Una iglesia en Tel Aviv: el boom del cristianismo en Tierra Santa (y 2)

Cuando Gina Canlas dejó su hogar en Pampanga, Filipinas, para trabajar en Israel como cuidadora doméstica, en 1998, intentó acudir a misa cada domingo en Yafo, el enclave marítimo que se encuentra al sur de Tel Aviv. Yafo aparece varias veces en la Biblia hebrea y también es reverenciada por el cristianismo. La ciudad aparece en el Nuevo Testamento como el lugar donde Pedro, discípulo de Jesús, resucitó a una viuda llamada Tabita, y las pruebas arqueológicas indican la presencia de iglesias desde la época bizantina. A Canlas le gustaba especialmente ir a misa a San Pedro, una adornada iglesia y monasterio franciscano reconstruido varias veces desde el siglo VII, que da servicio a la comunidad árabe cristiana de la ciudad, así como a turistas y peregrinos. Pero muchas veces Canlas no podía acudir a misa porque el domingo es día laborable en Israel. Los días en que lo conseguía, tardaba más de una hora caminando o viajando en transporte público. Pero para Canlas, que dejó a cinco hijos pequeños en Filipinas, ir a misa era una prioridad, aun cuando era un esfuerzo que le consumía mucho tiempo.

“Siempre me ha ayudado mucho para sacar adelante mi trabajo y mi vida diaria”, dice Canlas, que ahora tiene 55 años. Al final, cuando llevaba cinco años en Israel, cambió su trabajo de cuidadora interna por otro limpiando casas. Esto supuso que podía organizarse su propio horario, y tuvo un poco más fácil llegar a la misa dominical en Yafo. También por esa época, más o menos, Canlas, que se había separado de su marido en Filipinas, se quedó embarazada y tuvo un hijo con su novio, un turco musulmán que también había ido a trabajar a Israel. Para poder dar una identidad católica a su hijo, que va a un colegio israelí de lengua hebrea, Canlas siguió participando en la iglesia, ofreciéndose a menudo como voluntaria para cantar en el coro y ayudar en el altar. “Para mi hijo resulta confuso, así que es muy importante que me vea practicando mi religión si quiero que él también sea católico”, me dijo.

El hijo de Canlas creció en la década de 2000, y el número de trabajadores católicos de origen extranjero en Israel creció con él, e iglesias como la de San Pedro empezaron a incorporar misas en lenguas como el inglés, el francés, el tagalo y el konkani, un dialecto indio, para acomodar a los recién llegados. Los responsables de las iglesias locales también dieron permiso para celebrar la misa dominical –tradicionalmente celebrada el sábado por la noche o el domingo durante el día– los viernes y los sábado por la mañana, para que coincidiera con el fin de semana israelí. Los pocos sacerdotes de Israel que hablan estas lenguas celebraron múltiples misas a la semana en todo el país, tratando de atender las otras necesidades de los trabajadores migrantes.

El reverendo Angelo Isan, franciscano filipino que ha vivido desde 1991 en monasterios de Israel que sobre todo daban servicio a peregrinos y turistas, se vio de repente velando por las necesidades de un número cada vez mayor de trabajadores migrantes de su país natal. Para él, ayudar a esta comunidad se convirtió en su labor más importante. “Siempre estamos disponibles para ellos. Es nuestro deber cuidar de nuestra gente”, me comentó cuando visité San Pedro, donde vive ahora junto a otros cinco sacerdotes extranjeros. Dijo que empezó dedicando mucho tiempo a escuchar a la gente, oyéndoles hablar de sus problemas, desde los visados caducados a que sus hijos, nacidos en Israel, carecieran de conocimientos sobre el cristianismo. Aunque es bonito ver que las viejas iglesias se llenan cada vez más, también aumentan las preocupaciones sobre cómo cubrir con eficacia las necesidades espirituales de los migrantes.

“Por un lado, esta afluencia de migrantes fortaleció a la comunidad cristiana, pero supuso un verdadero reto para el Patriarcado”; dijo Bendcowsky. En 2011, los líderes de la Iglesia en Roma aprobaron crear la Coordinadora de la Pastoral de los Migrantes, organismo que supervisa las necesidades religiosas de los trabajadores extranjeros y los solicitantes de asilo, asegurándose también de que cada comunidad pueda contar con capellanes, misas y actividades. La organización también trabaja con varias organizaciones sin ánimo de lucro y embajadas interesadas en las dificultades de estos individuos.

Como parte de su iniciativa, en 2014 el Patriarcado Latino adquirió el inmueble de Nuestra Señora del Valor. Los migrantes afincados en Tel Aviv que han estado yendo a Yafo o acudiendo a misas en lugares improvisados, como refugiados antibombas o apartamentos, cuentan con un lugar para reunirse y practicar su culto en el mismo barrio, o cerca, en el que viven. “Verdaderamente, lo que tenemos ahora es un sueño hecho realidad, y estamos aprovechando al máximo el espacio”, afirma Grospe.

