Una perspectiva tan humilde como inspiradora.
Mientras Israel celebra su 73 cumpleaños el jueves, vale la pena recordar que hay quienes han dicho desde el principio que no puede sobrevivir.
Diplomáticos a rayas del Departamento de Estado de Estados Unidos dijeron lo mismo en 1948, tratando de convencer al presidente de Estados Unidos, Harry Truman, de que no reconociera el estado naciente. Los líderes árabes lo dijeron ese mismo año al movilizar ejércitos para luchar contra el estado judío. Los políticos europeos lo dijeron antes de la Guerra de los Seis Días cuando los vecinos árabes de Israel apretaban la soga y amenazaban con destruir el país.
A lo largo de los años, los expertos y los políticos, columnistas y autores han derramado millones de palabras sobre cómo Israel no puede sobrevivir: cómo será abrumado por los enemigos que lo rodean, cómo será destrozado por las divisiones internas o barrido por la demografía pura. Por ejemplo, en 2008, el artículo de portada del semanario canadiense Maclean se tituló: «Por qué Israel no puede sobrevivir».
Sin embargo, aquí estamos, 73 años después, todavía de pie, todavía pateando, todavía sobreviviendo. Y más que eso, floreciendo de una manera que los de poca fe en el país, su gente o sus habilidades jamás imaginaron. No sin problemas, no sin dilemas, no sin imperfecciones, no sin momentos políticos dolorosamente fracturados, pero aún sobreviviendo y floreciendo.
Aquellos que predicen la inminente desaparición de Israel siempre han pasado por alto una característica importante: la gente que habita en Sion desea la vida, y desea vivir aquí en una tierra independiente en este pequeño rincón del mundo. Y ese deseo de vida los ha obligado a adaptarse e improvisar durante las últimas siete décadas para enfrentar las cambiantes realidades demográficas, políticas y militares y dar los pasos necesarios para asegurar la supervivencia.
Mirando los datos secos: el número de judíos frente al número de árabes en el Medio Oriente, el número de judíos frente al número de árabes desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo, el número de misiles balísticos apuntados en la dirección de Israel, la profundidad de la enemistad de los que rodean a Israel, el porcentaje de la población que no trabaja o no está adquiriendo habilidades en la escuela para prepararlos para la fuerza laboral del siglo XXI; uno podría excusarse por concluir que las posibilidades de supervivencia del país son escasas.
Pero los datos secos no miden la voluntad de la gente o su capacidad para adaptarse, ajustarse y prosperar. Las realidades políticas, militares y demográficas cambian, y lo que Israel ha demostrado durante mucho tiempo es una asombrosa aptitud para cambiar y adaptarse a ellas con el fin de sobrevivir y prosperar.
Aunque ahora tienen 73 años, muchos todavía ven a Israel como lo vieron sus abuelos: joven, pocos en número y débil.
Pero los 73 años ya no son tan jóvenes, de hecho, solo hay 75 países en la ONU que han existido por más tiempo.
Aunque físicamente es pequeño, con 9,3 millones de personas, Israel ocupa el puesto 85 en el mundo en términos de población. Y nadie puede mirar a este país, con su poderosa capacidad militar y supuestamente nuclear, y decir que es débil.
Además, la edad del estado no le hace verdadera justicia a Israel. Decir que Israel tiene 73 años es como decir que Egipto solo tiene 99 años porque solo obtuvo su independencia en 1922 del Reino Unido, o que Grecia solo tiene 199 años porque la Primera República Helénica solo se fundó en 1822.
La presencia del pueblo judío aquí se remonta a más de 3.000 años. Los israelíes recibieron un recordatorio de eso el mes pasado cuando los arqueólogos anunciaron el descubrimiento de un fragmento del libro de Zacarías que data de hace casi dos milenios.
Ese pergamino se suma al vasto cuerpo de material arqueológico que muestra que los judíos caminaron por los desiertos, colinas y valles de esta tierra desde tiempos inmemoriales, adorando al mismo Dios, leyendo los mismos libros sagrados, viviendo su vida al ritmo del mismo calendario que los judíos. hacer aquí hoy.
El Estado de Israel tiene solo 73 años, un pequeño punto en esa vasta línea de tiempo de la historia judía. Y esa perspectiva es tan humilde como inspiradora.
Humilde porque ¿qué son 73 años en el lapso de la historia judía? Un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, inspirador porque ya se ha logrado mucho en este abrir y cerrar de ojos, dando una idea de mucho que aún queda por realizar aquí en los años venideros.
Fuente: JPost- Traducido por UnidosxIsrael
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