La catedrática censurada por criticar la ideología de género en la revista del CSIC: “No quiero masculinizarme”

La catedrática de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Sevilla, María Caballero, se define como ecofeminista, una manera de pensar sobre la mujer que difiere mucho de la Ideología de Género que considera que ésta se ha «estrellado».

Caballero fue objeto de una reciente caza de brujas propiciada precisamente por ese otro feminismo basado en el Dogma de Género, simplemente por discrepar desde la ciencia y cuestionar dicha forma de pensamiento.

Lo hizo en un artículo publicado en la prestigiosa revista Arbor, editada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en el que sostiene que la ideología de género o la reivindicación de cuotas femeninas en diferentes posiciones profesionales «no han solucionado problemas como que a las mujeres nos cuesta el doble llegar a puestos directivos que a los hombres».

«Las famosas cuotas vuelven a meter a las mujeres en un gueto», subraya María Caballero. 

Su preocupación por la mujer actual es patente: «Veo que  las mujeres de treinta años dislocadas, se convierten en ‘superwomans’ a su pesar, porque ese modelo ya lo han visto en nosotras y saben que es un fracaso«, ha confesado al Diario de Sevilla.

A su juicio, el gran problema sobre la mujer en España es que «el Estado no se ha implicado realmente en que las mujeres puedan trabajar fuera y llegar a altos cargos sin renunciar a la maternidad».

Ecofeminismo

María Caballero explica cuál es su modelo de comprensión de la mujer y de reivindicación de su especificidad, el ecofeminismo:

«La mujer no tiene que prescindir de su manera de ser, de su naturaleza, de sus diferencias para desarrollarse plenamente en la sociedad. Reivindico mi especificidad de mujer y, por supuesto, todos mis derechos civiles (voto, trabajo…)», explica.

«Eso sí, no quiero masculinizarme» y puntualiza que «en definitiva, creo que hay personas en masculino y en femenino».

Este ecofeminismo se distingue de la Ideología de Género en que ésta «disocia el sexo del género y que dice que todo es una construcción cultural» y «le ha pedido a la mujer que olvide cualquier esencialismo». «Así, yo no soy feminista», remacha Caballero.

Reproducimos a continuación, las preguntas  y respuestas íntegras de la entrevista realizada por Luis Sánchez Moliní:

-Sobre la relación de las mujeres y literatura tiene el libro Las trampas de la emancipación, con quince estudios sobre literatura femenina desde las vanguardias hasta el siglo XXI. ¿Qué quiere decir con ese título?

-Creo sinceramente que, con todos los límites que queramos, la mujer se ha incorporado al mundo occidental. Pero esta emancipación nos ha costado mucho y hemos tenido que funcionar como hombres. El mismo traje-pantalón es un símbolo de esto. En este camino, la mujer ha tenido que dejar atrás muchas de sus aspiraciones como mujer, entre otras, la posible maternidad. El sistema actual no facilita que las mujeres puedan ser madres y, al mismo tiempo, aspirar a altos cargos de responsabilidad. Casi todas las escritoras españolas e hispanoamericanas de las que hablo en este libro (Tusquets, Riera, Puértolas, Ocampo, Violeta Parra…) reflejan el alto costo que les ha supuesto la emancipación, sobre todo en el plano afectivo. Esa emancipación ofertada por la sociedad patriarcal y machista ha sido una trampa para la mujer, porque le ha cercenado sus deseos de realización femenina. Y no sólo hablo de maternidad.

-Sin embargo, cierto sector del feminismo radical le ha puesto en el punto de mira.

-En la historia del feminismo ha habido cuatro grandes oleadas, desde el sufragismo hasta la actualidad. Yo me identifico con el llamado ecofeminismo o feminismo de la diferencia, que reivindica la particularidad de ser mujer.

-¿Toda literatura femenina es feminista?

-Yo las distingo: literatura femenina es, lógicamente, la escrita por mujeres.  Literatura feminista es aquella en la que hay una reivindicación de derechos o una denuncia de los problemas de la mujer.

-No es un fenómeno nuevo…

-En mi ámbito de estudio, la literatura hispanoamericana, podemos remontarnos a sor Juana Inés, en el siglo XVII, quien en su Respuesta a sor Filotea de la Cruz reivindica el acceso de la mujer a la educación desde la infancia. Luego, en el XIX, una vez que los países americanos se independizaron, sí se contempla una reivindicación de las escritoras para ser ciudadanas, sobre todo a partir de la escritura en los periódicos, lo cual le da un espacio para poder influir.

«Las famosas cuotas vuelven a meter a la mujer en un gueto. Las mujeres no somos pobres tontas»

-¿Pero toda literatura femenina tiene algo de feminista?

