40 años de Camp David, cuatro décadas de paz entre Israel y Egipto

A pesar de años de negociaciones fallidas con los palestinos y el patente fracaso de Oslo, Israel aún puede celebrar el 40 aniversario de los Acuerdos de Camp David, un proyecto impulsado por EE.UU. que derivó en la firma con Egipto en 1979 de su primer tratado de paz con un país árabe. 


El presidente egipcio Anwar Sadat, izquierda, el presidente estadounidense Jimmy Carter, centro, y el primer ministro Menachem Begin se dan la mano en el jardín norte de la Casa Blanca después de firmar el tratado de paz entre Egipto e Israel, 26 de marzo de 1979 (crédito de la foto: AP / Bob Daugherty / Archivo)

Casi dos semanas de conversaciones en Camp David, una residencia presidencial en Maryland (EE.UU.), cambiaron el curso de la historia regional, que hasta entonces se había caracterizado por una abierta hostilidad de los países árabes a Israel, envuelto desde su creación en 1948 en cuatro conflictos en el vecindario (1948, 1956, 1967 y 1973).

El entonces presidente egipcio, Anwar el Sadat, y el primer ministro israelí, Menajem Beguin, fueron llevados a la mesa de negociaciones por un entusiasta jefe de la Casa Blanca, Jimmy Carter, que logró que ambos hicieran concesiones por la paz -que les valieron el Nobel, un coste político y a El Sadat la vida-, pero asentaron un sólido pacto que se ha mantenido y mantiene vigente hasta ahora.

En los acuerdos, Israel se comprometía a retirar su presencia militar y civil del Sinaí, un término que se completó con el desmantelamiento del asentamiento de Yamit en 1982 a pesar del rechazo colono, mientras que Egipto aceptaba reconocer el Estado de Israel. Ambos debían proceder a la normalización de sus relaciones en todos los niveles.

“Fue un acuerdo satisfactorio, un acuerdo de paz”, expone a Efe Galia Golán, profesora emérita de Ciencia Política, quien valora que una de las claves del triunfo fue que Beguin accedió a la fórmula de paz por territorios, renunciando a la península del Sinaí ocupada desde la Guerra de los Seis Días del 67 junto a los territorios palestinos -Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este-, y los Altos del Golán sirios.

El sionista convencido, exdirigente de la milicia Irgún y líder del primer gobierno de derechas de Israel, “no consideró que el Sinaí egipcio era parte de la histórica tierra de Israel, como pensaba que sí era Cisjordania”, lo que permitió su intercambio.

Con Camp David, “Beguin no solo quería impedir la guerra. Israel estaba bajo mucha presión estadounidense para participar en una conferencia internacional que abarcara una paz extensa con los palestinos. Así que creo que fue para evitar cualquier presión para hablar de Cisjordania”, abunda Golán.

La experta en negociaciones considera sin embargo que “es un fenómeno bastante reciente” el acercamiento de Israel a otros países árabes, que no comenzó con Camp David, ya que entonces todos se opusieron al pacto y aislaron a Egipto “por largo tiempo” al expulsarle de la Liga Árabe.

Los contactos actuales “se deben al enemigo común, Irán. Los estados árabes cooperan con Israel, en algunos casos de manera no oficial, porque la cuestión palestina está aún abierta y es difícil de cara a la opinión pública dejar este asunto de lado. Quieren que Israel les ayude en cuestiones de seguridad por un interés común”.

Precisamente que aún no se haya resuelto la cuestión palestina, “el corazón del conflicto”, como destaca Golán, es lo que empaña el éxito de estos acuerdos que, “sin duda, son el mayor logro en el área de Oriente Medio”, señala Mira Tzoref, profesora adjunta del departamento de Oriente Medio y África de la Universidad de Tel Aviv.

Camp David se dividía en dos: la definición de las relaciones entre Egipto e Israel y la creación de un formato de negociación llamado “Marco para la Paz en Oriente Medio” que incluiría, además de a los dos firmantes, a Jordania, Siria y el Líbano “para el establecimiento de un régimen autónomo en Cisjordania y Gaza”, relata el archivo histórico del Ministerio de Asuntos Exteriores israelí.

La institución señala que “el acuerdo estructural sobre el futuro de Judea, Samaria (nombres bíblicos para Cisjordania) y Gaza fue menos claro y más tarde interpretado de manera diferente por Israel, Egipto y los EE.UU.”.

Así quedó inconclusa una parte de un pacto que dio vida al lema “no más guerra, no más derramamiento de sangre” y fue un “éxito” para las relaciones bilaterales, afianzando intereses comunes y la cooperación en los ámbitos militar y de seguridad, expone Tzoref.

A día de hoy la relación entre ambos es fluida y mantienen la coordinación en estos sectores, con especial énfasis en la seguridad y la lucha contra el terrorismo en regiones como el norte del Sinaí, que hace frontera tanto con Israel como con la franja palestina de Gaza, y donde se han afianzado grupos armados radicales.

“Israel considera el tratado de paz con Egipto como un activo de importancia estratégica superior”, sostiene la portavocía de Exteriores y agrega que gracias a esta relación, ambos han superado “muchos retos y obstáculos”, y guardan su compromiso “con los objetivos comunes de paz, estabilidad y desarrollo económico”.

Pero la ausencia de paz con los palestinos es por lo que Israel “no debería sentirse tan orgulloso”, sostiene la académica, que valora que es un acuerdo beneficioso “según a quién le preguntes”, dando a entender que hay partes que no salieron tan beneficiadas como la israelí.

La normalización de las relaciones con el resto de vecinos “estaba condicionada a resolver el problema entre palestinos e israelíes”, un asunto que, por ahora, no se puede celebrar.

 

Fuente: DiarioVasco

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