El judío pobre que cambió el mapa mental del siglo XX

‘La hipnosis’ es un bellísimo relato sobre el pensador antes del sicoanálisis, pero también una espléndida fotografía de la Viena del final del siglo XIX. 


Freud es una sacudida de la historia del pensamiento. Eso se sabe, no tan de sobra. El ruido del médico no ha terminado de pasar. En los pasillos de los hospitales el rumor seguirá su paso -sus pasos- durante muchos años, décadas. El sigiloso andamio de la ciencia, de lo judío, del ateísmo, no ha terminado de percutir en la vida de los hombres. Los textos no paran de aparecer, de alumbrar.

Ahora -en español- aparecen lo textos freudianos entre 1886 y 1893, años de resplendor, del perseguidor de sueños. La Hipnosis (Ariel) es una obra fascinante -amablemente contada- en la que se revelan los asombros de Sigmund en su viaje al Hospital de la Pitié-Salpêtrière, en donde Jean-Marie Charcot celebra todos los lunes por la mañana lecciones públicas sobre enfermedades nerviosas.

Como en todos los hallazgos, hay que poner una nota de agradecimiento al que llevó la linterna y se dispuso a la compilación, al estudio y a la presentación de ese acervo. El culpable de que Freud se mantenga en el foco de la discusión (de la reflexión) es Mikkel Borch-Jacobsen (traducido por Isabel de Miquel), quien declara: nunca se habían reunido los textos que escribió en esa época sobre la hipnosis para presentarlos en un libro de forma organizada. ¿Por qué, qué sucedió, qué paso?

Charcot, uno de los mejores médicos que existen, un hombre cuya inteligencia está cerca de la genialidad, está haciendo añicos mis ideas y mis proyectos

Los propietarios de los derechos de la obra de Freud -dice el autor del preámbulo- consideraban que eran anteriores al sicoanálisis y que, por lo tanto, no tenían mucho interés. El mismo Borch-Jacobsen subraya: algunos han permanecido inéditos hasta la fecha, como las cartas de Freud a su paciente Elise Gomperz. Esta es la ocasión -125 años después- de saludarlo.

La hipnosis es un bellísimo relato, en efecto, sobre el pensador antes del sicoanálisis. Pero también una espléndida fotografía de la Viena del final del siglo XIX. Bien podría llamarse: La Viena de Freud, como aquel -también maravilloso- libro sobre el entorno Wittgenstein. Freud tiene 27 años cuando se entera de las precarias investigaciones sobre hipnotismo.

Es pobre. Vive justo. Es un Ostjude. Un judío del Este. Vive en el barrio de Lepoldstadt. Pasó su infancia en una habitación para 10 personas. Sin agua ni baño. Con el tiempo, después de conocer a Martha, se empecinará en no ser pobre de nueva cuenta. Después de su visita a París, luego de quedar encantado de la vida de Charcot, quien le romperá todos los esquemas, se dará el lujo de pasar a la élite del pensamiento y el arte de Europa. Lo fascinante de este libro es que produce hipnosis, un viaje -fantástico- a Freud.

 

Fuente: ElFinanciero

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