Los límites de la ‘nación’ de Erdogan

Desde el abortado golpe de julio de 2016, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, trata de consolidar su poder y ganar legitimidad abrazando el nacionalismo no sólo retóricamente, también reforzando su alianza táctica con el ultraderechista Partido de Acción Nacionalista (MHP). El nacionalismo de Erdogan es versátil, y puede incluso dar cabida a los kurdos para distanciarlos del prokurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP) y sumarlos a sus hermanos suníes en su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP).

Un electorado al que se sigue excluyendo del pretendido consenso nacional de Erdogan son los alevíes, la segunda comunidad religiosa del país. Una mirada más atenta a la iniciativa Apertura Aleví del AKP (2009-2010), con su incapacidad para cooptar a la comunidad aleví, proporciona algunas pistas sobre los límites sectarios del actual proyecto nacionalista de Erdogan.

Turquía es oficialmente una república laica. El principio del laicismo (laiklik) está consagrado en el preámbulo de la Constitución, así como en sus artículos 2, 13, 14, 68, 81, 103, 136 y 174. Sin embargo, la mayoría de los políticos y votantes,  de todo el espectro político, no identifican el laicismo con la separación de la mezquita y el Estado y la libertad de culto. De ahí que se siga percibiendo y aplicando como un control del Estado sobre la religión, lo que en la práctica conduce a un régimen sectario. El islam suní hanafí, la confesión preferida y privilegiada por el Gobierno, impera sobre todas las demás.

Uno de los signos más claros del sectarismo institucionalizado es la exclusión y discriminación sistemática de los alevíes. La comunidad aleví sigue careciendo de personalidad jurídica, y sus lugares de culto (cemevi) siguen sin tener un estatus legal. El Directorio para los Asuntos Religiosos (Diyanet İşleri Başkanlığı), financiado por el Estado, sólo contrata y da servicio a musulmanes suníes. La discriminación contra los alevíes se manifiesta también en la educación religiosa, obligatoria en los centros públicos y privados entre los grados cuarto y duodécimo, que adoctrina a los niños alevíes en la teología suní. Los alevíes se enfrentan a una discriminación sistemática en la vida diaria, desde el trabajo al servicio militar.

Aunque ha habido varios intentos de reformar este sistema excluyente y discriminatorio en distintos momentos de la etapa republicana, ninguno logró institucionalizar la igualdad y el pluralismo y, de ese modo, desagraviar a los alevíes. Sin embargo, la historia de los intentos fallidos no es muy conocida, y a menudo se olvida a conveniencia.

En 2010, el entonces primer ministro Erdogan afirmó, en su prólogo al informe final sobre los Talleres Alevíes: “Por primera vez en nuestra historia, nuestros conciudadanos alevíes han sido acogidos como interlocutores a este nivel y con este grado de sinceridad”. Erdogan también llamó la atención sobre el carácter histórico de la iniciativa refiriéndose a ella como “milat”, o “año cero”. Enmarcarlo de esta extraña manera –tratando deliberadamente de borrar los anteriores intentos de abordar la cuestión aleví– era un síntoma elocuente de las limitaciones del enfoque de la cuestión por parte del Gobierno del islamista AKP.

En 1963, casi cincuenta años antes de la iniciativa de Erdogan, el primer ministro, İsmet İnönü –al frente de un Gobierno de coalición encabezado por el Partido Republicano del Pueblo (CPH)–, animado por el presidente, Cemal Gürsel, propuso crear un Directorio de Confesiones (Mezhepler Dairesi) bajo la Presidencia de los Asuntos Religiosos (Diyanet İşleri Başkanlığı). El Directorio iba a haber incluido una sección aleví (Alevi Masası), pero la iniciativa se paralizó después de una vitriólica campaña sectaria en los medios islamistas en la que se difamó a la comunidad aleví, así como sus creencias.

