El atentado de Londres e Israel como cobaya

El escritor estadounidense Jack Engelhard recuerda en este artículo que los atropellos mortales y el apuñalamiento de civiles comenzaron en las calles de Jerusalén y denuncia la a su juicio cobarde respuesta de la clase política británica ante este último atentado islamista, que anticipa la posibilidad de nuevos ataques.

Todo empieza en Israel, donde los terroristas islamistas estrenan nuevas tácticas para ver cómo responde el resto del mundo. Yo lo llamo el entrenamiento primaveral del islam radical. Si la respuesta es el apoyo total a Israel, nosotros ganamos y ellos pierden. Pero si el mundo dice que los terroristas tenían una excusa… si el mundo sostiene que Israel debe regalar más tierra para aplacar a los musulmanes extremistas… nosotros perdemos y ellos ganan.

Ayer [por el miércoles], el islam violento ganó de nuevo, esta vez en Londres, donde el secretario británico de Exteriores, Boris Johnson, tan solo hace unas semanas advirtió a Israel de que debía respetar absolutamente la solución de los dos Estados –tal vez dividiéndose por la mitad para hacer felices a Hamás, Abás, la Autoridad Palestina, la OLP y el resto de los que buscan la destrucción de Israel, junto con el resto de la civilización occidental–.

¿No aprenden nada?

Las bravuconadas no engañan a nadie, y a los islamistas impulsivos menos aún. “Seguimos siendo desafiantes”, dijo un miembro del Parlamento a la BBC. ¿Desafiantes cómo? ¡Si seguís trayendo a más como ellos! Las matemáticas elementales dicen que, cuantos más terroristas traigas, más expuesto estarás a sufrir las consecuencias.

Oded Revivi es alcalde de Efrat, comunidad judía ubicada en la Margen Occidental. En este artículo celebra que la nueva Administración estadounidense conozca sobre el terreno la realidad de los territorios en disputa, lo que sienta las bases, tal vez de manera definitiva, para un nuevo enfoque del conflicto israelo-palestino que lleve a la paz.

La razón por la que la nueva Administración parece haber roto con décadas de política exterior americana sobre este asunto es simple: sus miembros conocen profundamente la situación sobre el terreno. Desgraciadamente, durante décadas, el Gobierno estadounidense ha prohibido a los diplomáticos americanos poner un pie en cualquier ciudad de Judea o Samaria, lo que significa que sus evaluaciones de la situación se basaban en una combinación de mitos procedentes de la Autoridad Palestina y sus propias nociones preconcebidas.

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Más de un millón de israelíes residen actualmente en menos del 2% de Judea y Samaria, mientras muchos más palestinos pueblan alrededor del 20% de la misma área. Ambas poblaciones son permanentes y ninguna puede ser desplazada de sus hogares. Una vez asumamos esta realidad, la paz será mucho más fácil de alcanzar.

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Restringir la construcción israelí en nuestra tierra ancestral es contraproducente para todos. No acercará a los palestinos a un nuevo Estado ni llevará la paz a Israel. De hecho, el fortalecimiento de la presencia de Israel sólo aumentará la prosperidad para ambas partes.

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Hay mucha gente dentro y fuera de Israel que cree que la respuesta a nuestros problemas es construir muros más altos. Consideran que la presencia de judíos viviendo junto a musulmanes es una realidad imposible. Equiparan la construcción israelí con las bombas palestinas. Sin embargo, no ven lo que nosotros vemos diariamente. No han escuchado a los palestinos que están hartos de sus líderes y vuelven la mirada hacia Israel en busca de salvación. Los representantes del presidente Trump han dejado claro que no somos el obstáculo, así que ha llegado el momento de que trabajen con nosotros sobre el terreno para construir una solución pacífica duradera para la siguiente generación.

Gil Troy, profesor de la Universidad de McGill, denuncia en el periódico de la institución el antisemitismo y la israelofobia que se va enseñoreando del campus de la institución académica canadiense.

Como educador y orgulloso miembro de la comunidad de McGill, no puedo seguir guardando silencio. Cuando yo –o cualquier colega– vemos a alguien fomentar la intolerancia, la violencia o una mentalidad agresiva en el campus tenemos la responsabilidad de defender a nuestros estudiantes y nuestros valores comunitarios. Por esa razón vuelvo a la controversia del otoño pasado, que sigue sin resolverse: os pido que reconsideréis vuestra línea editorial, miope y falaz, de “no publicar piezas que promueven una visión sionista o cualquier otra ideología que podamos considerar opresiva”.

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Igual que los fanáticos hostiles al feminismo están motivados por el odio a las mujeres, los que afirman estar ‘solo’ contra el sionismo, movimiento de liberación del pueblo judío, habitualmente odian a los judíos.

Atad cabos, como enseñamos a hacer a nuestros estudiantes.

La pasada primavera vimos cómo el movimiento de boicot a Israel culminó con tuits en los que se llamaba “chico judío” a un estudiante de McGill, pasando del ‘solo’ antisionismo al antisemitismo. La manada del odio tiene este semestre un líder que tuitea: “Hoy, pega un puñetazo a un sionista”, pasando de los ataques retóricos al llamamiento a la violencia.

No quiero ver cómo se pasa de apoyar la violencia a perpetrarla. Ha llegado el momento de que cambiéis de política.

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Fuente: El Medio

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