El Call: memorias del barrio judío de Barcelona

El barrio judío de Barcelona fue uno de los epicentros de la cultura hebrea en Europa en tiempos altomedievales. La artesanía, el comercio, la teología, la ciencia, la poesía, la filosofía y la cábala florecieron en sus calles. Las recorremos en busca de los recuerdos de este pasado judío. 


Un paseo por el carrer Bisbe | Alamy Stock Photo

Uno de los mayores atractivos de la Ciudad Condal radica en el hecho de que su casco antiguo aún conserva enclaves de antaño casi intactos a pesar del paso del tiempo, lo que nos permite poder deambular por sus calles, donde casi se puede revivir cómo era la Barcelona de nuestros antepasados. Y si hay un enclave dotado de esta evocadora capacidad, es el barrio judío.

Sefarad es el nombre que emplean los judíos, desde la Edad Media, para referirse a la Península Ibérica. Su historia en España es larga y antigua, tanto que se remonta hasta tiempos romanos. Siglo tras siglo, su presencia se fue configurando fecunda y arraigada hasta la llegada de dos nefastas fechas: 1391 cuando comienzan las revueltas antijudías y 1492 cuando son expulsados definitivamente de España.

De entre todas las comunidades judías que habitaron la península, la de Barcelona fue una de las más grandes y poderosas. Los primeros documentos que confirman su presencia en la ciudad son de los años 875-877, pero es probable que estuvieran establecidos en ella desde los primeros siglos de la era cristiana. Lo cierto es que la existencia de judíos en tierras catalanas es anterior, incluso, a la de los propios catalanes. Las juderías de Cataluña, así como las valencianas y las baleares reciben el nombre de ‘Call’, que significa calle pequeña o callejón. Esta denominación es la que se utiliza para referirse al conjunto de calles ocupadas por ellos, es decir, al barrio, mientras que la comunidad recibe el nombre de aljama.

 

 

La aljama de Barcelona fue la más grande de la Cataluña del Medievo. Tenía la reputación de ser una ‘ciudad de sabios’ entre los judíos, pues en sus calles florecieron la artesanía, el comercio, la teología, la ciencia, la poesía, la filosofía, la cábala y además contaba con una escuela rabínica de gran renombre. A día de hoy, Barcelona guarda una clara reminiscencia de este pasado judío y, entre sus numerosas referencias en la toponimia de la capital catalana, permanece imborrable el de Montjuïc, Monte de los judíos, que fue usado como cementerio de la comunidad hebrea durante siglos y donde poseían tierras de cultivo, casas y torres.

La Barcelona medieval contaba con dos barrios judíos, el Call Major que estaba delimitado por las actuales calles de Banys Nous, Sant Sever, Bisbe y Call. A mediados del siglo XIII, debido al crecimiento secular de la comunidad, fue ampliado y fruto de esto se construyó una nueva zona conocida como Call Menor, ubicado en torno a la actual iglesia de Sant Jaume, en la calle Ferran. Estos dos barrios no estaban comunicados entre sí, pero en estas estrechas calles del centro de Barcelona llegaron a vivir hasta 4.000 personas. La vida dentro del Call se regía por el calendario hebreo, siendo para ellos el sábado el día sagrado, y seguían las costumbres y leyes judías.

El Call: memorias del barrio judío de Barcelona

Todo esto era el Call

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Durante muchos siglos las comunidades judías y cristianas mantuvieron buena relación, poseyeron negocios conjuntos y los condes-reyes confiaban importantes cargos públicos a hebreos, tales como los de recaudador de impuestos o embajador. Sin embargo, tras una serie de fatídicos eventos, entre ellos la llegada de la peste negra, comenzaron a divulgarse calumnias, como que los judíos envenenaban el agua. El 5 de agosto de 1391, esta tensión acumulada terminó por estallar dando lugar al ataque que sufrió el Call, que fue asaltado, incendiado, 300 personas murieron asesinadas y muchas otras fueron obligadas a convertirse al cristianismo. A partir de entonces ya no hubo recuperación posible del barrio, ni de la convivencia entre los judíos supervivientes y cristianos. Todo esto acabó con su expulsión definitiva de España por parte de los Reyes Católicos en 1492. Desde entonces, el imaginario sobre Sefarad se convirtió en el recuerdo de un lugar donde hubo un renacimiento de la cultura judía, pero al que no podrían volver.

A pesar del saqueo y de que el Call fue ocupado y ocultado, a día de hoy, entre catedrales góticas y calles dedicadas a santos, se puede adivinar el pasado de esta importante comunidad. El emplazamiento donde se encuentra el Call es un compendio de sinuosas y encantadoras calles situadas en el Barri Gòtic, y en el que hay ciertas paradas obligatorias para entender mejor el entorno que nos rodea.