Se hizo otro intento en 1975, durante el efímero experimento turco con el bicameralismo, cuando el senador Bahriye Üçok redactó una enmienda para institucionalizar un Directorio de Confesiones. Pero fue bloqueada en el propio Senado.

En 1998, el presidente Süleyman Demirel, en un discurso que dio en el festival anual en honor del santo aleví Hacı Bektaş Veli, instó a los alevíes a considerarse “ciudadanos de primera clase”, con lo que daba cuenta de los renovados esfuerzos del Gobierno en tal sentido. Ese mismo año, y por primera vez en la historia turca, se asignó una cantidad del presupuesto del Estado –de 425.000 millones de liras– a 19 organizaciones alevíes, lo que se percibió como un reconocimiento incompleto, aunque de facto, de la fe y la comunidad alevíes.

Estos esfuerzos se mantuvieron durante el mandato del primer ministro Bülent Ecevit (1999-2002), que culminaron con la financiación pública de Erenlerin İzinden (“Por la senda de los santos”), una serie documental de trece episodios sobre la fe, cultura e historia alevíes emitida por el canal público TRT2, que brindó a los alevíes un protagonismo televisivo inaudito.

La Apertura Aleví del AKP, la última gran iniciativa reformista dirigida a los ciudadanos alevíes, llegó tras casi cincuenta años de planes que no bastaron para sacar al país de la discriminación sectaria y llevarlo a la inclusión y la igualdad. Irónicamente, el islamista AKP llegó al poder en 2002 en parte gracias a su promesa de transformar el excluyente régimen turco. Sin embargo, su aproximación a los alevíes, mal concebida e insensible a las cuestiones fundamentales para los alevíes, no fue bien recibida ni por los estos ni por la base suní conservadora del AKP. La Apertura Aleví, pese a las expectativas que generó, fracasó completamente, y acabó marginando a los alevíes aún más.

Las deficiencias fundamentales de Apertura Aleví tenían que ver con que sus artífices no captaban la importancia de la transparencia, la participación y la construcción de la confianza, así como con su falta de voluntad para reconocer la naturaleza intercomunitaria (es decir, aleví-suní) del conflicto reduciéndolo únicamente a las relaciones entre los alevíes y el Estado.

El primer taller de Apertura Aleví que quiso implicar a la comunidad y los líderes alevíes fue criticado por los alevíes por los criterios de selección de los participantes, opacos y discriminatorios. La tensión se hizo particularmente evidente en el segundo taller, el de los académicos, cuyo coordinador explicó los criterios de selección de esta manera: “Los intervinientes en esta sesión no han sido invitados por ser alevíes o suníes, creyentes o no creyentes, laicistas o no laicistas. Los que están hoy aquí nos acompañan por sus méritos académicos”. El primero en tomar la palabra declaró que jamás había realizado estudios sobre los alevíes. Otro participante, conocido por sus opiniones progubernamentales, llamó a los alevíes “darbeci” (golpistas) en medio de unos comentarios toscos y antiacadémicos, lo que provocó un acalorado duelo verbal que casi provoca el fin del taller en ese mismo momento.

El asunto de la selección de los participantes siguió persiguiendo a Apertura Aleví en los siguientes talleres. Que se invitara a Ökkeş Şendiller, uno de los principales responsables de la matanza de alevíes perpetrada en la provincia de Maraş en 1978, fue la gota que colmó el vaso. Un periodista advirtió al Gobierno de que la presencia de Şendiller provocaría el “absurdo de un taller aleví sin alevíes”, ya que no se podía esperar que los alevíes hablaran de sus problemas con uno de los personajes más infames de su historia reciente.

Desde el principio quedó claro que el AKP había dedicado poco tiempo y energía a construir confianza con los alevíes. Además, había poca o ninguna reflexión por parte del partido islamista sobre el papel de su base electoral en la victimización de los alevíes. En vez de reconocer el papel central de las dinámicas intercomunitarias, las demandas alevíes se reducían a un mero problema entre el Estado y sus súbditos alevíes.

