Los palestinos claman contra el "Muro de la Vergüenza"

No es ningún secreto que los países árabes llevan mucho tiempo maltratando a sus hermanos y hermanas palestinos, gobernándolos con leyes inhumanas e imponiendo duras restricciones a sus libertades públicas y derechos básicos. Pero la construcción de un muro alrededor de una comunidad palestina para impedir la entrada o salida de terroristas supera el listón de dichas vulneraciones.  

Eso es precisamente lo que está ocurriendo hoy en el Líbano. La construcción de una muralla de seguridad alrededor de Ain al Hilweh, el mayor campo de refugiados palestino (con una población de casi 120.000 habitantes), ha generado duras críticas de los palestinos y vuelto a recordar el maltrato que reciben de sus hermanos árabes.

Las autoridades libanesas dicen que los palestinos no les han dejado más opción que construir el polémico muro de cemento. Los palestinos –dicen– se niegan a cooperar contra los terroristas que han establecido sus bases dentro de los campos. Sin embargo, el problema plantea una pregunta: ¿qué ha hecho el Líbano en el último medio siglo para ayudar a los palestinos que huyeron a ese país? La respuesta es nada.

De hecho, de entre todos los países árabes, el Líbano es muy probablemente el que peor trata a los palestinos. El Líbano niega a sus refugiados palestinos el acceso a una vivienda apropiada y a ciertas categorías profesionales. Según Amnistía Internacional,

más de la mitad de los refugiados palestinos viven en campos degradados y crónicamente superpoblados, y las leyes de estatus personal y nacionalidad permiten las prácticas discriminatorias.

Estas prácticas contra los palestinos suelen ser ignoradas por la comunidad internacional, incluidos los principales medios de comunicación y las organizaciones de derechos humanos, cuya obsesión con Israel les ciega ante la injusticia árabe. Aunque, de vez en cuando, alguna organización publica algún informe sobre la miseria que padecen los palestinos en los países árabes, son pocas las veces en que dichas organizaciones realizan un seguimiento sobre su trabajo, lo que hace pensar, por tanto, que lo hacen únicamente para cubrir el protocolo.

De modo que el sufrimiento de los palestinos en numerosos países árabes sigue siendo tabú. Normalmente, los periodistas y los activistas pro derechos humanos occidentales ni siquiera se molestan en reportar o documentar los casos de maltrato de árabes contra árabes. Este abandono de los patrones profesionales es la causa de que las leyes apartheid contra los palestinos de varios países árabes sigan resultando desconocidas para la comunidad internacional. Incluso cuando los periodistas y los defensores de los derechos humanos occidentales se enteran de estas violaciones, prefieren mirar hacia otro lado. En lo que a ellos respecta, una historia que no tenga una perspectiva antiisraelí no es noticia.

¿Qué está pasando, pues, en el Líbano, y por qué hay tantos palestinos furiosos con las autoridades libanesas?

Hasta hace unos años, la población del campo de Ain al Hilweh era de 70.000 personas. Pero la afluencia refugiados de la guerra civil siria a partir de 2011 ha aumentado la cifra hasta 120.000. Resulta que muchos de estos nuevos refugiados son en realidad terroristas que huyen de Siria e Irak.

Ain al Hilweh, como la mayoría de los campos del Líbano, siempre ha sido un gran quebradero de cabeza para el País del Cedro. Pero al parecer el Gobierno libanés ya se ha hartado.

Durante años, las autoridades libanesas, a las cuales el campo está vedado, han estado tratando –sin éxito– de limpiarlo de terroristas.

Las fuerzas de seguridad libanesas procuran no ir a los campos para evitar fricciones con los palestinos que viven allí. Esto ha permitido que se conviertan en viveros para diversas organizaciones yihadistas y terroristas que representan una amenaza no sólo para la seguridad nacional del Líbano, también para los propios palestinos y países árabes vecinos como Jordania, Egipto y Siria (y no digamos Israel).

Alarmadas por el agravamiento de la amenaza, las autoridades libanesas empezaron hace poco a construir un muro de cemento alrededor de Ain al Hilweh, provocando una oleada de denuncias por parte de los palestinos. Los palestinos se quejan de que el muro, que quedará terminado dentro de 15 meses, convertirá el campo en una cárcel al aire libre. Se refieren a él como el Muro de la Vergüenza. Su principal argumento es que resulta bochornoso que un país árabe pueda construir un muro alrededor de un campo de refugiados justo cuando los palestinos están pidiendo al mundo que condene a Israel por construir una valla de seguridad para evitar los ataques terroristas procedentes de la Margen Occidental.

Los residentes del campo sostienen que las autoridades libanesas les han engañado respecto a la construcción del muro. Dicen que les hicieron creer que iba a ser una pequeña valla en las inmediaciones de algunas zonas del campo, no un gran muro de cemento alrededor del mismo.

Las fuerzas de seguridad libanesas han optado por denominar a la nueva barrera Muro de Protección, haciendo así hincapié en que su principal objetivo es evitar los ataques terroristas contra el Líbano e impedir que terroristas y criminales utilicen los campos como base. Las autoridades dicen que si alguien tiene la culpa de la construcción del muro son los propios palestinos, que se han negado a cooperar con el Gobierno libanés en la lucha contra los terroristas. “El objetivo es evitar que los terroristas se infiltren en el campo”, explicó un miembro de la seguridad libanesa.

