarlo, allí sigue la famosa escollera de rocas negras que tapona parcialmente la bocana, dificultando el acceso y salida de las naves. La roca más prominente es conocida como Andrómeda, ya que, según una vieja leyenda, Andrómeda fue encadenada allí para ser sacrificada, pero Perseo la liberó de las fauces del gran monstruo marino, llevándosela en su caballo alado.

Leyendas al margen, la Jaffa que hoy visitan los turistas se asienta sobre la falda de una colina y fue construida casi íntegramente al filo del siglo XX, con el último suspiro de la ocupación otomana, cuando su población era mayoritariamente árabe, pero en el dédalo  de angostas callejuelas que descienden hasta el puerto se aprietan muchas casas de épocas mucho más remotas, en las que no resulta difícil encontrar resonancias bíblicas. Una placa en una de ellas, por ejemplo, la identifica como la casa de Simón el Curtidor, donde se alojó San Pedro tras resucitar a Tabita, según se relata en los Hechos de los Apóstoles. En el patio interior aún pueden verse el aljibe que abastecía de agua a la casa en tiempos de Pedro y un ataúd de piedra de la misma época que los musulmanes utilizaron más tarde como pila de abluciones  en una mezquita próxima.


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Es una delicia recorrer las tranquilas callejuelas de Jaffa, historia viva de una se las ciudades más antiguas del Mediterráneo/ Foto: F. López-Seivane

Por encima de estas reliquias milenarias, queda un atractivo ‘casco antiguo’ de casas de piedra y umbrosas callejas con encanto, que se ha transformado en un ‘barrio de artistas’. Muchas de las viejas casonas han sido reconvertidas en galerías de arte, cuando no en museos o viviendas de artistas. Parte del encanto de Jaffa reside en perderse por esas callejuelas llenas de sabor, en curiosear sus numerosas tiendas, algunas extraordinarias, en paladear el buen gusto con que han sido renovadas las viejas casas y el genio creativo con que se ha mezclado muchas veces lo viejo y lo nuevo.

En el punto alto de la ciudad hay un pequeño parque llamado Jardines de HaPisgah. Lo remata un anfiteatro y una extraña escultura blanca que representa, dicen, la caída de Jericó, el sacrifico de Isaac y el sueño de Jacob, sin embargo, los turistas apenas escuchan las explicaciones del guía, imantados por la fantástica vista que se divisa desde allí: la inacabable línea de playa de Tel Aviv y los rascacielos que jalonan la costanera. Sólo por eso vale la pena subir a la colina.


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Un curioso monumento alegórico en lo alto de la colina que domina la ciudad/ Fotos: F. López-Seivane


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Los Jardines de HaPisgah ofrecen una magnífica panorámica de la costanera de Tel Aviv/ Foto: F. López-Seivane

Si hay algo de moda en Tel Aviv es cenar en Jaffa, sobre todo cuando se trata de cenas románticas. El entorno, la quietud y el encanto de muchos restaurantes hace que cueste encontrar mesa los fines de semana.
Cordelia es para muchos el mejor restaurante de Israel, y su chef, Nur Zik, una celebridad en el país. El encanto del lugar es indudable, con su ambiente romántico, cubertería de plata y espléndida puesta en escena. Un marco ideal, sin duda, para una cena especial, pero prepárate para pagar una fortuna.

Más popular, sin duda, en Israel es el hummus. Al decir de los expertos no hay lugar en el mundo como
Ali Caravan para degustar un buen hummus. Es un local diminuto y sin pretensiones, pero no cuesta encontrarlo en Tel Aviv: una cola permanente delata su ubicación. El hummus lo sirven de ollas enormes, acompañado de trozos de cebolla cruda y vinagre. Hay que degustarlo rápidamente porque la cola empuja. Cuando se agotan las dos ollas, los dueños cierran sin más.

Pero, al margen de la comida, a mi me encantó perderme por las callejuelas del casco histórico de Jaffa, curioseando sus galerías. Recomiendo especialmente una que me atrajo sobremanera por la singularidad de sus obras y el indudable talento del artista:
Frank Meisler.


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La Galería de Frank Meisler en una de las callejuelas del casco antiguo/ Foto: F. López-Seivane

Naturalmente, hay que visitar también la casa/museo de Iliana Gor, situada en una mansión del siglo XVIII que perteneció al primer kan judío, donde la avispada artista vive, trabaja, expone y vende obras propias y ajenas. Durante la visita se puede entrar literalmente hasta la cocina y asomarse al luminoso azul del mediterráneo desde la fabulosa terraza/cenador privada que remata el edificio. No me extrañaría nada que Iliana estuviera dispuesta a vender su casa/museo si recibiera una buena oferta por ella. Lleva el comercio en las venas.


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Planta baja de la casa/museo de Iliana Gor/ Fotos: F. López-Seivane


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Extrañas composiciones artísticas en la primera planta de la casa de Iliana Gor/ Foto: F. López-Seivane


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Detalle de otra estancia de la casa de Iliana Gor, donde todo está a la venta/ Foto: F. López-Seivane


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Fantástica vista desde la terraza de la casa de Illiana Gor/ Foto: F. López-Seivane

El viejo puerto es otra visita obligada. No habrá barcos, a lo sumo algún pesquero, pero la zona ha sido remozada y se prolonga hasta el Paseo Marítimo que discurre a lo largo de las playas de Tel Aviv. Nadie quedará decepcionado en la vieja Jaffa.


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La playa y el kilométrico Paseo Marítimo de Tel Aviv visto desde Jaffa/ Foto: F. López-Seivane

 

 

Fuente: Abc.es

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