Merkel, Israel e Irán

En este editorial, el Jerusalem Post saluda el compromiso de la canciller alemana con el fortalecimiento de las relaciones germano-israelíes, pero la insta a cambiar su política iraní, pues considera que corre en beneficio de la República Islámica y que entra en contradicción ya no con las referidas relaciones germano-israelíes, sino con los principios fundamentales de una democracia liberal como la alemana.

(…) la semana pasada, Merkel destacó que Alemania e Israel tienen una relación única, pero nada dijo del persistente apoyo de Berlín al acuerdo nuclear con Irán (…) y del creciente comercio alemán con Teherán, pese a los repetidos llamamientos iraníes a la destrucción de Israel y [el apoyo de la República Islámica] a grupos terroristas de Oriente Medio.

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El primer ministro (…) Netanyahu expresó la frustración israelí con Europa en su reciente discurso ante la Asamble General de la ONU, en el que reveló el emplazamiento de un almacén nuclear secreto en Teherán (…). “Europa y otros [actores internacionales] apaciguan a Irán tratando de ayudarle a sortear esas nuevas sanciones [decretadas por EEUU]”, declaró (…) Su discurso puede verse (…) como un ensanchamiento de la brecha germano-israelí por la postura proiraní de Merkel.

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Si bien ensalzamos a Merkel por su amistad y sus buenas relaciones con Israel, hemos de poner en cuestión su acercamiento a Irán y su apoyo al mal acuerdo nuclear.

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Apoyamos el llamamiento [de Josef Schuster, presidente del Consejo Central de los Judíos de Alemania] a “la interrupción inmediata de toda relación económica con Irán. Cualquier acuerdo con Irán beneficia a las fuerzas radicales y terroristas, y supone una amenaza desestabilizadora para la región”.

Primero, la cuestión iraní

Eyal Zisser, de la Universidad de Tel Aviv, reflexiona sobre lo que dio de sí la reciente Asamblea General de la ONU y llama la atención del desafío que tiene planteada la comunidad internacional con la República Islámica de Irán.

Por un momento pareció que el conflicto israelo-palestino predominaría en la Asamblea General de la ONU, así como en la agenda internacional del año que viene, pero entonces llegó el discurso del presidente de EEUU, Donald Trump, y el del primer ministro [israelí], Benjamín Netanyahu, que dirigieron la atención de los líderes mundiales hacia la cuestión iraní.

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Tras no dar una respuesta satisfactoria a las acusaciones [por la existencia de almacenes nucleares secretos en Teherán], el ministro iraní de Exteriores, Javad Zarif, recurrió a una retórica harto familiar para decir que el Holocausto no justificaba la creación del Estado de Israel en territorio palestino.

(…) el líder de Hezbolá, Hasán Nasrala, optó por una sugerencia más ‘elegante’ al decir: “No deseamos luchar ni destruir nada ni arrojar a nadie al océano. Pedimos a los israelíes, de la manera más civilizada posible, que se suban a los barcos y los aviones y regresen a los países de donde vinieron. Sólo los judíos que vivían en Palestina antes [de la Declaración Balfour, de 1917] podrán quedarse aquí. El resto (…) tendrá que irse”.

Estas declaraciones son otra buena razón para poner freno a Irán y a sus aliados. Los líderes europeos deberían prestar atención antes de correr a apaciguar a Irán.

También en Israel Hayom, el analista israelí Uri Heitner aboga por pensar ‘fuera de la caja’ para dar con una solución al conflicto que enfrenta a Israel con los palestinos.

Lo único bueno que tiene la ‘solución de los dos Estados’ es que los palestinos la rechazan una y otra vez, salvándonos así de nosotros mismos.

Pero ¿por qué la rechazan?

En primer y más importante lugar, porque no se vincula con su [tema] central: el ‘derecho’ de retorno, es decir, el derecho a inundar Israel con millones de palestinos. (…)

Lo cierto es que los palestinos tienen mejores razones para rechazar ese marco. Ellos saben que un Estado dividido entre Judea y Samaria y la Franja de Gaza y en el que, de acuerdo con dicho marco, habrán de dar cumplimiento al ‘derecho de retorno’ (…) es insostenible. Un país así sería incapaz de sostenerse y de defenderse. Un país así sería una olla a presión que los palestinos podrían [manipular a base de] marchas del retorno e intentos de penetración de la frontera. Un Estado así conduciría inevitablemente a la guerra.

Se trata de una situación en la que claramente todos pierden (…)

Debemos buscar otra solución de dos Estados, [que no se constriña a la] estrecha franja de tierra que separa el Jordán del Mediterráneo. Si miramos ‘fuera de la caja’ y ampliamos la búsqueda para incluir todo el territorio desde el desierto hasta el mar, podríamos tener una solución apropiada, con un Estado de Israel con fronteras defendibles y soberanía sobre el valle del Jordán, el gran Jerusalén, los bloques de asentamientos, el desierto de Judea y las zonas no densamente pobladas de palestinos, y un Estado jordano-palestino que abarcara la mayor parte del territorio histórico de Israel: toda Jordania, el territorio controlado por la Autoridad Palestina, así como otras zonas pobladas de Judea y Samaria y quizá incluso la Franja de Gaza. Desde el Jordán hacia el este, el Estado jordano-palestino sería plenamente soberano y tendría un Ejército poderoso. En el territorio situado al oeste del río, ese Estado quedaría desmilitarizado.

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Fuente: El Medio

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