Cientos de tiburones se concentran ante una central térmica en Israel

No es frecuente ver tal densidad de escualos en un mismo punto en el Mediterráneo, donde la mayoría de especies están en peligro

Cientos de tiburones se amontonan cerca la central por sus aguas calientes (Ariel Schalit / AP)

El agua que brota de las turbinas de una instalación industrial ubicada cerca de la costa no es, a priori, el mejor hábitat para el correcto desarrollo de algunas especies animales. Sin embargo, parece ser que sí que lo es para los tiburones del Mediterráneo, donde muchas de las especies se encuentran en un estado de conservación delicado por la pérdida de su hábitat natural y la sobrepesca.

La prueba está en la central eléctrica de Hadera, una instalación ubicada en el norte de Israel donde se amontonan cientos de tiburones durante el invierno. Buscan el calor de las aguas que rodean la central, que utiliza el agua del mar para enfriar sus turbinas. Luego la expulsa mucho más caliente, lo que atrae a los escualos y, de rebote, a los turistas.

Sharks drawn to warm waters of Hadera power plant
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— The Times of Israel (@TimesofIsrael)
31 de enero de 2019

Los submarinistas tienen prohibido el acceso a estas aguas, tanto por su propia seguridad como para la de los tiburones, algunos de los cuales miden varios metros de longitud. Pero lo cierto es que la curiosidad está justificada, ya que muchas de las especies de tiburones están amenazadas y son caras de ver.

Y es que, cada año se capturan unos 100 millones de tiburones en todo el mundo, lo que ha hecho que especies que hoy se refugian en Hadera, como el tiburón trozo (Carcharhinus plumbeus) o el tiburón arenero (Carcharhinus obscurus), estén catalogadas como ‘Vulnerables’ en la Lista Roja de especies amenazadas que elabora la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Investigadores de la Universidad de Haifa, el distrito israelita al que pertenece Hadera, aseguran que tal número de tiburones no se encuentra en ningún otro punto del Mediterráneo. Esto es así porque aquí el agua está a una temperatura de unos diez grados centígrados más, lo que estimula el metabolismo de los tiburones, mejora su respiración y facilita su reproducción.

#DYK There’s a ‘day spa’ for sharks in Hadera, Israel, attracting large numbers of pregnant Dusky Sharks due to the warm water runoff from the power station.
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— BBC #OurBluePlanet (@OurBluePlanet)
24 de mayo de 2018

Estas condiciones hacen que la cantidad de tiburones en Hadera aumente cada año, mientras que en el Mediterráneo va reduciéndose. También influye el hecho de encontrarnos en la parte oriental del Mediterráneo, donde se encuentra el Canal de Suez, que enlaza con el Mar Rojo, cuyas aguas están entre las más cálidas del mundo. En el otro extremo de la cuenca mediterránea, donde el agua atlántica entra por el estrecho de Gibraltar, el agua está más fría.

No obstante, el calentamiento de la cuenca mediterránea es generalizado. Los estudios más recientes revelan que se ha calentado 0.4 grados en la última década, lo que encaja con que son los mares y océanos quienes están absorbiendo la mayor parte de la energía suplementaria que la especie humana está incorporando al sistema climático.

Un futuro incierto

Las poblaciones de escualos en el Mediterráneo se han reducido un 90% desde 1950

En cuanto a las poblaciones de escualos en el Mediterráneo, estas se han reducido un 90% desde 1950 debido a la intensidad de las capturas. En concreto, hizo mucho daño la invención, en los 70, del palangre de superficie, un arte de pesca con el que se capturan especies pelágicas –las que viven en la columna de agua- como los tiburones, los atunes o los peces espada.

Actualmente, gran parte de los tiburones en el Mediterráneo están protegidos, pues su desaparición causaría daños irreparables en los ecosistemas marinos. Estos depredadores se encuentran en la cima de la cadena trófica, con lo que, si caen ellos, puede desestabilizarse todo el sistema.

Y es que, ante su ausencia, proliferarían los peces carnívoros, el alimento de los tiburones, lo que llevaría a la desaparición también de los herbívoros, que son de quienes se alimentan los primeros. Así, las algas crecerían descontroladamente porque nadie se alimentaría de ellas y esto llevaría al colapso.

¿Y todo por qué? Por la codiciada sopa de aleta de tiburón, que se llega a vender a 500 dólares el kilo y que provoca que los escualos sean capturados y devueltos vivos al mar tras arrancarles la aleta. Al final, al no poder nadar, acaban cayendo al fondo, donde mueren de asfixia y dolor.

Fuente: LaVanguardia

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