La condición para las facciones palestinas es muy clara: entreguen a los terroristas y no habrá muro. Los palestinos han demostrado ser incapaces de ocuparse ellos mismos de las cuestiones de seguridad en este campo.

Las autoridades libanesas dicen que decidieron construir el muro después de descubrir varios túneles de contrabando en las proximidades de Ain al Hilweh. Estos túneles –aseguran– se están utilizando para meter y sacar ilegalmente armas y terroristas del campo.

Representantes de Ain al Hilweh y otros palestinos vienen manteniendo reuniones maratonianas con funcionarios del Gobierno libanés para tratar de disuadirles de construir el muro. Los palestinos de Ain Al Hilweh están amenazando ahora con involucrar a otros países árabes, y también de Occidente, así como a Naciones Unidas.

Llamativamente, la cúpula de la Autoridad Palestina (AP) en la Margen Occidental no se ha unido a las iniciativas para convencer al Gobierno libanés de que abandone la idea. La decisión de abstenerse ha surgido probablemente de los líderes de la AP y de su presidente, Mahmud Abás, muy conscientes de que Ain al Hilweh y otros campos de refugiados del Líbano han caído en manos de sus enemigos, en concreto Hamás, la Yihad Islámica, el Estado Islámico y Al Qaeda.

El Muro de la Vergüenza parece molestar en particular al líder de Hamás Jaled Meshal. La semana pasada llamó por teléfono a una serie de autoridades libanesas, entre ellas el primer ministro, Tamam Salam, y el presidente del Congreso, Nabih Berri, para advertirles de las consecuencias de su construcción. Meshal, radicado en Qatar, donde  disfruta de una lujosa vida con la que la mayoría de los palestinos no pueden ni soñar, exhortó al Gobierno libanés a detener la construcción del muro; dijo que éste pondría en peligro las vidas de los refugiados palestinos y que tendría “consecuencias negativas”.

El portavoz de Hamás en el Líbano, Rafat Murra, negó los motivos de preocupación que han llevado a los libaneses a construir el muro. Advirtió de que el muro convertiría el campo en un enclave aislado y exacerbaría las tensiones entre palestinos y libaneses. Ahora bien, expresó su voluntad de cooperar con las autoridades para capturar y entregar a terroristas buscados que hubiesen hallado refugio en Ain al Hilweh.

Las protestas contra el muro alcanzaron su cénit cuando cientos de palestinos (y algunos libaneses) salieron a las calles de la cercana ciudad de Sidón para pedir al Gobierno que detuviera inmediatamente la construcción. Los manifestantes advirtieron de que el muro elevaría aún más las tensiones entre palestinos y libaneses y reduciría todavía más la calidad de vida de los habitantes del campo.

Quizás esté justificado que el Líbano construya ese muro. Sin duda, Ain al Hilweh y otros campos se han convertido en feudos de organizaciones terroristas y criminales, y el Líbano tiene todo el derecho a combatir el terrorismo. No obstante, Beirut tiene que encontrar maneras de asimilar, en vez de alienar, a los palestinos. Además, este es un problema que se extiende más allá de las fronteras del Líbano. Lo mismo se puede aplicar a los campos de la Margen Occidental, Gaza, Siria y Jordania.

El continuo maltrato de los palestinos en el Líbano y otros países árabes está totalmente injustificado. El nuevo muro, completado con torres de vigilancia, que se está erigiendo alrededor de Ain al Hilweh podría impedir que algunos terroristas se infiltraran en el campo, pero no resolverá el verdadero problema: que no se haya absorbido a los refugiados ni se les haya concedido la ciudadanía. Lo cierto es que (con la excepción de Jordania) a los palestinos que viven en los países árabes se les niega la ciudadanía y varios derechos básicos.

Ha llegado la hora de que la comunidad internacional ejerza presión sobre los países árabes y empiece a ayudar a sus hermanos palestinos mejorando sus condiciones de vida e integrándolos en sus sociedades. Mantenerlos en campos de refugiados desde hace más de seis décadas es letalmente contraproducente. Los campos se convierten en santuarios para terroristas que representan una amenaza para la seguridad nacional y la estabilidad de esos países árabes. No hay motivos para prohibir a un palestino o a una palestina que viva en el Líbano, Egipto o Kuwait comprar su propia casa.

Además, las mentiras de los Estados árabes en relación con el retorno de los refugiados a sus antiguas casas en Israel, que durante tanto tiempo se les ha estado transmitiendo, hace mucho tiempo que perdieron su utilidad. El problema de los refugiados acabará el día en que los líderes dejen de mentirles y les expongan la verdad: básicamente, que no habrá derecho al retorno y que ha llegado el momento de sigan adelante con sus vidas.

Si no cesan las mentiras, llegará el día en que estos países se verán obligados a colocar a todos los refugiados detrás de muros y vallas, medida que muy probablemente no redundará en su estabilidad. Ain al Hilweh debería servir como llamada de alerta a todos esos árabes que siguen sometiendo a los palestinos a prácticas y leyes propias del apartheid.

© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio

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Fuente: El Medio

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