‘Forever Pure’: la venganza de Arcadi

El Beitar Jerusalén es uno de los equipos con más solera de la modesta liga de fútbol de Israel. Creado en 1936, antes de la fundación del país, muchos de sus primeros jugadores eran miembros del Irgún y de otras organizaciones clandestinas que luchaban contra el Mandato Británico. Siempre ha sido un club con un fuerte componente político, principalmente de derechas y vinculado al Likud y a todos los movimientos hijos del sionismo revisionista de la organización Beitar, a la que homenajea en su nombre.

Según el publicista Erel Segal, el Beitar Jerusalem fue durante década uno de los símbolos de los judíos mizrajíes, históricamente dejados de lado por la élite asquenazí, como hemos comentado en varias ocasiones.

Además de ser uno de los equipos con más tradición, también es uno de los más polémicos, principalmente por el hecho de que nunca ha fichado jugadores árabes; y la última vez que fichó musulmanes las cosas no fueron bien.

En Forever Pure, documental israelí de gran repercusión dirigido por Maya Zinshtein y disponible en Netflix, se nos cuenta la reacción de La Familia, los ultras del Beitar, ante la decisión del entonces dueño del equipo, el multimillonario de origen ruso Arcadi Gaydamak, de traer a dos jugadores musulmanes chechenos durante la temporada 2012-2013.

La furia, el acoso y el boicot con que La Familia –secundada por muchos de los demás aficionados por la vía de la aquiescencia– respondió a los fichajes causó gran conmoción en todo el país. Pese a no ser árabes, sí eran musulmanes, y La Familia no lo perdonó. En sus pancartas se podía leer “Beitar. Siempre Puro”, y los insultos al capitán del equipo, el portero Ariel Harush, y al presidente del club, Itzik Korenfein, por haber apoyado la decisión de Gaydamak sobrepasaron todos los límites.

No era la primera vez que el Beitar albergaba en sus filas a jugadores musulmanes. En 2005, el nigeriano Ndala Ibrahim, cedido por el Macabi Tel Aviv, tuvo que abandonar el club tras cuatro partidos debido a la hostilidad de la afición. Zaur Sadayev y Dzhabrail Kadiyev duraron más, pero jugaron toda la temporada bajo un clima de odio casi insoportable. De hecho, después del último partido de liga, que podría haber llevado al Beitar a perder la categoría –antes de la llegada de los chechenos estaba en la zona alta de la tabla–, ambos se dirigieron directamente al aeropuerto para regresar a su país. El momento más crítico se produjo cuando Sadayev metió su primer gol y La Familia abandonó el estadio para posteriormente pedir a la afición que no acudiera a más encuentros del equipo mientras los chechenos siguieran en la plantilla; una petición que fue respaldada por la mayoría.

El episodio fue realmente vergonzoso y supuso un baldón para un país, y en concreto una ciudad, que presumen de que no discrimina a nadie por razón de su origen, sexo o religión.

Por otra parte, la decisión de fichar a los chechenos no respondió a criterios deportivos, sino que fue una enrevesada venganza de Arcadi Gaydamak. Como él mismo reconoce en el documental, Gaydamak apenas sabe de fútbol, ni sabía si esos jugadores eran buenos o no: ordenó su fichaje para, confesó, “mostrar la verdadera cara de la sociedad” que lo acogió hace ya tantos años.

Como también reconoce en Forever Pure, Gaydamak compró el Beitar Jerusalem con la idea de ganar las elecciones municipales de Jerusalén en 2008; pero, pese a todo el dinero que invirtió en el equipo y en la campaña, sólo sacó el 3,6% de los votos. El multimillonario, emigrado a Israel en los noventa desde la extinta Unión Soviética, desencantado de la política y de la presidencia del Beitar, decidió vengarse del equipo que no le quería y de la ciudad que no le votó.

La venganza de Arcadi fue consumada. Israel, una vez más, se miró al espejo y vio su cara más oscura y peligrosa.

Al finalizar la temporada, Gaydamak vendió el club, y en 2015 se entregó a las autoridades francesas, que habían emitido una orden de detención contra él por evasión de impuestos. Actualmente cumple su condena de tres años bajo arresto domiciliario.

El presidente del club, Korenfein, y el entrenador, Eli Cohen, fueron despedidos; y el capitán, Ariel Harush, fue fichado por el eterno rival, el Hapoel Tel Aviv.

El Beitar Jerusalén no se ha vuelto a plantear el fichaje de un jugador árabe o musulmán, y La Familia sigue ocupando la grada oriental del Estadio Teddy Kollek, donde sigue gritando “¡Muerte a los árabes!” o “¡Beitar siempre puro!”.

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Fuente: El Medio

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