En el número 10 de la angosta calle de Banys Nous se ubica, actualmente, la tienda
S’Oliver
y allí, en sus profundidades, entre muebles de todo tipo se descubren los antiguos baños rituales judíos -mikves- de la ciudad. Cristianos y musulmanes también eran usuarios asiduos de estos Banys Nous (Baños Nuevos). El edificio pertenece al siglo XII y se encuentra en un estupendo estado de conservación, donde grandes columnas y arcos de piedra nos trasladan a otra época. En la misma calle, en el piso inferior de la tetería
Caelum, siguen en pie las antiguas arcadas de los baños femeninos.

El Call: memorias del barrio judío de Barcelona

Interior de la Sinagoga Mayor

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La calle Sant Honorat era la zona donde los rabinos y las familias judías adineradas solían vivir. La mayoría de sus casas fueron expropiadas para construir el Palau de la Generalitat de Catalunya, pero en el número 10 aún se preservan los vestigios de la casa del escritor Mossé Natam. Y en la esquina que esta calle hace con la calle de la Fruita, también se observan los restos de la fuente destinada a ellos.

Las sinagogas eran el centro de la comunidad: la scola, lugar para las celebraciones, rituales religiosos, y también para las asambleas o juicios. De las cinco sinagogas que había originalmente en Barcelona, tan sólo se conserva una de ellas, ubicada en el número 5 de la calle Marlet. Está considerada una de las más antiguas de Europa, pese a que dejó de prestar sus servicios como tal a raíz de la expulsión de los judíos y se comenzó a dar otros usos al edificio, hasta el punto de que se levantó una casa encima de ella. La
Sinagoga Mayor fue reinaugurada en el año 2002 y, aunque no es utilizada para rezos diarios, sí hace la función de centro de difusión cultural del judaísmo y se llevan a cabo actividades de la comunidad, como bodas y ceremonias de Bar Mitzvá. Sin embargo, existe un
debate abierto entre historiadores sobre si realmente ese es el emplazamiento real de la antigua Sinagoga Mayor original, ya que muchos la sitúan en el número 9 de la calle de Sant Domènec del Call, edificio ocupado en la actualidad por una vinatería.

A raíz de aquel 5 de agosto de 1931, la toponimia de las calles del Call fueron cambiadas y cristianizadas. La calle de la Font, lugar donde estaba situada la fuente en la que recogían agua los judíos, pasó a llamarse calle de la Font de Sant Honorat y, más tarde, calle Sant Honorat, nombre que se mantiene actualmente. La calle de la Sinagoga se convirtió en la calle de Sant Domènec del Call, en la cual se puede leer una placa que rememora cierto convento fundado en 1219 por Santo Domingo de Guzmán. La realidad es que se renombró así esta calle en recuerdo del día en que se inició el ataque, pues tuvo lugar el día de Sant Domènec.

El Call: memorias del barrio judío de Barcelona

Reliquia conservada en la Sinagoga Mayor

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En el número 6 de esta misma calle, nos topamos con la casa más antigua de la ciudad, pues está habitada desde el siglo XII. Pese a haber sido restaurada se conservan elementos ornamentales originales del Medievo. Un dato curioso de este edificio es que, si se presta atención, se observa cierta inclinación de la fachada, a consecuencia del terremoto que sufrió la ciudad en 1428.

Aunque, sin duda, el lugar más interesante para adentrarse en la cultura de los judíos de la Barcelona medieval es el
Centre d’Interpretació del Call, asentado en el interior de la llamada Casa de l’Alquimista, en la Placeta de Manuel Ribé. El edificio data del siglo XIV y en él vivió Jucef Bonhiac, un artesano tejedor de velos. El museo ofrece información relativa al barrio y a la vida cotidiana y, además, en él se exponen los restos de la casa, una exhibición permanente de cerámicas halladas en excavaciones arqueológicas y lápidas del siglo II procedentes del cementerio hebreo de Montjuïc.

Puede que parezca que esta Barcelona judía es un lugar perteneciente al pasado, pero merece la pena rescatarla, conservarla y recordarla en memoria del esplendor material e inmaterial que alcanzó la Ciudad Condal durante esa época y por la incalculable herencia que nos dejaron para siempre en esta tierra, a pesar de ser expulsados de su querida Sefarad.

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Reproducción de una lápida en la calle Marlet

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Fuente: traveler.es

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Fuente: Unidos x Israel

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