EEUU, reluctante constructor de naciones

La reciente experiencia en Afganistán e Irak ha quitado las ganas a la mayoría de los estadounidenses de construir naciones –o, por mejor decir, construir instituciones o Estados–. Esta aversión es comprensible, pero equivocada. La experiencia reciente nos debería llevar a redoblar nuestro compromiso para con nuestros aliados en la erección de instituciones estables, legítimas y eficaces, porque el coste de no hacerlo es muy elevado.

Tanto en Irak como en Afganistán hubo dignos progresos en la construcción del Estado antes de que el presidente Obama decidiera imprudentemente reducir la presencia militar estadounidense y, en el caso de Irak, retirarla del todo. En 2011, tras años de tropiezos y pasos en falso que tuvieron un precio muy alto, Irak era un país relativamente pacífico y estable, y sus instituciones políticas funcionaban. Al Qaeda en Irak no estaba ni mucho menos derrotada. Los extremistas chiíes habían visto menguar su influencia. Nada menos que el vicepresidente Biden dijo en 2010:

Soy muy optimista sobre Irak. Me refiero a que éste podría ser uno de los grandes logros de esta Administración. Vemos un régimen estable en Irak que ya está evolucionando hacia un régimen representativo.

Biden tenía razón, pero ese logro quedó deshecho con la retirada de las tropas estadounidenses, que habían desempeñado un papel estabilizador crucial, incluso después de que hubiesen dejado de entrar regularmente en combate. Ya sin la supervisión efectiva de EEUU, el primer ministro Nuri al Maliki acometió una agenda chií de carácter sectario que distanció a los suníes y dio pie al surgimiento del ISIS. Hoy, cuando las fuerzas iraquíes y kurdas están asaltando Mosul –el último bastión del ISIS en Irak–, es imperativo construir una estructura de Estado más estable, o se correrá el peligro de repetir las crisis de 2003-2007 y 2012-2014, que permitieron a los fanáticos yihadistas hacerse con el control de todo el Triángulo Suní.

Ese Estado no surgirá por sí solo; no con los extremistas chiíes respaldados por Irán, pues están decididos a imponer su propia agenda sectaria. Requerirá una intervención activa y la supervisión de EEUU. Mantener una presencia militar en Irak será condición indispensable para ejercer influencia, pero no bastará sólo con las tropas. Respecto a otros Estados del Gran Oriente Medio –en particular los absolutamente caóticos Yemen, Somalia y Libia–, EEUU no enviará una gran cantidad de tropas, pero sí deberá de algún modo esforzarse en crear estabilidad, o de lo contrario se quedará atrapado en una batalla perdida contra los terroristas. Los ataques con drones no son suficientes para imponerse en esos conflictos. Se puede matar a los líderes terroristas, pero son fácilmente sustituidos, ya que no hay un Gobierno moderado capaz de ejercer el control sobre el territorio.

Eso nos lleva de nuevo a la construcción del Estado: es la única manera de conseguir victorias duraderas contra las organizaciones terroristas que prosperan en territorios desgobernados. EEUU ha tenido considerables éxitos construyendo Estado en Alemania, Italia, Japón, Corea del Sur y, más recientemente, El Salvador y Colombia, pero sigue siendo un constructor de naciones reluctante. Nos amilanamos ante la tarea, y por lo tanto no estamos bien preparados para afrontar las dificultades que se nos presentan.

El pasado fin de semana el Wall Street Journal publicó un importante artículo para ayudarnos a tener mejores resultados en el vital ámbito de la seguridad nacional. Los autores son Roger B. Myerson, economista de la Universidad de Chicago laureado con el Premio Nobel, y J. Kael Weston, funcionario del Departamento del Estado con años de valiosa experiencia en Irak y Afganistán. Aportan algunos consejos de sentido común para mejorar nuestro rendimiento en la construcción de Estado, entre ellos el de “evitar la centralización” y “presionar para que se comparta el poder”. Los intentos de centralizar el poder en Bagdad y Kabul han avanzado a trompicones. Es mucho mejor esparcir el poder a las provincias.

Su recomendación más importante tiene que ver con el personal:

EEUU necesita un nuevo organismo dedicado explícitamente a misiones de construcción de Estado, con su propia plantilla de estadounidenses especializados. Estos expertos habrían de combinar el conocimiento de la gobernanza local, la inteligencia económica, las dotes de gestión y las competencias lingüísticas, además de tener una formación militar básica, necesaria para operar con seguridad en zonas de conflicto.

Llevo proponiendo lo mismo desde 2003. En junio, el exfuncionario de Usaid (Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) Michael Miklaucic y yo publicamos un “Memorando de Innovación Política del Consejo de Relaciones Internacionales” en el que sugeríamos que se debería reciclar Usaid y convertirla en una agencia orientada al Estado, centrada en reforzar las instituciones gubernamentales en países de interés estratégico para EEUU.

Esas recomendaciones se contraponen a la aversión de Washington a construir naciones. Pero nunca prevaleceremos en la guerra contra el terrorismo hasta que no reconozcamos la necesidad de ayudar a construir Estados funcionales, en vez de jugar al ratón y al gato con terroristas.

© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio

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Fuente: El Medio

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