Richard Baehr, del Jewish Policy Center, pone de manifiesto en este artículo las profundas diferencias de Trump y Obama a la hora de afrontar los grandes retos en Oriente Medio. Baehr sugiere la estrategia que debería seguir la Casa Blanca en la gestión de la cuestión palestina.
Cuando Barack Obama inauguró su presidencia, en 2009, su primera llamada a un líder extranjero tuvo lugar ese mismo día; a Abás. Siete semanas le ha costado a Trump cumplir ese mismo compromiso. La diferencia refleja indudablemente un cambio general en la orientación y el énfasis, pero también muestra cómo un presidente puede comunicar un determinado nivel de interés y apoyo a una causa o a un país incluso si el cambio es poco sustancial.
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Teniendo en cuenta la obsoleta realidad del liderazgo supuestamente moderado de Abás en la Autoridad Palestina, Trump podría realizar un servicio real si ayudara a la transición de unos dirigentes avejentados con viejas cicatrices de guerra hacia gente menos obsesionada con demandas de revertir los resultados de la guerra de 1948 y obtener un derecho de retorno para millones de personas erróneamente identificadas como refugiadas. Si alguien puede hacer un esfuerzo por vender a los palestinos que luchen por mejorar la economía antes que por victorias políticas simbólicas pero insensatas, ese es Donald Trump.
Emily Landau, del Institute for National Security Studies israelí, se pregunta si las consecuencias de la política de Obama con Teherán en torno al programa nuclear iraní pueden ser todavía reparadas.
El presidente Obama ha dejado Oriente Medio en una situación mucho más peligrosa de lo que estaba hace ocho años. No solo porque el acuerdo nuclear abre la puerta a la perspectiva terrible de un Irán nuclear a entre 10 y 15 años vista, o incluso menos, sino porque la Administración permitió que emergiera un Irán reforzado a lo largo de 2015-16, sin ser cuestionado por Washington (…)
El único logo de Obama radica en pasar la patata caliente nuclear a las Administraciones siguientes. Pero ha creado una realidad en la cual resultará mucho más difícil detener a Irán (…) Con su programa nuclear legitimado a través del acuerdo, Teherán está mucho mejor preparado para seguir adelante cuando así lo decida. (…)
El reto para la Administración Trump es tratar de revertir algunas de esas tendencias negativas. (…) Puede conseguirse mucho revirtiendo el enfoque de la Administración Obama sobre Irán, reconociendo la abierta hostilidad de Teherán a los intereses de EEUU y respondiendo con firme determinación a sus provocaciones.
Esa es la denuncia que formula en este estudio Amir Toumaj, de la Foundation for Defense of Democracies. Toumaj analiza las consecuencias de este movimiento realizado por Teherán en una zona especialmente sensible para la seguridad de Israel.
Las fuerzas combinadas del régimen sirio y las milicias lideradas por la Guardia Revolucionaria Iraní (GRI) no igualan a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), y esa disparidad parece que se va a mantener en el futuro. Israel podría también adoptar un enfoque más activo en Siria para frustrar la invasión del Golán por parte de la GRI, por ejemplo coordinándose con los rebeldes sirios presentes en la zona. La orografía plana del Golán, además, niega a la GRI el terreno adecuado para reproducir el modelo aplicado en el sur del Líbano de ocultar lanzaderas de cohetes dispersas en una zona extensa, haciendo más fácil a las FDI la búsqueda y destrucción de sus sistemas de armamento. Durante años, las FDI han estado fortificando posiciones en la meseta rocosa del Golán para hacer frente a mayores capacidades armamentísticas de la GRI y sus aliados.
Aunque la intención de recuperar el Golán israelí subraya el acuerdo ideológico de Harakat al Nujaba [nombre de la milicia chií iraquí de Hezbolá] con el objetivo declarado de la GRI y el ayatolá Jamenei de destruir Israel (…), [por el momento] los objetivos principales de la GRI en el sur de Siria son aplastar a las fuerzas de la oposición y adquirir la capacidad necesaria para abrir otro frente contra Israel. La GRI confía en que su cabeza de puente en el Golán sirva como un elemento de disuasión contra Israel y EEUU, que podría ser activado en un conflicto futuro, como por ejemplo otra guerra Israel-Hezbolá.
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Fuente: El Medio
