¿Qué será de Siria e Irak tras la derrota del Estado Islámico?

En las últimas semanas, las fuerzas especiales del Ejército y la Policía han encabezado la ofensiva iraquí contra el Estado Islámico (EI) en la ciudad de Mosul, peleando casa por casa para liberar los últimos barrios de la orilla occidental del río Tigris que todavía quedan en manos de los yihadistas. Como las fuerzas japonesas en el Pacífico en la fase final de la Segunda Guerra Mundial, el Estado Islámico ha recurrido a decenas de ataques suicidas en una situación militarmente desesperada para ellos. Los kamikazes modernos del Estado Islámico conducen vehículos blindados artesanalmente que, cargados de explosivos, son dirigidos por radio mientras y guiados por pequeños drones.

El pasado domingo un periódico iraquí citaba al jefe del Estado Mayor del Ejército iraquí afirmando que el EI será expulsado de Mosul antes de que acabe el mes. Mosul es la tercera ciudad de Irak. Su caída en manos del EI, en junio de 2014, tres años después de la salida de las tropas estadounidenses de Irak, cogió por sorpresa a la opinión pública internacional. Se creó la falsa impresión de que había aparecido de la nada. Allí, en la Gran Mezquita de Al Nuri, fue proclamado el Califato por el líder del EI, mientras se dirigía a los fieles durante la oración del viernes, el 4 de julio de ese mismo año. La pérdida de Mosul tendrá, por tanto, un alto valor simbólico.

Mientras tanto, en Siria, la alianza multiéntica y multiconfensional de las Fuerzas Democráticas se han plantado frente a Raqa, la capital del Califato, obligando al EI a trasladar la gestión de sus territorios a Deir Ezzor. Resulta evidente que el Califato, tal como ahora lo conocemos, tiene sus días contados. Su carácter apocalíptico le llevó a convertir a todos en enemigos. Pero su desaparición no va a suponer que se abra una nueva etapa de paz y estabilidad en Oriente Medio. Sólo supondrá la desaparición de uno de los múltiples actores enfrentados en las varias guerras paralelas que constituyen la guerra civil siria. Mientras que para Irak simplemente significará la vuelta a la casilla de salida en un país donde hay conflictos identitarios por resolver.

En Siria, el punto de inflexión lo marcó la intervención de la aviación estadounidense para salvar la ciudad de Kobani cuando estaba a punto de caer en manos del Estado Islámico. A partir de enero de 2015, las milicias marxistas-leninistas kurdas han liberado una enorme extensión de territorio. Para superar suspicacias políticas, los kurdos establecieron una alianza con organizaciones de otras etnias y confesiones religiosas; así se formaron las Fuerzas Democráticas Sirias. Sin embargo, a nadie escapa el peso de los kurdos en la organización. Así que, según avanzan hacia el interior del país, la idea de que protagonicen la liberación de territorios de población mayoritariamente árabe suní levanta suspicacias y por tanto se ha convertido en un asunto complicado que ha frenado la ofensiva hacia Raqa, hasta que se decida si se da más protagonismo a las fuerzas árabes, y cómo.

La eliminación del Estado Islámico en Siria dejará el país fragmentado en zonas bajo control de distintos actores. Por un lado tenemos el territorio en manos de las fuerzas gubernamentales de Bashar Al Asad, sostenidas por Rusia, Irán y milicias chiíes reclutadas en el Líbano, Irak, Pakistán y Afganistán (véase “Quién sostiene a Bashar Al Asad”). Por otro lado tenemos a distintas fuerzas opositoras. Unas controlan territorio en el norte del país gracias a la intervención militar turca. Otras incluyen distintos grupos yihadistas, entre los que destaca la coalición Hayat Tahrir al Sham, que es el nuevo nombre que tomó la antigua franquicia siria de Al Qaeda. Los grupos yihadistas no sólo acumulan varias derrotas, sino que están inmersos en peleas fratricidas. Y, por último, no hay que olvidar el territorio en manos de las Fuerzas Democráticas Sirias en el norte y a las Nuevas Fuerzas Sirias en el sur, ambas apoyadas por Estados Unidos.

Así que está claro que el fin del EI apenas simplifica la situación en Siria, pero obligará a la comunidad internacional a aclarar su postura sobre el futuro del país. Habrá que decidir si se asume que la actual situación es irreversible y por tanto aceptar que la guerra civil voló por los aires las fronteras trazadas por el Acuerdo Sykes-Picot en 1916, lo que sentaría un poderoso precedente en la región. Además, a la comunidad internacional le toca aclarar si el régimen de Bashar Al Asad es preferible a cualquiera de sus enemigos o si, por el contrario, el camino hacia paz pasa por un cambio del orden político.

La situación en Irak es más simple que en Siria pero no por ello deja de ser compleja. El Estado Islámico vivió allí su primera gran derrota. Se enfrentó a las estructuras de poder tradicional de las tribus árabes suníes para tratar de establecer su control en territorios libres del poder del Gobierno de Bagdad. Pero los jefes tribales terminaron por aliarse con las fuerzas estadounidenses para librarse de los yihadistas, muchos de ellos fanáticos extranjeros. Así, antiguos insurgentes cambiaron de bando junto con sus líderes para recibir financiación, entrenamiento y armamento de EEUU y enfrentarse a los yihadistas. Bagdad receló de aquellas fuerzas irregulares y tras la retirada estadounidense, en diciembre de 2011, actuó para desmantelarlas, persiguiendo a sus figuras más destacadas.

Un papel destacado en la lucha contra el EI en Irak lo han tenido las milicias chiíes de las Unidades Populares de Movilización, que han llevado al frente estandartes religiosos y proclamado que luchan para vengar al mártir Husein. La lucha contra el EI no ha sido limpia. Y es de temer que se hayan creado nuevos agravios, con personas desaparecidas y torturadas mientras avanza la depuración de la población que, por desesperación, miedo o convicción, colaboró con el EI.

El Gobierno Regional del Kurdistán, que ya actuaba de forma bastante autónoma, recibió ayuda militar de países como Francia y Alemania para enfrentarse al EI. El Kurdistán iraquí lleva largo tiempo viviendo de espaldas al resto del país. Mientras la violencia hacía insufrible la vida en Bagdad en el período 2003-2011, en ciudades kurdas como Erbil prosperaban los centros comerciales y se abría una Universidad Americana. Como en Siria, la duda es si los kurdos aprovecharán la debilidad del Gobierno central para avanzar hacia la independencia.

Como hemos visto, la buena noticia de una derrota futura del EI trae aparejada una serie de dilemas complejos que podrían poner patas arriba la región. Pero no hay que olvidar una lección importante de la primera derrota del EI: a pesar de que la organización quedó muy debilitada, la retirada estadounidense de Irak, las malas decisiones del Gobierno de Bagdad y el vacío provocado por la guerra civil siria crearon las condiciones para su recuperación.

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Fuente: El Medio

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