El primer ministro espera que posponer la reforma judicial durante la primera mitad de su mandato le permita centrarse en las cosas importantes: Biden y Arabia Saudita. Lo haría aceptando el plan de Herzog que deja en suspenso casi toda la legislación controvertida. Análisis
El primer ministro Benjamín Netanyahu sólo quiere una vía de salida que permita poner fin a la saga de la reforma judicial. Quizás no para siempre, pero por el momento seguro. La propuesta de compromiso presentada por el presidente a los líderes de la oposición y a los manifestantes (de los que el Likud se distanció) es un plan que aceptaría con gusto.
Cree que esto da a todos lo que quieren: la oposición obtendrá una larga pausa en la legislación sobre reforma judicial; El ministro de Justicia, Yariv Levin, y otros partidarios acérrimos de la reforma en la Coalición obtendrían un veto sobre el Comité de Selección Judicial según la letra oficial de la ley, que incluiría el derecho a elegir personalmente al presidente del Tribunal Supremo. Pueden volver por más más tarde.
Netanyahu no cree que aceptar el plan equivalga a rendirse. No le dará a la oposición tal logro, lo que sólo reforzaría el sentimiento entre los votantes de derecha de que son ciudadanos de segunda clase porque subrayaría la incapacidad de la derecha para gobernar incluso cuando ganan elecciones.
En los últimos días, Netanyahu ha estado ideando una estrategia que dividiría su mandato en dos fases: en la primera, de poco más de un año, se suspendería la reforma judicial (excepto los cambios en el Comité de Selección Judicial), y en esta seguiría adelante incluso sin el aporte de la oposición. En los dos años restantes de su mandato (o 18 meses si el gobierno colapsa y se convocan elecciones anticipadas), el movimiento de reforma judicial avanzará a toda máquina.
No ve ninguna contradicción en las dos fases de su mandato, cree que es simplemente una necesidad. El lanzamiento de la reforma judicial fue defectuoso y movilizó a la izquierda debido a sus declaraciones grandilocuentes y dramáticas, que esencialmente quitaron el aire a todos los demás objetivos políticos del gobierno. El público ya no escucha lo que dicen los ministros, a pesar de que el gobierno trabaja para los ciudadanos y hace grandes cosas, porque los israelíes han estado completamente distraídos por el proceso de reforma judicial. Éste no es el lugar donde Netanyahu quería que estuviera el gobierno unos ocho meses después de su formación. Tiene grandes cosas en la agenda: reunirse con el presidente Joe Biden y finalizar un acuerdo con Arabia Saudita, así como impulsar la economía de Israel y abordar las apremiantes necesidades de seguridad tras el creciente terrorismo.
No ve ninguna contradicción en las dos fases de su mandato, cree que es simplemente una necesidad. El lanzamiento de la reforma judicial fue defectuoso y movilizó a la izquierda debido a sus declaraciones grandilocuentes y dramáticas, que esencialmente quitaron el aire a todos los demás objetivos políticos del gobierno. El público ya no escucha lo que dicen los ministros, a pesar de que el gobierno trabaja para los ciudadanos y hace grandes cosas, porque los israelíes han estado completamente distraídos por el proceso de reforma judicial. Éste no es el lugar donde Netanyahu quería que estuviera el gobierno unos ocho meses después de su formación. Tiene grandes cosas en la agenda: reunirse con el presidente Joe Biden y finalizar un acuerdo con Arabia Saudita, así como impulsar la economía de Israel y abordar las apremiantes necesidades de seguridad tras el creciente terrorismo.
Netanyahu quiere que todo el ruido de fondo desaparezca para lograr todo esto, y está dispuesto a darle a la oposición una larga pausa en la reforma judicial e incluso legislar un proyecto de ley que impediría la destitución del fiscal general durante ese período. Cree que esto calmaría las preocupaciones de la izquierda, pero nadie del otro lado está dispuesto a hablar de compromiso.
Fuente: IsraelHayom- Traducido por UnidosxIsrael
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