El trabajo de una combatiente del Mossad desde adentro

Por primera vez, una persona encargada de operaciones especiales del prestigioso servicio de inteligencia de Israel revela cómo se llevaron a cabo sus actividades. En una entrevista exclusiva, Dana cuenta sobre los métodos de trabajo, recuerda el momento en que se mojó completamente para ingresar a una instalación secreta y habla sobre su nueva carrera en el comercio del arte.

Dana. (Alina Melnikov)

Durante 14 años, Dana se desempeñó como combatiente de la rama «Keshet» del Mossad. Esta rama, que desde entonces ha cambiado de nombre, funciona con equipos que son como la versión israelí del film «La gran estafa»: robo, vigilancia, escuchas, fotografías, intrusión en instalaciones secretas y transferencia de materiales sensibles.

También es el brazo más activo del Mossad, que puede realizar varias operaciones simultáneamente y, a menudo, opera en varios escenarios diferentes en diversos países del mundo cada semana. La gran mayoría de las actividades de «Keshet” permanecerán confidenciales para siempre. Su objetivo es entrar y salir sin que nadie se dé cuenta.

Esta es la primera vez que una persona que fue miembro de «Keshet» en las últimas décadas y que participó en algunas de las operaciones destacadas contra Irán revela cómo se llevan a cabo.

Dana recuerda que en una de las operaciones de las que participó, el objetivo era ingresar a un recinto fuertemente vigilado. Según el plan, comenta, «uno de los combatientes y yo debíamos simular ser observadores de pájaros que querían llevar a cabo una investigación y que accidentalmente nos habíamos caímos al agua helada, con el fin de que los guardias nos permitieran ingresar al lugar para cambiarnos y secarnos”, relata Dana.

Ella supo de inmediato que no funcionaría. «Yo, que conocía a la población de la zona, les dije que no había posibilidad de que nos dejaran entrar, que era gente fría y que no harían nada por nadie, aunque alguien se estuviera congelando hasta la muerte afuera.

Mi opinión fue rechazada y comenzamos a entrenar en algún lugar de Tel Aviv; fue necesario mucho tiempo y muchas cubetas para que el otro combatiente me mojara por completo», recuerda.

Dana durante una operación en el exterior.
Dana durante una operación en el exterior.

«Al final, el guardia realizó su recorrido más temprano de lo esperado y nos sorprendió. Los miembros del equipo que estaban observando la situación a lo lejos nos dijeron que se acercaba, por lo que el otro combatiente me empujó al agua y me sacó de allí, completamente mojada y congelada y llorando de sufrimiento. Me acerqué al guardia y le rogué que me diera un momento para entrar a secarme y recuperar la temperatura corporal. Como esperaba, rechazó mi pedido. Mi conclusión del evento fue que no volvería a participar de una operación si no confiaba en sus posibilidades de éxito».

Finalmente, Dana sugirió una idea alternativa, que por supuesto funcionó. El resultado fue que los guardias la dejaron deambular por el recinto durante tres horas completas, durante las cuales obtuvo toda la información que necesitaba.

Dana utiliza un equipo tecnológico que reconoce huellas dactilares en pinturas.
Dana utiliza un equipo tecnológico que reconoce huellas dactilares en pinturas.
(Brian Darlimfel)

Desde que abandonó su trabajo en el Mossad, Dana se ha dedicado al comercio del arte. Esto puede parecer lejano a su vida anterior, pero lo cierto es que hay muchas similitudes. Ha formado un equipo internacional de expertos, que con la ayuda de tecnologías innovadoras, incluido el reconocimiento de huellas dactilares y el ADN, intentan verificar y confirmar la autenticidad de las obras de arte de los grandes pintores.

Al hacerlo, desafía el monopolio de las grandes casas de subastas y comerciantes, que según ella se abstienen deliberadamente de certificar la autenticidad de las obras perdidas o de establecer estándares transparentes para entregar certificaciones de este tipo, en un intento por preservar el alto valor de las pinturas existentes y su control sobre el mercado.

“Cualquiera que deje un trabajo de este tipo le queda un gran vacío, porque hay pocas cosas que puedan igualar o asemejarse a él”, explica Dana.

«Como parte de mi trabajo fui a hacer una maestría en administración de empresas en los Estados Unidos, pero en lugar de concentrarme en obtener un título o probar algo de la buena vida, me hospedaba en hoteles allí y todo lo que tenía en mente era planificar una operación en ese hotel: cómo entrar aquí o tomar fotografías allí.

No me dejaba un momento para tranquilizarme o relajarme. Pero tuve suerte, porque mi trabajo de hoy en el arte no solo incluye muchos elementos similares al del mundo de la inteligencia, sino que no es menos emocionante y fascinante, y para hacerlo hay que estar igual de loco”, señaló.

Fuente: YNetEspañol

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