-Históricamente sí. Como decíamos, las primeras escritoras eran reivindicativas. Ahí está Margarita de Navarra y su Heptamerón o Christine de Pizan, quien ya en la Edad Media se atreve a criticar a la Iglesia por la discriminación de la mujer.

-Recientemente protagonizó una agria polémica con algunos sectores feministas debido a un número de la revista Arbor, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que usted coordinó y en el que se ponían en duda algunos de los lugares comunes del discurso de género.

-No sé por qué se ha armado tanto revuelo y me pregunto si los que han criticado este número de Arbor, una de las revistas de Ciencias Sociales con mayor prestigio, lo han leído realmente. En la introducción sostengo que, actualmente, en la universidad y en las instituciones científicas, la paridad y la igualdad se cumplen a rajatabla en los papeles, legalmente, pero la tijera (el gráfico que demuestra que son muy pocas mujeres las que acceden a los altos cargos, pese a que son mayoría en la base) sigue funcionando. Lo que digo es que cuestiones como la ideología de género o las cuotas han podido servir en un momento dado, pero han sido insuficientes y no han solucionado problemas como el que a las mujeres nos cuesta el doble llegar a los puestos directivos que a los hombres. Hay una gran diferencia entre el papel y la realidad. Será soberbia, pero creo que las famosas cuotas vuelven a meter a la mujer en un gueto. Las mujeres no somos pobres tontas.

«Si estás en edad fértil y si te quedas embarazada se te puede caer el pelo, porque el capitalismo es duro»

-¿Y por qué sucede esto?

-Puede ser porque la sociedad no ha evolucionado para comprender la diferenciación de la mujer. Es como si nos dijesen: «¿Quiere usted trabajar fuera de casa? Por supuesto, pero no me cuente si quiere tener hijos, no me cuente si tiene un enfermo en casa… Olvídese de que es mujer, ese es su problema».

-Las cosas no funcionan igual en el sector público que en el privado.

-La empresa privada discrimina mucho. Si eres mujer te preguntan si tienes hijos, si estás en edad fértil y si te quedas embarazada se te puede caer el pelo, porque el capitalismo es duro.

«La ideología de género ha aportado la visibilidad de la mujer, pero se ha estrellado»

-Antes se definió como ecofeminista, ¿en qué consiste?

-Sobre todo en que la mujer no tiene que prescindir de su manera de ser, de su naturaleza, de sus diferencias, para desarrollarse plenamente en la sociedad. Reivindico mi especificidad de mujer y, por su puesto, todos mis derechos civiles (voto, trabajo…). Eso sí, no quiero masculinizarme. En definitiva, creo que hay personas en masculino y en femenino.

-¿No cree en la ideología de género?

-Reconozco que, hasta ahora, la ideología de género, que disocia el sexo del género y que dice que todo es una construcción cultural, ha aportado la visibilidad de la mujer, pero se ha estrellado. Vuelvo a lo de las trampas de la emancipación: esta ideología le ha pedido a la mujer que olvide cualquier esencialismo. Así, yo no soy feminista.

-Algunos le reprochan su pertenencia al Opus Dei.

-Soy supernumeraria del Opus desde los 28 años y creo en un sano epicureísmo cristiano. Pero no tolero que se me discrimine por mi orientación religiosa. Je suis Marita Caballero. No vendo ideología en mis clases y cualquiera que conozca mi trabajo habrá visto que he trabajado sobre todo tipo de autores.

-Últimamente, en ciertos libros y artículos periodísticos se reclama con cierto orgullo a las madres que no quieren a sus hijos. Evidentemente esto no es nuevo, siempre han existido madres (y padres) que han rechazado a su progenie. Nadie está obligado a querer a nadie, pero no entiendo la complacencia.

-Eso es un rechazo al ecofeminismo y al feminismo de la diferencia. Ciertos sectores del feminismo piensan que esto puede ser una trampa para la mujer. Betty Friedan publicó a principios de los años 60 La mística de feminidad, donde sostenía que esta corriente supondría una involución y que volvería a meter a la mujer en casa. Pero pienso que la vida no va por ahí. El gran problema de España es que el Estado no se ha implicado realmente en que las mujeres puedan trabajar fuera y llegar a altos cargos sin renunciar a la maternidad. En otros países se hace, pero aquí no. Actualmente, veo a las mujeres de treinta años dislocadas, se convierten en superwomans a su pesar, porque ese modelo ya lo han visto en nosotras y saben que es un fracaso. Las de mi generación hemos tenido muchos complejos de culpa. Yo perdí mi primera plaza de Instituto porque mi hija nació enferma y me dediqué a cuidarla. Pero no creo que eso se arregle con el sistema de cuotas. Los poderes públicos se tienen que implicar. La sociedad no se puede construir en masculino.

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Fuente: Actuall

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