La Edad de Oro de Tel Aviv

No hay ciudad en esta parte del mundo que sea más divertida, emprendedora y amable que esta pequeña metrópoli a orillas del mar con menos de cien años de historia. Viajamos a la urbe más cosmopolita de Israel. 


Tel Aviv, la ciudad más cosmopolita y moderna de Israel. Foto: Shutterstock.

Tel Aviv tiene tanta confianza en su futuro que ya se considera, de alguna forma, una república independiente dentro del estado de Israel. Hasta hace unos años los viajeros apenas se fijaban en esta insólita Colina de la Primavera, que es lo que significa su nombre en hebreo: se dirigían directamente a la antigua Yaffo que desde 1950 forma parte de su entorno urbano.

En el Boulevard Rothschild se enclavan verdaderas joyas arquitectónicas

Con la llegada del nuevo milenio se produjo un cambio radical. De pronto tanto las autoridades municipales, como los propios habitantes, se pusieron de acuerdo para convertir a la que ya era capital económica del país, en una de las ciudades más atractivas y seductoras de Oriente Medio. Y sin duda lo han conseguido a pesar de encontrarse en uno de los rincones más conflictivos del planeta.

No partían de cero. Su creación a principios del siglo XX fue precipitada, contó con pocos medios y muchas dificultades pero con protagonistas de verdadero lujo. Comenzando por el mítico Patrick Geddes, uno de los padres del urbanismo contemporáneo, que fue el encargado de realizar un plan maestro que se comenzaría a implantar en 1925 bajo el Mandato Británico, con la colaboración de algunos de los mejores arquitectos graduados en la Bauhaus de Weimar que llegan a Palestina, huyendo de la Alemania nazi.

La vida nocturna

En muy poco tiempo pondrían en pie unos cuatro mil edificios en estilo racionalista internacional que ahora paulatinamente recuperados -han sido declarados en su conjunto Patrimonio de la Humanidad-, forman la base de la nueva Edad de Oro de Tel Aviv. Es verdad que algunos han desaparecido, otros se encuentran muy deteriorados pero son ya muchos los que han recuperado su esplendor, transformándose en uno de los grandes atractivos de este rincón de Israel.

En bici por las calles de la ciudad.

Siguiendo el rastro de estos edificios se van descubriendo algunos de los proyectos más carismáticos. Se puede comenzar en el Boulevard Rothschild, el centro neurálgico tanto de la vida nocturna como del sistema financiero y referencia de sus establecimientos más exclusivos. Allí se enclavan verdaderas joyas como el Salón de la Independencia, donde nace el Estado de Israel, y otras muchas a las que se unen en perfecta armonía rascacielos de arquitectos contemporáneos como Richard Meier.

Algo más allá, en el entorno de la calle Allenby, el novísimo hotel Poli con diseño interior de Karim Rashid, ocupa otro edificio destacado A dos pasos, la calle Bialik es un museo al aire libre de la mejor arquitectura Bauhaus. Culmina en el M’ir Garden, donde se encuentra el flamante centro municipal de la comunidad LGTB, tremendamente activo y bandera de la máxima tolerancia que se vive en esta explosiva parte del mundo.

Tiendas de diseño

Muy distinto es el barrio Florentin, también cuajado de edificios racionalistas, muchos cubiertos con grafitis y arte urbano, entre multitud de bares y terrazas donde se reúne la comunidad de artistas más alternativa y rompedora de Tel Aviv. Linda con Neve Tsedek, otro barrio histórico donde se instalaron los primeros habitantes y que se ha convertido en una zona llena de teatros y tiendas de diseño, frecuentada también por artistas pero más establecidos e influyentes.

Sólo hay que acercarse a la orilla del mar para ver la gran diversidad étnica y religiosa

Nada resulta extraño ni imposible en esta inusitada república. Nunca se habla de guetos ni zonas exclusivas para una comunidad, pero sólo hay que acercarse a la orilla del mar para ver la enorme diversidad étnica y religiosa que convive en Tel Aviv. La comunidad musulmana suele bañarse en Clore Beach, no lejos de la antigua Yaffo, que todavía mantiene un ambiente casi medieval aunque al mismo tiempo muy desenfadado. Los judíos más ortodoxos prefieren la playa Nordau, donde en días alternos se bañan los hombres o las mujeres. Muy cerca está la playa para los que deseen ir con perro y, justo frente al hotel Hilton, suelen reunirse muchas parejas del mismo sexo.

Un buen lugar para vivir este ambiente tan alejado de esa imagen que muchas veces nos transmiten los medios de comunicación es HaTachana, la estación de tren más antigua de Israel convertida en un divertido centro de ocio plagado de tiendas y restaurantes de moda, donde no hay fin de semana que no se celebre algún festival abierto a todo tipo de comunidades. Otro sitio para respirar ese aire de tolerancia es el Museo de Bellas Artes, donde se deja espacio para artistas tan críticos con ciertas políticas gubernamentales como Tartakover, al que se le acaba de dedicar una gran retrospectiva.

Por Javier Mazorra

Fuente: El Mundo.es

Fuente: Unidos x Israel

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