Estas deficiencias no sorprendieron en absoluto a los especialistas. Así, seis meses antes del primer taller aleví, publiqué un artículo en el diario progubernamental Star (que sus responsables han retirado de la web) en el que advertía de los obstáculos que podían hacer descarrilar una prometedora iniciativa reformista y resaltaba la necesidad de diseñar un proceso transparente, participativo y generador de confianza, así como la importancia de las dinámicas intercomunitarias. Lamentablemente, esas resultaron ser las deficiencias clave de la Apertura Aleví.

En última instancia, que el AKP no ha lograra ningún progreso con la Apertura Aleví tuvo mucho que ver con la incompetencia de Ankara para la resolución de conflictos y la reconciliación, así como con las limitaciones sectarias y el déficit crónico de gobernanza democrática del propio Gobierno.

Es importante entender que los alevíes no son meras víctimas pasivas. Desde la década de 1960, y al amparo de los nuevos derechos políticos y las oportunidades sociales provistas por la Constitución de 1961, los alevíes han explorado un abanico de posibilidades para mejorar su situación. Especialmente desde los años 90, una baza aleví clave ha sido la creación de organizaciones no gubernamentales y sin ánimo de lucro para dotarse de personalidad cuasi jurídica, proveer servicios religiosos y resistir a la discriminación y la asimilación suníes. Mediante estas organizaciones confesionales, los alevíes han establecido canales de negociación formales e informales con oficiales y funcionarios del Gobierno, para obtener derechos y libertades del excluyente sistema turco. En un contexto político donde no lograban conseguir de iure la garantía de sus derechos, los alevíes se aseguraron concesiones de facto para su comunidad. Estas tácticas improvisadas, fruto de un escepticismo aprendido en sus relaciones con el régimen suní, han asegurado la supervivencia de los alevíes.

La Apertura Aleví del AKP tenía graves defectos en su concepción, diseño y puesta en práctica. Es difícil determinar si Erdogan tuvo en algún momento la intención de abordar en serio los problemas de la comunidad aleví Lo que es seguro es que el pretendido proceso de reconciliación del AKP estaba condenado al fracaso. No sólo echó a perder las expectativas de igualdad, derechos y libertades de otra generación de alevíes, sino que siguió dificultando las perspectivas de futuros intentos de reconciliación. Para los ciudadanos alevíes, los constantes fracasos de los planes reformistas no sólo dan cuenta reiteradamente de las limitaciones sectarias de la capacidad inclusiva de Turquía, sino que minan la confianza y la voluntad necesarias para futuras iniciativas.

El intento del presidente Erdogan de fortalecer el islamismo con el nacionalismo tras el fallido golpe de 2016, limitado por el proverbial sectarismo turco, que él ha contribuido a potenciar en la última década, no pretende cerrar la brecha interconfesional. Al contrario: lo de presentar al CHP, principal formación opositora, como aleví y al HDP como el hombre del saco kurdo separatista sirve para solidificar las filas de la nación suní de Erdogan. Movilizar a una mayoría suní mediante un nacionalismo excluyente y sectario sigue siendo esencial para sus perspectivas de reelección en las elecciones de noviembre de 2019.  

Tras el fracaso de la Apertura Aleví de 2009-2010, ni Erdogan ni los atribulados alevíes tienen interés ni voluntad en probar otro intento de reforma. El presidente turco sabe ya perfectamente que el electorado aleví no tiene interés en llegar a pactos fáusticos con el AKP. A falta de cualquier oportunidad de cooptar a los votantes alevíes, Erdogan se dedicará a lo que de verdad le interesa y mejor hace: atrincherarse en el sectarismo y delinear los límites de su nación suní.

© Versión original (en inglés): Begin-Sadat Center for Strategic Studies (BESA)
© Versión en español: Revista El Medio

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Fuente: El Medio

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