Israelí de origen sefardí, es uno de los mayores expertos en logosofía y lleva toda una vida investigando el vínculo entre el ocio y la felicidad.Su consejo: “No hay mayor felicidad que cuando descubres la solución a un problema”
Por Sal Emergui
Su español pausado, inherente a su alma sefardí, circula con ramalazos de hebreo, francés e inglés. A sus 75 años, Elie Cohen Gewerc afronta la vida con un optimismo contagioso. Quizá porque este israelí nacido en Marruecos lleva toda una vida investigando el tiempo libre y la felicidad.
Graduado en Historia y Cultura Francesa en la Universidad de Tel Aviv, doctorado en Filosofía en la Universidad Sorbona y profesor de Educación de Beit Berl College, dirigió una escuela en la ciudad periférica de Kiriat Malaji donde intentó enseñar a la gente a pensar.
«A mis profesores y alumnos, les pedía ejercer lo que llamo subversión al aire libre. La más grande subversión es hacer pensar a los alumnos. Muchos preparan a sus alumnos para los exámenes y no para reflexionar», sentencia en su casa en Kfar Saba, al norte de Tel Aviv. Gran parte de su confianza en la humanidad se basa en la logosofía, de la que es uno de sus principales expertos.
P: La logosofía suena a ciencia misteriosa…
R: Es una concepción de la vida. Su mensaje se puede resumir en su propia palabra: la creación, la vida y el conocimiento. Tiene una parte práctica. Según la logosofía, todo ser humano tiene la obligación de conocer la vida y a sí mismo. Vivir a la luz del conocimiento que no debe ser teórico sino que surja a raíz de las vivencias.
P: ¿Cuál es el objetivo?
Dar las herramientas y el impulso para que cada uno pueda tomar las riendas de su destino. Dignificar la vida. Crear una nueva cultura con otro tipo de relaciones humanas y una ética superior para que la humanidad sea mejor. La logosofía dice que debo dialogar conscientemente con la vida y hacer ajustes. Yo me cambio y no soy cambiado. Cuando en 1930 Bernardo González Pecotche creó la logosofía el mundo estaba entre ísmos: comunismos, fascismos… Ideologías de blanco y negro. El pensador argentino dijo que la humanidad no puede mejorarse sin que cada ser humano sea consciente de que debe mejorar y tomar la iniciativa propia y libre.
P: Quien manda es el individuo…
R: Es la pieza principal pero como individuo no individualista. Ser consciente de sí mismo, de su rol y responsabilidad. El individuo es único para que el colectivo sea más rico y no para separarlo de los otros.
P: Vivimos una época donde el mensaje de carácter identitario marca la pauta.
R: Se trata de movimientos que no son acciones sino reacciones casi instintivas. La parte negativa de la globalización es que avanza demasiado rápido dejando atrás a cada vez más personas que no saben dónde están. En 1970 Alvin Toffler avisó en Future Shock que los cambios son tan rápidos que la gente no tiene tiempo de asimilarlos. ¡Y eso fue hace 50 años!
P: ¿Se enseña para aprender o trabajar?
R: La mayoría de los estudiantes me decían que venían a la Universidad para sacarse el título. Yo les respondía que deben abrir la mente, adquirir conocimientos y desarrollarse. Algunos en el primer día se preguntaban qué habrá en el examen. Es una idiotez. La Universidad no tiene sólo como objetivo la formación profesional sino ser centro de desarrollo del conocimiento. No hay que generalizar pero sólo un pequeño núcleo de personas ve la Universidad como escenario para el desarrollo personal y la voluntad de descubrir más cosas. Por desgracia, la mayoría sólo lo contempla como el lugar que sólo te da el título.
P: El título como un todo.
R: Como forma de tener éxito en la vida. Pero la vida es un todo. El eje central de la logosofía es un proceso de evolución consciente. Cuando uno decide su desarrollo sin dejarse influir por las circunstancias. Se va formando en la vida como una piedra que sufre erosiones, vientos, etc. La esencia de la logosofía es la dignidad humana.
P: ¿La felicidad existe?
R: En hebreo se explica muy bien porque feliz se dice meushar. De ishur, confirmación. Es decir, confirmado y aceptado por ti mismo. Con armonía contigo, con las leyes universales y con la obligación de dignificar la vida. La felicidad es algo dinámico. El objetivo no es el consumo de la felicidad. La felicidad es el resultado, el fruto del árbol. Por ejemplo, tengo un árbol de limones. No puedo arrancar el limón del tronco sino que tengo que ocuparme del árbol, darle el agua necesaria y esperar los frutos que salen solos.
P: Pero se ha convertido en un negocio…
R: Hay que diferenciar entre felicidad y momentos de alegría que a veces son de excitación. La industria de espectáculos y televisión intenta vendernos momentos de distracción. Su palabra en latín significa que uno se desparrama. La verdadera felicidad es cuando uno es consciente de sí mismo y no está distraído o fuera de sí mismo. No hay felicidad más grande que cuando uno se da cuenta de algo, descubre la solución a un problema, palpa un conocimiento…
P: Como investigador del tiempo libre, compléteme la frase: «El tiempo libre es…»
R: La segunda oportunidad. Desde que nacemos, estamos en esa presión de que uno tiene que ser como la gente espera que sea para poder sobrevivir y tener un lugar en el escenario de la vida. Lo aprendemos desde muy pequeño. Tiempo libre es una parte de la vida que nos queda tras cumplir con todo y con todos. Tiempo sin obligaciones ni expectaciones. Es la segunda oportunidad para que florezca mi ser interno y verdadero. Hay personas con talentos y aspiraciones que no se expresan porque tienen que trabajar. El tiempo libre les ofrece la oportunidad de hacerlo. Puede conjugarse con el trabajo cuando éste es la expresión de su talento y deseos. Pero es una suerte que tienen muy pocos.
P: Por último, ¿un consejo para ser feliz?
R: Tomar las riendas de tu propia vida y no dejarte llevar por las circunstancias y todo lo que nos arrastra.
Fuente: ElMundo.es
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