La afluencia de trabajadores cristianos desde lugares como Filipinas no es un fenómeno aislado en Israel: está teniendo lugar en todo Oriente Medio. De los diez países en los que el cristianismo está experimentando un crecimiento más rápido, seis son Estados musulmanes de Oriente Medio, según el Centro para el Estudio Global del Cristianismo en el Seminario Gordon Conwell de Boston. En lugares como Arabia Saudí y Qatar, el número de cristianos está creciendo a un ritmo superior al 9% anual a causa de la llegada de trabajadores migrantes. “La llegada de migrantes a Oriente Medio ha cambiado el cristianismo en Oriente Medio”, dijo Gina Zurlo, directora adjunta del Centro para el Estudio del Cristianismo Global.

En lugares como Arabia Saudí, donde no hay libertad religiosa, los migrantes se ven obligados a reunirse en secreto para rezar. Pero en otros países, como en Emiratos Árabes Unidos y Qatar, las autoridades han permitido la construcción de iglesias en determinados lugares. Todo esto está ocurriendo mientras en otros lugares de la región, principalmente Irak y Siria, se registra una violencia constante contra los cristianos que ha empujado a marcharse a comunidades enteras. “Aunque todo el mundo habla del éxodo de los cristianos de Oriente Medio, ese éxodo se está viendo compensado por los trabajadores migrantes”, dice Zurlo.

En Israel, esta afluencia ha dado lugar a una fusión de identidades, especialmente entre los migrantes que llevan aquí muchos años. Es aún más acusada entre sus hijos hebreoparlantes. Canlas, que tiene permiso de residencia temporal en Israel, habla sobre todo en hebreo con su novio turco y su hijo. Dice que se siente cómoda como católica en Tel Aviv. “En Israel, puedes hacer lo que quieras”, dijo. “No me siento oprimida. Es un país liberado y abierto”.

La identidad de católicos como Canlas se refleja en el colorido logo de Nuestra Señora del Valor, que cuelga de un muro de la capilla, que muestra a la Virgen María congregando a personas de diferentes razas y culturas bajo la protección de su manto; al fondo se ven lugares emblemáticos del sur de Tel Aviv, incluida la Estación Central de Autobuses. En una mano, María sostiene un pergamino con palabras en hebreo del capítulo 31 de los Proverbios: “Eshet jayil, mi yimtza” (“Mujer fuerte, ¿quién la hallará?”). El texto prosigue describiendo a una brava y competente mujer que ama a Dios y cuida de su familia. Los versos se cantan tradicionalmente en las cenas judías de sabath, el viernes por la noche. La inclusión del pergamino hebreo en el logo de la iglesia sirve de inspiración a muchas mujeres que trabajan en el extranjero y es un recordatorio a los miembros de la comunidad de que son huéspedes en un país judío, explica Grospe.

Los cristianos de Israel siguen enfrentándose a muchas dificultades, ya que tanto musulmanes como judíos han participado en incidentes de vandalismo y persecución contra iglesias y comunidades cristianas en los últimos años. Aunque solo el 7% de los cristianos israelíes arabófonos dijeron sentirse discriminados el año pasado, según una encuesta del Centro de Investigación Pew, hay fuertes brechas en la opinión pública entre los cristianos y los judíos de Israel. Por ejemplo, sólo el 28% de los cristianos israelíes ve factible que Israel sea un Estado judío y también una democracia, mientras que el 76% de los judíos considera posible esta combinación. Algunos líderes de la Iglesia también han sido críticos con la naturaleza administrativa diferenciada entre las comunidades migrantes y las comunidades locales arabófonas, una disparidad que la Coordinadora de la Pastoral de los Migrantes está tratando de mitigar mediante más cooperación y actividades conjuntas.

Pero la llegada de trabajadores migrantes y las comunidades que éstos han construido demuestran que, al menos en Tel Aviv, es posible labrarse un nuevo lugar en la sociedad israelí. Cuánto durará, y en qué grado se afianzará, es una pregunta sin respuesta, ya que el destino legal de muchos miembros de la comunidad migrante, especialmente de los solicitantes de asilo, sigue siendo incierto, a falta de una política gubernamental estable. También es una incertidumbre en qué medida formarán parte de estas comunidades los hijos de los migrantes nacidos en Israel –si se les permite permanecer en el país–, ya que sus lazos son más frágiles que los de sus padres. “Estos migrantes viven a menudo en un entorno judío, así que la fase crucial sobre el modo de expresar su cristianismo se produce cuando tienen hijos”, dijo Bendcowsky. “Eso les obliga a mantenerse más apegados a la sociedad israelí, a integrarse de verdad una vez que sus hijos van a escuelas israelíes, a adaptarse al calendario judío y a las tareas domésticas judías”.

Pero por ahora los miembros de Nuestra Señora del Valor lo viven como un momento de florecimiento. Las misas están llenas y hay una larga lista de espera para su programa de atención de día para niños. “Es una tarea muy complicada, porque aquí trato con muchas culturas diferentes”, dijo Grospe. “Pero la diócesis local nos muestra mucho apoyo, y tenemos la esperanza de lograr un espacio más grande algún día”.

© Versión original (en inglés): The Tower
© Versión en español: Revista El Medio

“Una iglesia en Tel Aviv: el boom del cristianismo en Tierra Santa (1)”.

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Fuente: El Medio

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