Aporte judío a la modernización de Bolivia

Con el arribo de entre 7.000 y 8.000 judíos durante los años 1938 y 1940, la ciudad de Cochabamba y, particularmente, la de La Paz, donde se asentó la inmensa mayoría, vivieron profundas transformaciones que tuvieron impacto en vastas zonas del territorio nacional. 


Por León Enrique Bieber

Los inmigrantes trajeron capital  —sobre todo en forma de pequeña maquinaria y de instrumentos de trabajo—,  con el cual instalaron talleres artesanales de la más variable índole para dar impulso a la metalmecánica, a la hojalatería, a la carpintería, a la joyería, así como a la manufactura de productos de tocador y de alimentos.

Fueron propietarios de talleres de reparación de automóviles, de electricidad, de plomería; de almacenes de comestibles, restaurantes y pensiones. Inauguraron estudios fotográficos modernos. Contribuyeron decisivamente a que, particularmente en la ciudad de La Paz, en las tiendas de las calles comerciales centrales, donde hasta entonces la mercadería era expuesta colgada en ganchos en la puerta de entrada o en el tumbado, comenzaran a aparecer vitrinas.

Promovieron las profesiones de decorador de interiores, de diseñador gráfico y la de publicidad. Los inmigrantes trabajaron de albañiles, de electricistas, de plomeros o como técnicos en instalaciones de calderas o aparatos de refrigeración en la construcción de los más modernos edificios que se levantaron en la urbe paceña en la quinta y sexta década del siglo XX, particularmente en la del Gran Hotel Sucre: el local de referencia para europeos y para la clase alta boliviana. Muchas mujeres pasaron a trabajar de secretarias, tomando a su cargo especialmente la correspondencia en alemán, pero también en inglés, agilizando con ello el intercambio con proveedores y compradores del exterior. Importante rol jugaron en la administración de empresas privadas y, en escala menor, en calidad de técnicos en centros mineros.

Carnicerías y fiambrerías no solo proveían con sus productos a centros urbanos, sino a ciudades de provincia y a centros mineros. En estos existía fuerte demanda para la reparación de máquinas de escribir y de calculadoras, sobre todo en la ciudad de Oruro por su proximidad a ellos. En Yungas, los inmigrantes instalaron dos aserraderos que aprovisionaban a las empresas de construcción. Los pequeños talleres artesanales para la confección de ropa; muchos de ellos incluso caseros, eran transportados, sobre todo en días de feria, por los propios inmigrantes a pequeñas ciudades del interior, incluso a caseríos.

También fue importante el aporte que dieron algunas personalidades a las dos ciudades nombradas inicialmente, en algunos casos al país en su conjunto. Valgan unos pocos ejemplos: Werner Guttentag, librero y editor, homenajeado con el Cóndor de los Andes; Erich Eisner, forjador de la orquesta sinfónica nacional en 1944; el observatorio de astronomía y el planetario en La Paz lleva el nombre del Ing. Max Schreier por su labor como catedrático, físico e impulsor de la astronomía en el país; Robert Herzenberg, descubridor de un mineral que en adelante llevaría su nombre, la ‘herzenberguita’, autor de trabajos en revistas especializadas de minería y geología sobre minerales bolivianos que recientemente habían sido descubiertos; Werner Schein, que durante tres décadas -sin cobro de haber- formó a centenares de atletas en La Paz, lo cual le valió altísimas distinciones; y Enrique Happ, una leyenda cochabambina por su desinteresada labor en favor del deporte infantil y juvenil.

A partir de fines de los años 30 del siglo pasado, los judíos contribuyeron en escala nada despreciable no solo a crear puestos de trabajo, ensanchando con ello las clases medias, sino, además, a ampliar el mercado interno. Al ofrecer empleo muchas veces brindaron a los habitantes de este país una importante posibilidad de aprendizaje en diversos campos de la actividad económica.

Con sus conocimientos en las ciencias sociales y naturales contribuyeron a la formación de amplios segmentos de la población. Con debida razón altas personalidades políticas, académicos y ciudadanos comunes han reconocido el dinamismo, las innovaciones, la creación de fuentes de trabajo y, sobre todo, la modernización que conoció, particularmente, la ciudad de La Paz gracias a la presencia de miles de judíos. Como lo expresara el Ing. Hugo Mansilla R., entre 1978 y 1983, rector titular de la Universidad Mayor de San Andrés: “La presencia judía logró dar impulsos de desarrollo a aquella aldea que era la ciudad de La Paz.” Cuando ellos llegaron solo se conocía la tienda de ventas chicas y tradicionales; con ellos aparecieron los primeros friales, que antes no se conocían, …se abrieron establecimientos comerciales más cómodos y más grandes. Todo eso generó una mayor actividad económica en el país.”
Su contribución a la modernización de Bolivia está fuera de cuestión.

 

Fuente: eldeber.com.bo

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